Crónica de un fin de semana recorriendo el Valle del Cauca con el Pacto Histórico

Crónica de un fin de semana recorriendo el Valle del Cauca con el Pacto Histórico

Hay cierta prevención, rechazo y odio de algunos ciudadanos frente a un posible cambio en favor de una política social más profunda al rótulo de castrochavista

Por: Sebastián Acosta Zapata
enero 25, 2022
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Crónica de un fin de semana recorriendo el Valle del Cauca con el Pacto Histórico
Foto: turismocentrodelvalle.com

El sábado 23 y el domingo 24 de enero de 2022 hubo correrías por toda Colombia en el marco de las campañas electorales a congreso y presidencia de este año. Todos los partidos, movimientos políticos y candidatos recorrieron municipios y veredas de la geografía nacional, muchos de ellos no volverán por allá sino hasta dentro de cuatro años para las campañas de 2026.

Sin embargo, hay algunos que están genuinamente comprometidos con esos territorios donde el Estado ha tenido una presencia diferenciada, enfocada, sobre todo, en la fuerza pública.

Reducir a todos los políticos a lo mismo es una simplicidad que insulta la inteligencia, y por eso hay que destapar la caja negra del qué hacer político, ver los matices, las prácticas, los discursos, la conformación de los equipos, y los candidatos en sí mismos. Por eso considero que el objetivo de este corto relato tiene también intenciones etnográficas.

El sábado salimos alrededor de las 7:30 de la mañana de Cali hacia Florida. El casco urbano de este municipio está rodeado de caña de azúcar, de la agroindustria más reconocida en el Valle del Cauca y en el norte del departamento del Cauca, lo que se ha denominado el Valle Geográfico del Río Cauca, el valle interandino.

Además de esa característica, el municipio de Florida es uno de los tres territorios vallecaucanos que está priorizado para construir un Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial, y así superar las inclemencias del conflicto armado que han azotado con particular saña a Buenaventura, Pradera y Florida.

La concentración salió del parque principal buscando la galería de mercado. Iban zanqueros, papayera, de esos carros con piezas publicitarias grandes, personas con pitos y vuvuzelas, y muchas bombas inflables de colores, era un desfile que se fue engrosando en la medida que avanzamos por las cuadras.

El sol era punzante, pero el entusiasmo de los participantes no se aminoró por eso.

Cada uno de los candidatos de la lista cerrada por el Pacto Histórico por el Valle desempeñó, lo que mejor le pareció, su función: Gloria Arizabaleta repartía volantes, abrazaba a niños y niñas, se tomaba fotos y bailaba al son de la música; Alejandro Ocampo hablaba con la gente en tono pausado pero enérgico; Alfredo Mondragón hacía en vivos por sus redes sociales contando el trayecto, denunciando las estructuras tradicionales del poder político del Valle y lanzando apasionados discursos; y José Alberto Tejada no abandonó su oficio de periodista y micrófono en mano entrevistaba a los ciudadanos que lo felicitaban por su cubrimiento en el Estallido Social y le contaban todo lo que estaba mal con sus cuadras y sus barrios. La energía festiva era contagiosa.

Sin embargo, también hubo reticencias en dos sentidos. El primero es que muchos ciudadanos no creen en las instituciones ni en los políticos en general, independientemente el color.

La apatía es totalmente entendible, y el desprecio hacia el qué hacer político es más que justificado, han sido muchas las promesas incumplidas en numerosas décadas.

Y en el segundo sentido, hay cierta prevención, rechazo y odio de algunos ciudadanos frente a un posible cambio en favor de una política social más profunda y mejor implementada que la han reducido a la fuerza al rótulo de “izquierda”, o “castrochavista”, o “neocomunista”, o “petromadurista”, sinónimos vacíos para muchos que replican la retórica simplista del Uribismo.

Luego los equipos de Tejada, Mondragón y Bernarda, miembros de la lista, estuvimos en Costa Rica, un corregimiento de Ginebra.

El resto del Pacto Histórico del Valle que estaban en Florida se fueron para Cali a continuar con la campaña en la capital del departamento. El enclave de Colombia Humana, y hoy Pacto Histórico, de esa zona nos recibió con los brazos más que abiertos.

Allí almorzamos sancocho en un patio-taller de mecánica automotriz. Candidatos y voluntarios sentados en el piso con los platos de icopor a los lados, algunos miembros del equipo comiendo rápidamente para cumplir con otros lugares, y un compañerismo auténtico se notó en ese momento. No nos acomodamos para la foto, no hicimos eso porque estábamos en campaña, es que esas muestras de sencillez, de humildad, de entrega y de compromiso están en nuestras formas de ser y trabajar.

Seguimos a Guacarí, el pueblo del que es natal Dilian Francisca Toro, la baronesa política y electoral del Valle. Simbólicamente nuestro mensaje fue potente.

Nos organizamos en una caminata que salió del estadio de fútbol hasta el parque principal del municipio. El camión que abría el desfile llevaba una papayera y detrás le seguía un automóvil con parlante que reemplazó el megáfono que nunca tuvimos.

Tejada entrevistaba y conversaba extensamente con la comunidad sobre sus problemas, Mondragón hacía en vivos y lanzaba arengas en contra de la Presidenta del Partido de la U, Bernarda hacía pedagogía electoral. Se caminó y se rotó la palabra, jóvenes de las Primeras Líneas hacía uso del micrófono y del parlante, entramos a establecimientos comerciales a repartir volantes y al finalizar la tarde llegamos, por fin, al parque principal.

Cada ciudad, municipio y pueblo de Colombia, lo digo casi seguro, tiene en su parque central un letrero con su nombre, Guacarí no fue la excepción. Allí nos tomamos fotos y grabamos videos, y más que un equipo de campaña nos mostramos como amigos.

Las risas, los chistes, las cámaras indiscretas, las imágenes de momento y las sanas burlas entre nosotros fueron el ornamento perfecto de los últimos rayos plenos de sol que acompañaban una brisa fría. Cansados nos montamos en los vehículos a nuestra siguiente parada de la jornada.

Arribamos a El Cerrito un poquito antes de las 6 de la tarde y nos bajamos en el parque principal. Una amiga de toda la vida de Tejada había llevado tamales para el almuerzo puesto que no contaba con la generosidad del nodo de Costa Rica, así que se guardaron para más adelante y alcanzaron a estar sabrosos para el final de la tarde.

Nos sentamos todos en los pequeños muros que dividen las zonas verdes de las de concreto al interior del parque. En una mano el plato sosteniendo el tamal, en la otra la cuchara y los codos apoyados sobre las rodillas, esa fue nuestra postura, la de todos, incluyendo la de Tejada, el cabeza de lista.

Mientras que nos dirigíamos al lugar desde donde iba a salir el recorrido vimos a través de las ventanas de los carros un atardecer en degradé que mezclaba el anaranjado, el rosado y el violeta.

Cuando llegamos a Santa Bárbara una de las zonas más vulneradas de El Cerrito, nuestro último destino ese día, un joven de 20 años, entusiasta, Primera Línea de ese pueblo y elegido en el Concejo Municipal de Juventudes se le acercó a José Alberto, quien micrófono en mano lo entrevistó.

Le dimos la vuelta a la antigua Estación de Trenes y a la carrilera, había cierta tensión en el ambiente por la hora y el lugar, y el nivel de riesgo y amenaza que se ciñe sobre la vida de varios miembros del Pacto Histórico.

No obstante, nos fuimos acercando al parque principal los ánimos fueron transformándose y fuimos sintiendo la satisfacción del deber cumplido. Cali nos dio la bienvenida a las 8:30 PM para recargar energías y salir el domingo para Sevilla.

El Pacto Histórico es una sombrilla que agrupa a varios partidos y movimientos de corte alternativo y progresista, es heterogéneo y diverso y en donde se pueden encontrar personas muy distintas, pero todos estamos comprometidos con cambiar las condiciones de miseria, exclusión y pobreza de millones de colombianos, tal vez eso es lo más fuerte que nos une. Es por ello que este breve relato es una muestra pequeña y profundamente subjetiva de lo acontecido ese fin de semana.

El domingo también salimos alrededor de las 7:30 de la mañana hacia Sevilla en donde nos esperaban Gildardo Silva y Teresa Consuelo, candidatos a la Cámara y al Senado, respectivamente.

Compartí el viaje con dos jóvenes, un poco mayores que yo, que estuvieron en el Estallido Social, uno como Primera Línea y el otro como facilitador de redes de suministros médicos y víveres. A ambos, para bien y para mal, les cambió la vida esa experiencia.

El facilitador es profesional y también lleva adelante procesos sociales y educativos desde hace años; el Primera Línea es “calle” y solo después del estallido se preocupó por lo que se puede denominar social.

Las narraciones y las descripciones, sentidas y nostálgicas, que hicieron de la experiencia en los Puntos de Resistencias deberían ser de total y completo conocimiento para todos. La noche que grupos armados, legales e ilegales, mataron a cuatro jóvenes manifestantes en el Paso del Aguante (Paso del Comercio) el facilitador estaba allí.

Escuchaba el silbido de las balas que pasan a centímetros de él y de su hermano, un Paramédico de la Primera Línea en salud, veían como llovían hojas y ramas producto de los tiros, oían los casquillos caer y las armas recargarse.

El Primera Línea narró con voz quebrada cómo un camión en una noche lluviosa rompió las barricadas de un punto y le pasó por encima a un muchacho que salió a detenerlo solo con su pecho.

Describió con ojos aguados cómo la mamá del joven llegó a llorar sobre el cuerpo rígido de su hijo, aquel que le decía que no tenía nada que perder y que no le importaba dar la vida por la causa.

La conversación, que duró algo menos de 3 horas, tiempo que toma el desplazamiento entre Cali y Sevilla, se enriqueció constantemente por las experiencias de vida de los que íbamos en el carro.

Unas vidas peleadas desde el momento de nacer, otras un poco más privilegiadas, unos aprendizajes de calle, y otros de salón de clases. Íbamos descubriendo a nuestros nuevos compañeros de causa y de política.

Llegamos Sevilla, nos bajamos en el parque central y una familia reconoció de inmediato a José Alberto Tejada como “El Señor del Canal 2” que apoyó a los muchachos durante el Paro y lo felicitó por su lucha. “El Balcón del Valle” hace parte de esa historia compleja y paradójica sobre la que Colombia se ha construido.

Se fundó en el marco de la colonización antioqueña, son de tradiciones y costumbres paisas, se encuentran más fácilmente hinchas del Nacional que del Cali o del América, y es común encontrar personas con tez clara y ojos que varían entre azulados y grisáceos.

Estuvimos en una reunión en el auditorio de un hotel y alrededor de 80 personas escucharon atentamente a los organizadores y los candidatos invitados a este evento.

Estuvieron Gildardo Silva, líder campesino de la región y candidato a la Cámara; Teresa Consuelo, poetisa y candidata al Senado; y José Alberto Tejada, periodista y candidato a la Cámara. Este último invitó al escenario a cinco miembros de su equipo que fueron Primera Línea en el Paro Nacional y se siguen identificando como tal.

Ellas y ellos, quienes además cumplen roles fundamentales en la campaña del periodista, hablaron con propiedad no solo de su experiencia sino de política. Igualmente, se escucharon las necesidades e ideas de la comunidad presente, mayoritariamente campesina.

Al finalizar la reunión se entregó a los asistentes algo de publicidad de campaña, pocas camisetas y gorras y varios volantes, y se tomaron fotos con los candidatos. Salimos del auditorio, hicimos un recorrido por las calles del pueblo compartiendo nuestro mensaje, pegando volantes y hablando con las personas quienes a esa hora meridiana del domingo estaban por los parques y andenes.

Después de cada volante entregado y de cada comentario realizado, hubo habitantes de Sevilla que se quedaron debatiendo sobre el Pacto Histórico y sobre Petro, algunos apoyando y otros no. Otros permanecieron indiferentes.

El regreso a Cali fue más silencioso y descansamos un poco en los carros, tandas variadas entre tango, vallenato y salsa ambientaron el recorrido por el valle y por los campos inconmensurables de caña de azúcar. Al entrar a Cali surgió el tema de la Registraduría y de los programas con los que se va a hacer el conteo de votos, y la preocupación por un fraude latente se hizo inminente.

La última acción del fin de semana fue una reunión de todo el equipo de campaña de José Alberto Tejada, que es muy joven, muy apasionado, muy hábil y capaz. Se plantearon las fortalezas y los puntos que hay que vigorizar, e igualmente se señaló la agenda tentativa para la semana siguiente. Hasta las 8:30 PM duró el equipo reunido con entusiasmo.

He estado en varias campañas políticas que se podrían denominar tradicionales y de una práctica política muy habitual en la que se despliegan redes clientelares profundamente organizadas y estructuradas.

Esta campaña del Pacto Histórico no lo es en absoluto. Los que estamos comprometidos con este proceso solo esperamos que las cosas cambien de verdad, que haya justicia social, y que se reduzcan la desigualdad, la pobreza, el hambre y la corrupción.

Nadie pide plata, tampoco es que haya mucha. Nadie espera trabajar en el Estado como contraprestación por ser voluntario y estar jugado plenamente en la campaña.

El ambiente de este proceso es diferente, es festivo y jovial, es fraterno y diverso. Bastantes muchachos que están comprometidos con esta causa nunca han votado ni se han interesado por la política.

Hay jóvenes de 30 años que jamás han sufragado y que siempre han visto la política como una cloaca. Todos ellos tienen expectativas y esperanzas superlativas frente a este proceso, y por la novedad del mundo que están descubriendo puede aparecer muy fácil la frustración si el resultado no es el esperado.

Quienes saben un poco de política reseñan que siempre hay una próxima elección y el juego se itera. Las derrotas no son para siempre y las victorias tampoco. Pero estos jóvenes podrían conocer una tusa electoral como a las que estamos acostumbrados los alternativos y opositores al poder y a la clase política hegemónica.

Hay energía, hay electricidad, hay muchísimo entusiasmo y ganas de hacer las cosas bien y hay tanta convicción que puede confundirse con ingenuidad en este campo donde las redes clientelistas, los intercambios de votos por favores, los desembolsos millonarios en eventos y los puestos públicos configuran estilos de vida cómodos y formas de hacer campañas.

Las reglas de la calle y del barrio son unas, las de la política son otras, y en algunos puntos convergen, en otros no, y hay que procurar conocerlas.

El Estallido Social le cambió la vida profundamente a muchos jóvenes de barriadas populares y los hizo pensar en política. También radicalizó a alguna parte de la sociedad civil en general ya bien sea en apoyo al paro o en rechazo a éste.

En las elecciones de este 2022 se verá cómo quedaron las cargas, cómo se reorganizó políticamente el país, cómo se manifestó la representación política, social y popular.

Es nuestro deber transformar las estructuras de poder del país, principalmente en presidencia y congreso, para hacer esta nación menos desigual, menos pobre, menos hambrienta, menos corrupta, menos violenta, menos injusta y menos excluyente.

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