La celebración de la vigilia pascual es la fiesta más importante para el orbe católico. Toda la fuerza de la iglesia nace en esta festividad, en la que celebramos la victoria de Jesucristo sobre el pecado y sobre la muerte; señalando que esta, la muerte, no tiene la última palabra, pues ha sido destruida en la noche santa en la que Jesucristo ha roto las cadenas que nos ataban a Satanás. Por eso gritan unánimes: ¡Oh muerte! ¿Dónde está tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?
La iglesia pasa de la cuaresma (un tiempo de oración, ayuno y limosna iniciado el miércoles de ceniza, en el que se reconoce que el hombre es solo polvo y que no es nadie si no tiene a Dios) a un tiempo de alegría (en el que cantamos con alegría el Gloria a Dios en el Cielo y el Aleluya, que han sido suspendidos hasta la noche de las noches, en las que se celebran cuatro momentos divididos en cuatro nocheS).
La primera noche es la noche de la creación, en la que se lee el libro del Génesis, reconociendo que somos creación de Dios y que de Él proceden todas las cosas. La segunda noche es la noche de la fe, en la que vemos cómo nuestro padre Abraham, a pesar de haber buscado un hijo durante toda su vida y que Dios se lo había dado en una edad avanzada, no escatima el entregárselo y con él abandonarse completamente en el Señor, por eso Dios lo bendice y le promete una descendencia tan grande como las arenas de la playa y como las estrellas del cielo. La tercera noche es la salida de Egipto, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad, haciendo una premonición del paso de la muerte a la vida que iba a dar Jesucristo y nosotros junto con Él. Finalmente la cuarta noche es la resurrección, culmen de la vida Cristiana, y donde, como lo dijimos anteriormente, reconocemos que ya la muerte no tiene poder porque ha sido derrotada por la vida de Nuestro Señor Jesucristo.
La celebración entonces, como dijimos anteriormente, se divide en cuatro momentos los cuales son: en primer lugar el lucernario, en el que se bendice el fuego que va a acompañar la vida del cristiano, irrumpiendo las tinieblas en las que vive el mundo a causa del pecado. El segundo momento es la liturgia de la palabra en la que se escuchan atentamente siete lecturas del antiguo testamento y dos del nuevo testamento para un total de nueve lecturas en las que se irá adentrando en el misterio de las cuatro noches anteriormente señaladas. El tercer momento es el rito bautismal, una riqueza antiquísima de iglesia, porque era en esa noche en la que se ingresaba al seno de la Iglesia a los catecúmenos que habían tenido una preparación exhaustiva donde se les catequizaba en la grandeza de Jesucristo y en la misión que habían de recibir, porque en ese tiempo quien se hacía cristiano firmaba una sentencia de muerte por hacerse enemigo del César; por eso es que es común ver tantos mártires en los primeros cuatro siglos de la Iglesia que sufrieron la muerte por parte del Imperio Romano. En este momento se siente la alegría del pueblo de Dios que es la Iglesia por ver el nacimiento de nuevos hijos en la fe. Finalmente, el cuarto momento es la Liturgia Eucarística en la que los hijos son alimentados con los manjares del cielo, no con la carne de un cordero que era sacrificado sino con la Sangre del Verdadero cordero que es Jesucristo, sacrificado para el perdón de los pecados de toda la humanidad. Por eso es que mientras los judíos sacrifican un corderito, los cristianos conmemoramos la entrega de Jesucristo a la muerte por la salvación de todos.
La vigilia pascual se celebra siempre en el mes de Nisán, según el calendario judío, que hoy serías para nosotros el mes de marzo-abril o en el signo zodiacal aries, que es representado por un cordero, signo de la pascua judeocristiana.
Sintamos que nosotros somos también salvos por la sangre de Jesucristo, que así como Jesús descendió al infierno, como lo profesamos en el credo, para rescatar a Adán, a Eva y a los demás que se encontraban allí a causa del pecado, así también hoy Jesucristo es capaz de rescatarnos de nuestros infiernos, arrancar nuestras tristezas y llevarnos a la nueva luz, esa luz que no tendrá ocaso en la vida del hombre.
