El folclorismo colombiano sigue siendo protagonista en todas las esferas de la sociedad criolla; prácticamente se ha vuelto cultura, algo bastante peligroso que atenta permanentemente contra la racionalidad sociopolítica de la nación. Este fundamentalismo es una bomba de tiempo, permitiéndole a un importante sector de la ciudadanía fortalecer el fanatismo político-electoral que causa nocivos efectos en los electores, reflejándose en retrocesos que indudablemente limitan el desarrollo y progreso de la nación.
En un escenario tan frustrante como el que vive Colombia: paro de profesores, hambruna en la Guajira, parálisis social en Chocó y Buenaventura; sin desconocer el infierno que afronta Tumaco y otros municipios vulnerables, la frase ‘mugrosos hablando de limpieza’, encaja perfectamente cuando referimos la problemática venezolana. Es ridículo ver a muchos medios de comunicación masificando la noticia de la crisis sociopolítica del vecino país, restándole importancia a la encrucijada nacional. Allí estamos pintados los colombianos, reflejando un enfermizo apasionamiento.
La verdad es que la mayoría de políticos colombianos no tienen la moral para criticar, menos, recomendar que hacer ante las circunstancias en Venezuela, y si lo hacen, sus conceptos rayan en lo irrisorio. La hipnotización que viven millones de hijos del ‘Corazón de Jesús’ no les ha permitido diferenciar entre la leche y el agua; para esta gente, les da lo mismo, traducido en envolvimiento cerebral encegueciendo la visión política que debe poseer un pueblo oprimido.
Hay que aceptar el éxito de los medios informativos colombianos respecto a los inconvenientes de la tierra bolivariana; en el momento todos hablan de esta crisis, algunos con tal propiedad como si hubieran vivido dicho suceso. Se ha demostrado que la prensa mal manejada es un arma letal contra cualquier comunidad, llevándola a actuar del mismo lado de sus agresores. La racionalidad criolla no acepta la neutralidad de los análisis, siendo el amarillismo el dominador absoluto de las sensaciones humanas, dando como resultado conceptos inapropiados y desfasados de la realidad.
Los últimos acontecimientos facilitan un análisis con mayor precisión acerca de la parcialidad de la prensa, sobreponiendo noticias externas a las internas que la ciudadanía debe saber, con el fin de que se hagan críticas objetivas y aportes oportunos. La irresponsabilidad nacional ha tocado fondo, hasta el extremo de que sus pobladores se preocupen más por los infortunios de la cuna de Simón Bolívar que la calamidad política y económica colombiana.
El entretenimiento venezolano juega una mala pasada a las peticiones de distintos sectores de la sociedad nacional que desde hace días insisten en manifestar sus dolencias, hasta la fecha sin repercusión en el seno del gobierno nacional. La estandarización de la problemática en otros tiempos hubiera puesto a temblar al ejecutivo, más cuando su nivel de popularidad no sobrepasa el 20%. Infortunadamente, estos esfuerzos de rebeldía popular no han logrado el objetivo porque la telenovela venezolana tiene encantada a la gente de Colombia.
Es asombroso escuchar a personas que nunca leen o atienden noticias hablar con propiedad de un tema tan complejo como el de Venezuela, mientras desconocen su problemática; incluso, defienden posturas neoliberales que sistemáticamente destruyen la sensibilidad y dignidad de las clases menos favorecidas. Es aplaudible la protesta del departamento de Chocó, una de las jurisdicciones con mayor índice de corrupción y pobreza monetaria.
‘Mugrosos hablando de limpieza’ se observan por estos días en todos los niveles de la población. Las críticas al gobierno de Maduro son pan de cada jornada; empezando desde los mismos pulpos informativos, replicado por la masa popular como ondas en el universo, abandonando por completo los sucesos internos que dirigen al país a un callejón sin salida. Bien estuvo el mensaje del presidente de la República Bolivariana a su homólogo de Colombia, que no se meta en sus asuntos, que atienda los propios.
Aquí no pasa nada dijo en estos días un cierto ministro, el problema es en Venezuela, y se debe intervenir para salvar la democracia del hermano territorio. Irónicos y descontextualizados se escucha estos conceptos, sin darse cuenta que la mugre se la carga acá con mayor concentración que el vecino. Estratégicamente ‘Juanpa’ se la juega con este distractor que en el fondo le arroja excelentes resultados, ocultando una Colombia muy cochina y contaminante.