Ya desde 2008 se había dado el campanazo y últimamente con la pandemia se agudizaron los síntomas, pero desde los años ochenta, los analistas económicos, los que utilizan el método del valor para sus consideraciones, habían dicho con claridad que el modelo neoliberal no tenía futuro de largo plazo y que su desplome sería cosa de tiempo, pero que tarde o temprano llegaría.
Se esperaba que sucediera en la década de los treinta, pero según lo visto en los últimos días a escala global, parece que será en este mismo decenio. Hasta el mismo Soros lo había anunciado en los años noventa, también Stiglitz, el premio nobel y el más contundente, Nathan Hagens, todos coincidiendo que el modelo neoliberal no tiene soporte económico sólido.
Desde su nacimiento, el capitalismo especulativo o capitalismo salvaje no tenía soporte real debido a que concentró todo su peso en el sector financiero, dejando de lado el sector real.
La esencia del modelo, que a la vez encierra su propia destrucción, es haber convertido el dinero en una mercancía y haberse dedicado a negocios de compraventa de esta novedosa mercancía, desconociendo que el dinero, desde su creación, es solo un medio de pago, que tiene contrapartida en el sector real de la economía, donde se ubican los bienes y servicios, mercancías que sí contienen satisfactores de necesidades humanas y que por ello cuentan con valor de uso, como le decía Aristóteles.
Y. para completar, los rentistas especuladores que ahora les llaman inversores concentran su negocio en prestarle dinero al Estado y esclavizar este organismo a que pague el servicio de la deuda, abandonando sus fines sociológicos y naturales, por dedicar con prioridad, el uso de los recursos tributarios al pago de la deuda.
Dos propósitos se encierran en el modelo neoliberal: por una parte, prestarle dinero al Estado y por la otra frenar la inflación. Con el primero, arrastra la disminución de gasto público para no arriesgar el pago de la deuda y eso significa castrar el principal factor de expansión de la demanda agregada, lo que implica contracción de la economía; con el segundo, que utilizan para no mermar el poder adquisitivo de los papeles de renta fija en que invierten los especuladores significa incrementar el desempleo de acuerdo a la teoría de Philips, que también baja la demanda agregada y con ello la producción del sector real.
Si el sector real, donde está el aparato productivo, no produce, no hay contrapartida para sustentar los valores del dinero en el sector monetario, por lo cual la economía se infla en cifras nominales, pero sin respaldo en bienes y servicios reales. El desbalance va creciendo progresivamente, hasta que se revienta, porque el volumen monetario sobrepasa excesivamente el soporte real, lo cual se manifiesta con inflación, como hoy está ocurriendo en el mundo.
Hoy se está viendo el resultado en la economía global. Recesión universal anunciada, que está alterando los precios del petróleo, fluctuaciones del precio del dólar por la desbandada a compra este activo monetario previendo futuras crisis a corto plazo, inflación desenfrenada que, con la política monetaria neoliberal, esa de usar como instrumento la tasa de interés de referencia, no ha logrado controlar como ocurre en Estados Unidos y por supuesto, alarma en los mercados de capitales donde se concentra el protagonismo del gran capital. Faltan más fenómenos por difundir, pero todos le apuntan a que el modelo del capitalismo rentista o capitalismo neoliberal está escribiendo la crónica de un derrumbe anunciado.