Crónica de dos paisas en Vietnam

Crónica de dos paisas en Vietnam

Donde el café se endulza con leche condensada

Por: Santiago Serna Duque
febrero 02, 2015
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Crónica de dos paisas en Vietnam

Hanói

Casa de Carolina, Brixton, Londres, 28 de Diciembre, 2013.

-¿Para donde?
-Vietnam viejito, Vi-et-nam.
-No mijo eso es muy lejos, y tan peligroso que es, que miedo, eso por allá andan es en guerra.
-No Ito ese país esta tranquilo, la guerra ya termino, y se nos fue pa Colombia.
-Ah bueno mijo, entonces la bendición, acá prendo la veladora y le pido al alma de su papá, su primo y su abuela pa que me lo protejan… oyó.

¿Sirven las oraciones, las bendiciones, los buenos deseos de mi abuelo? No creo, pero que reconfortante es oír su voz rugosa, tierna. Cojo poca ropa: cuatro camisetas, dos esqueletos, dos jeans, 4 pares de medias, 4 calzoncillos; los doblo como rollitos primavera, y en el fondo de un morral con mas correas que una camisa de fuerza, organizo la indumentaria simétricamente. Me calzo los errantes Adidas Superstar percudidos y curvos, hecho mano del pasaporte, la plata, un libro de Henry Miller, doy un ultimo vistazo al diminuto cuarto en el que vivo y me persigno (Sin sentido. No creo). Paris me espera, en ella, mi amigo, mi pana de andanzas. Destino final: Hanói.

Charles de Gaulle, Paris, Francia, 29 de Diciembre, 2013.

“Claude tenía alma y conciencia; también tenia refinamiento, lo que no es bueno… en una puta”, así, con fiereza y en voz alta Lucho leía frases de Miller, todo, mientras esperábamos ansiosos el despegue del A380 de Emirates que nos llevaría de la ciudad luz -con escala en Dubái- a Hanói. Fueron en total 15 horas de vuelo, horas que aprovechamos para reorganizar nuestro itinerario de viaje.

Los planes eran simples, pero a su vez ambiciosos. No queríamos toparnos con una jauría de “Aussies” y gringos sedientos de licor y prostitutas, no queríamos recorrer las mismas pagodas a las que en masa asistían el común de los turistas, no queríamos visitar el Partenón de Ho Chi Minh (Lo conocimos, fue inevitable). Nuestras rutas se encaminaban en dos direcciones: Explorar profundamente la gastronomía vietnamita y CONVERSAR, entablar amistad con sus habitantes. Pretendíamos indagar sus vidas, su cotidianidad, su misterioso presente y oscuro pasado.

Noi Bai, Hanoi, Vietnam, 30 de Diciembre, 2013.

Para ensanchar la cultura lo mejor es viajar, agudiza los sentidos, limita el rechazo, la xenofobia. Cuando pisé el cálido cemento vietnamita, y vi su metódico caos; cuando escuché a los pequeños y delgados hanoienses gritándonos “taxi, taxi” (Posiblemente la palabra mas global); cuando olí la ahumada invitación de sus asados callejeros justo afuera del aeropuerto… supe, desde ese instante, que ese país cambiaria mi vida.

Lucho y yo habíamos pasado mas de medio día en un avión sobrevolando buena parte del Mediterráneo, Emiratos Árabes, el Medio Oriente, toda India, Tailandia, Laos, descendiendo finalmente en Vietnam. Enérgicos en una suerte de trance, tal vez por el jet lag y las innumerables cervezas que tomamos en el vuelo, cogimos un “tuc tuc” (Mototaxi) y le pedimos que nos llevara al mejor sitio para comer delicias callejeras. Inmediatamente, Duoc, nuestro ágil conductor de cara chata, mirada expresiva y ojos porcinos, nos dio una cátedra de cómo se conduce en el país de Ho Chi Minh. Sin importarle las reglas de transito (si es que las hay) tomaba el Camino mas corto rumbo a su destino; bailaba con la moto sobre la vía, entre las opacas calles giraba sin poner direccionales, gritaba a los taxistas, a los peatones, pitaba desesperadamente. Una bala perdida. Bala que en cuestión de minutos y a un precio muy justo (18.000 Viet Dongs= 2.000 mil pesos) encontró ese pequeño oasis de llantas, vapor, y olores confusos, invadido por “Tuc tucs”.

-¡Jia, jia, gud kari! (¡here, here, good curry!)
-Awesome Duoc, thanks so much, let us eat, and well come back.
-¡Ok, ok!

Que como nos entendíamos en medio de un lenguaje tan precario, no lo se. Duoc hablaba, nosotros respondíamos, y en una comunicación babélica siempre coincidíamos.

Entramos en el juego de todos los conductores de Tuc tuc que nos rodeaban. Si ellos ordenaban gigantes cervezas Tiger, nosotros también; si ellos carcajeaban y casi saltaban sobre la mesa, Lucho y yo los imitábamos; y cuando pedían un burbujeante curry vietnamita, los dos colombianitos inexpertos les seguíamos. Pero cuando ellos al probar tremenda bomba liquida no gesticulaban, ni Luis, ni yo, estábamos en capacidad de simularlos.

¡Bum, bum, bum! Pateaba mi estomago, preñado de un liquido brutalmente picante. Yo bebía cada vez mas cerveza. Pero que idiota, la cerveza aumenta el dolor, es como echarle tequila a una fogata, ¿qué pasa?, pues que arde como fuego del infierno, y así estaba mi panza, en llamas. Lloraba, reía, ver la expresión de Lucho como si fuese mi espejo era lo mas divertido y punzante que había sentido en años.

El “Kuri de Duoc” o Ca Ri Ga es un clásico de la gastronomía Surasiática. Normalmente si lo pides en un restaurante vietnamita de occidente pasara inadvertido. Pero cuando estas en un estacionamiento con ebrios y profesionales comensales del Ca Ri Ga, el plato alcanza otro nivel. Los ingredientes son los mismos (Ajo, jengibre, guindilla, limoncillo, pollo, agua, curry, leche de coco, cebolla…) pero en las “ollas” de Hanói le agregan un sin numero de ajíes que agreden, y lo llevan a un punto de hervor no apto para estómagos tímidos.

Las consecuencias de nuestra primera noche de aventuras culinarias en el sudeste asiático fue la esperada. Diarrea. En mi caso sutil. Aunque Lucho no corrió con tanta suerte, una flujo crónico de excremento lo condicionaría por los próximos 15 días de travesía.

Bueno, y que se puede decir de la capital. Pues hombre, una ciudad de dramáticos contrastes. Por una parte la rodea esa mística francesa, donde los galos a finales del siglo XIX modelaron una urbe basada en su colonial arquitectura. Aun presentes: la catedral de San José (imitación de Notre Dame), la opera de Hanói, el palacio presidencial, y demás estructuras que conservan del legado franco. Por otro lado, se ve a una ciudad sumida en el caos que al los pocos días es agobiante. La polución, la contaminación sonora, dan ganas de hallar un lindo lugar y resguardarse en el por horas. El mejor refugio es el Hotel Metropole. Albergó a personalidades como Chaplin, Jane Fonda, George H. W. Bush, François Mitterrand… Curioso dato: Bajo la piscina principal se encuentra un bunker antibombas construido para proteger a sus huéspedes durante la guerra.

Phở

Llamamos a nuestro nuevo mejor amigo, Duoc. Necesitábamos comer algo liviano.

-Hello Duoc, we need something light to eat.
-Ok, ok (La expresión Ok proviene de los norteamericanos en la guerra de Vietnam. Cuando un pelotón salía a combatir y regresaba completo escribían en las paredes OK: 0 Killed) Hanói Pho, very good.

Eso era Duoc, mi querido Duoc. Phở… la palabra mas sonora de todo su vocabulario. El plato mas humilde y gustoso de toda su cocina. Yo fui a Vietnam por ese santo grial, nada mas importaba, ese era el momento.

Sorbían ellos, los del comedor, y mi corazón a punto de estallar. En ese lugar todo era armónico, nada dolía. Me senté en la banquita de plástico de unos treinta centímetros de altura, apoyé mis brazos en la mesa de bambú color marrón, tomé una servilleta, sequé mis manos y frente, miré a los ojos de Lucho, sonreí, casi lloré. De reojo, sobre mi hombro derecho veo pasar una mansa mano femenina, esta sostiene un pequeño bowl blanco adornado con florecitas pintadas, en él, carne de cerdo cruda, fideos de arroz translucidos, brillantes como el buen hielo, y encima unas cuantas hojas aromáticas; todo perfectamente organizado en el centro del plato, dejando espacio a su alrededor para el caldo humeante que hidrataría los fideos y cocinaría la proteína. Rompo con mis palitos la meticulosidad del “emplatado”, la isla de ingredientes se inunda de caldo; torpemente levanto la taza hacia mi cara, y temblando empujo los hilos de arroz con las demás delicias a mi boca. Estallan los sabores. Sí, Dios existe y me lo estoy tragando. Era Pho hanoiense, lo mejor que he comido en vida. Guardo ese sabor en mi corazón.

¡Adiós Hanói!

Sapa y su jungla de Bambú, terrazas de arroz, y pequeñas tribus de nativos norvietnamitas nos esperaba.

A ti, ciudad esquizofrénica te decimos ¡lời chào tạm biệt!. Por dejarnos ver la entraña de tus sabores, de tu cultura, de tu gente, te agradecemos. Por ti Hanói: Amor enfermizo y dócil, amor del bueno.

Los datos:

Su población: 7,000,000 de habitantes aproximadamente. A pesar de ser la capital, Saigón (Ho Chi Minh) la supera en importancia económica.

Si quieres carne de perro pides Tit Cai, muy sabrosa.

El 80% de hanoienses viven del comercio informal, y el cultivo de arroz.

Entre 1010 y 1802 fue el centro político de Vietnam, durante el periodo de la dinastía Nguyen (1802-1945) se vio eclipsada por Hue (Ciudad imperial).

El café en Hanói lo endulzan con leche condensada, jamás con azúcar.

Durante la guerra, Hanói sufrió varios bombardeos al las vías férreas y puentes que la dejaron por un tiempo aislada.

Tan lejos está Hanói de Colombia que realmente queda en la Cochinchina (Zona meridional de Vietnam). El nombre Cochinchine fue puesto por los franceses tras entrar al país en el año 1787.

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