Crónica del fraude electoral en Colombia

Crónica del fraude electoral en Colombia

"Los niveles organizativos deben expresarse el día de las elecciones: que cada persona revele su voto y que al final de la jornada vaya a su punto de votación para verificar"

Por: Fredy Jiménez
marzo 22, 2018
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Crónica del fraude electoral en Colombia
Foto: Gustavo Torrijos / El Espectador

No es una afirmación que pretenda tomar partido por un candidato particular, es la exclamación de un pueblo que nuevamente es engañado; aunque Colombia es un país mágico, las coincidencias no son la fuerza motriz de la política, aquí todo es planeado, calculado y ejecutado, nada ocurre al azar.

Cada elección es un gran show de magia que se refina presentación tras presentación y que a través de trucos, luces y humo ha logrado maravillar y engañar a la mayoría de los colombianos. Su victoria es hacer creer que en el país hay democracia y que los ciudadanos elegimos a nuestros funcionarios, por ello la ciudadanía acepta con resignación los resultados electorales, pues los considera legítimos. También es cierto que hay ciudadanos que conocen la realidad, pero se sienten tan solos, tan desesperanzados, ven a la corrupción y a las familias que controlan la política tan poderosas e intocables que no se atreven a contradecirlas, aceptan esta situación como una realidad inmodificable y por esta misma razón venden su voto intentando sacar algún beneficio, arañar una migaja de las riquezas que amasan los monstruos que gobiernan al país.

En cada jornada electoral hay fraude, es necesario ser enfático en ello, los noticieros se empeñan en imponer una especie de sentido común fabricado que oculta el fraude electoral legalizando el ilícito. Este sentido común convertido en algo incuestionable ha obligado, incluso a los sectores que se dicen alternativos, a aceptar el relato de los grandes medios de comunicación como realidad.

Al mirar con un poco más de atención la farsa del mago es descubierta y la verdad se hace latente. Por ejemplo, 36’493.318 colombianos están habilitados para votar pero 14’633.389 personas (contando quienes votaron para la circunscripción indígena), es decir, el 40,09% fueron los que eligieron el nuevo senado de la república; la misma situación se presentó para la elección de los integrantes de la cámara de representantes en donde 14’440.170 colombianos (contando la circunscripción indígena y la afrodescendiente) de los 36’493.318 habilitados para votar eligieron la conformación de dicha corporación, tan solo el 39,56%.

De lo anterior podemos concluir que el gobierno es elegido por una minoría, lo que desvirtúa la legitimidad del mismo; el discurso de las mayorías que sustentan la democracia en Colombia se convierte en humo. La gente no le cree al sistema electoral ni a sus candidatos, pero los medios de comunicación, por repetición, embuten a cucharadas el cuentazo de que estos funcionarios representan al pueblo colombiano en su conjunto.

Ahora, al analizar lo que sucede con quienes votan activamente encontramos dificultades para hacer efectivo el voto apoyándonos en las cifras reportadas en las pasadas elecciones. 1’137.133 compatriotas anularon el voto, el 5,61% de la votación total para Senado (sin contar los votos de la circunscripción indígena). Números muy altos que habrían logrado la elección de al menos 12 senadores y que pueden ser producto de la poca claridad que genera el diseño del tarjetón generando confusión en el electorado traducida en la marcación errónea del mismo. En la emisión del medio día de noticias Caracol del 12 de marzo el presentador Juan Diego Alvira recorrió las calles de Bogotá y pidió a algunas personas que marcaran un tarjetón como lo hicieron el día anterior, la sorpresa fue mayúscula, pues la mayoría tuvo dificultades para hacerlo. No puede llamarse democracia a un sistema que en vez de facilitar procesos tan básicos como la elección de sus funcionarios los dificulte, afectando el derecho a decidir que tiene el elector.

Otra particularidad que llama poderosamente la atención es la votación obtenida por el senador Álvaro Uribe Vélez quien recogió 875.554 votos, el 34,83% de la votación de su partido, con lo cual es ungido como “el mayor elector del senado en Colombia” de acuerdo a la gran prensa. Resulta llamativo que este siniestro personaje capitalice tan acaudalada votación en un momento en el que la ciudadanía ha ido entendiendo quien es Álvaro Uribe.

Tomemos como punto de partida del análisis el 21 de mayo de 2017, fecha en la que se revela el resultado de la encuesta INVAMER S.A.S. publicada en el periódico El Espectador en donde el senador Uribe reporta una imagen favorable del 57,9% y una imagen desfavorable del 36%.

Posteriormente el senador Uribe sufre una dura derrota política el 3 de agosto de 2017 cuando la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá falló a favor del periodista y columnista Daniel Samper Ospina la tutela que presentó en su contra. Uribe llamó a Samper Ospina “violador de niños” en un trino, lo que le costó el rechazo generalizado de periodistas y de la opinión pública en general, viéndose obligado por decisión judicial a retractarse de semejante calumnia.

Para el mes de agosto de 2017 es revelada la encuesta polimétrica publicada en la página web de caracol radio en donde la imagen favorable de Álvaro Uribe es del 40% y su imagen desfavorable es del 58%, siendo su imagen negativa bastante superior respecto a su imagen positiva.

El 17 de febrero del 2018 el senador Uribe vuelve a sufrir una dura derrota política cuando  La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia ordenó investigarlo por supuesta manipulación de testigos para hacer un montaje en contra del también congresista Iván Cepeda. Además la Sala Penal del Tribunal Superior de Antioquia pide que se investigue a Álvaro Uribe por su responsabilidad en la masacre del Aro y la masacre de la Granja y su responsabilidad en el asesinato del defensor de derechos humanos Jesús María Valle.

El 1 de marzo de 2018 (a 10 días de las elecciones para congreso) son publicados los resultados de la encuesta Gallup poll en El Espectador, en donde se reporta que la imagen favorable del senador Uribe es del 46% y su imagen desfavorable es del 50%, manteniéndose la tendencia en cuanto a que la imagen negativa de Álvaro Uribe es mayor a la imagen positiva.

Por último, el 6 de marzo de 2018 el tribunal superior de Bogotá ordena a Álvaro Uribe retractarse de señalamientos calumniosos a Daniel Coronell por acusarlo de mafioso, otro duro revés que sufre el exmandatario, pues pone en duda la inmunidad de la que aparentemente gozaba.

Frente a estos hechos que muestran el ocaso de este personaje tan siniestro, además de una serie de mediciones que muestran que ya no es una figura de los afectos de las multitudes o de las encuestadoras que ponen multitudes a los candidatos, cabe preguntar ¿de dónde salen los más de ochocientos mil votos reportados en estas elecciones? Es sumamente sospechoso que un personaje que fue duramente rechazado en Popayán, que ya no marca los números astronómicos de popularidad que registraba cuando fue presidente (72% de popularidad en promedio), alcance una votación de tamaña espectacularidad. Por el contrario, es una votación necesaria para defenderse ante la cantidad de procesos abiertos en su contra, para mantener la protección que le confiere su cargo como senador y para inyectar oxígeno a un partido que con figuras como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Óscar Iván Zuluaga, entre otros, naufraga en el mar del odio y la corrupción que los ha ido aislando.

Por otra parte, no se puede dejar pasar por alto dos hechos que culminan el fraude electoral del pasado 11 de marzo. En primer lugar la compra de votos comprobada de la electa senadora Aida Merlano en la costa atlántica por el partido conservador, colectividad que de manera hipócrita dice defender la familia y los valores de la sociedad pero que siempre se ha visto envuelta en escándalos de corrupción a lo largo de su vida política. Es importante recordar que la sede de campaña de la señora Merlano, ubicada en Barranquilla, fue allanada encontrándose cuatro armas de fuego, mercados y registros que reportaban el gasto de 6000 millones de pesos en compra de votos, lo que arrojó como resultado la obtención de una votación correspondiente a 73.250 papeletas.

En segundo lugar, lo acontecido en las consultas interpartidistas, el supuesto agotamiento de las papeletas para elegir el candidato presidencial de la derecha debe ser interpretado como la manipulación de dichas consultas por parte de la registraduría, que sirve como instrumento para los intereses de esos sectores que restringen la democracia e imponen violentamente su opinión sobre las decisiones del pueblo colombiano. Es imposible que las papeletas se hubiesen agotado, pues cada mesa de votación tiene registrado el número de votantes que ejercen este derecho y la Registraduría tiene la responsabilidad de enviar el material que requiere cada mesa. Por ejemplo, si en la mesa 43 hay registrados 100 votantes, la Registraduría debe enviar 100 tarjetones para senado, 100 tarjetones para cámara, 100 tarjetones para la consulta de la derecha y 100 para la consulta de la izquierda. Pero los medios de comunicación encubren el delito dando a entender que la votación fue tan abultada que “supero” lo esperado en las mesas de votaciones, cuestión que es falsa por lo argumentado anteriormente. Esta situación permitió que la votación se realizara con fotocopias, y con ello se insertaran más votos a favor de la consulta de la derecha. La trampa es la reina de las elecciones. Sumemos a ello las denuncias de aparición de votos en bolsas de la basura de la consulta de la izquierda que al parecer fueron extraídos para no ser contabilizados, acusaciones hechas a través de las redes sociales.

Estas perlas de la “democracia” colombiana son las más notorias, pues hay muchas irregularidades que adicionar, y demuestran como la ciudadanía es asaltada en su buena fe.

¿Es este escrito un llamado al pesimismo y la resignación? Hay que contestar con un rotundo No. El primer paso para cambiar esta realidad es conociéndola, para así poder hacer verdaderas propuestas de cambio; para lograr remover a estos oscuros personajes que se llevan nuestro dinero y nos dicen descaradamente que queremos todo regalado.

Al observar cómo se roban las elecciones podemos determinar varias cosas. Primero que la maquinaria delictiva encargada de ejecutar el fraude electoral cuenta con altos niveles de organización, siendo estas estructuras criminales llamadas partidos un complejo entramado que maneja abultadas finanzas con criterios contables (caso de Aida Merlano por ejemplo), una línea militar para la intimidación, aliados dentro de la registraduría, encubrimiento de los medios de comunicación y pactos con los funcionarios judiciales encargados de investigar estos delitos.

En segundo lugar podríamos concluir que la única forma para derrotarlos en su propio juego es oponiendo un gran movimiento popular con un alto nivel organizativo, que tenga la capacidad de denunciar las trampas y desenmascarar la corrupción, contradiciendo el relato de los medios de comunicación, es decir, se requiere una poderosa red de medios alternativos que trabaje conjuntamente para mostrar la realidad. Se requiere superar el arribismo y la poca autoestima que conlleva a que los integrantes de los sectores de izquierda se muestren como los grandes iluminados tachando a sus contradictores como ignorantes, bestias, entre otros.

Estas expresiones que descalifican a nivel personal a los trabajadores que apoyan al uribismo o a la derecha en general o a los integrantes de las diferentes religiones, sacan el debate del plano de los argumentos y lo llevan al plano de la emocionalidad, donde no hay manera alguna de llegar a algún acuerdo. Este tipo de actitudes nos condenan a repetir lo sucedido en el siglo pasado entre el pueblo liberal y el pueblo conservador, que se enfrentaron  de forma sangrienta e irracional, manipulados por las elites de los partidos, mientras las oligarquías amasaban sus fortunas y consolidaban el poder político que aun hoy en día disfrutan como resultado de esos enfrentamientos.

Los niveles organizativos deben expresarse el día de las elecciones: que cada persona revele su voto y que al final de la jornada vaya a su punto de votación para verificar que lo registrado coincida con lo expresado por los votantes. La batalla electoral debe estar acompañada de la movilización ciudadana y la veeduría, de otra forma es imposible detener el fraude.

Pero lo más importante de todo es que la organización que se oponga a la tradicional clase política debe estar preñada de los nuevos principios que darán origen a un nuevo país. Participación, construcción y decisión colectiva, justicia, humildad y solidaridad, son receta infalible para la victoria.

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