Leer en El Espectador la reseña de Aura Lucía Mera al último libro de Fernando Vallejo me devolvió a leer El Cristo de Velázquez de Unamuno para titular esta nota. Podemos amar u odiar a ese cadáver insepulto, pero cuando en este país se vuelven a poner sobre la mesa los temas gruesos cimbran los resortes del partido de gobierno y uno tiene que salir, otra vez, a darle la razón a ese hijueputa paisa blasfemo cuando habló de La puta de Babilonia.
Para hacer el trabajo de los parlamentarios cobardes están las altas cortes: ahí tenemos, pues, un nuevo fallo de la Corte Constitucional alrededor de la eutanasia, derecho vuelto derecho hace 23 años —los mismos años que senadores y representantes no se han atrevido a convertir en ley estatutaria—. “Se están saltando el legislativo”, trinan con ira santa los senadores de la Colombia Justa y Libres, y condenan el fallo porque “solo Dios puede dar y quitar la vida”.
Ese discurso pierde piso cuando en la consciencia nacional el número 6.402 es ya un tatuaje de la vergüenza que llevamos en la piel. ¿En serio, senador John Milton Rodríguez?, ¿solo dios da y quita la vida? Ese dios de ustedes que dio y sigue dando las órdenes ya suma desde 2016 un firmante de la paz asesinado cada semana; volvieron las masacres, ya no hay morgue para tantos líderes sociales y ambientales; y ya perdimos la cuenta de los jóvenes que han muerto, desaparecido y quedado tuertos durante el paro nacional.
Pretenden implantar su visión como la única visión basados en unas mayorías de las que se creen dueños, olvidando que es el argumento contramayoritario lo que inspira la democracia, porque así se garantizan los derechos de las minorías. Derecho a no creer en su religión y a creer en otras religiones, cosmogonías y cosmovisiones. Derecho a amar a quien aman. Derecho a casarse con quien les dé la gana. Derecho a tener o no tener hijos.
El punto es que, educados más para obedecer que para pensar, confunden derechos con obligaciones. El matrimonio igualitario no te obliga a casarte con alguien de tu mismo sexo; el derecho al aborto no te obliga a abortar; y la libertad de culto no te obliga a ser ateo o judío o católico.
De hecho, el nuevo fallo sobre la eutanasia no te obliga a pedirla a tu médico: amplía y abriga el derecho a morir dignamente y quita los obstáculos que han tenido que enfrentar quienes han optado por ese camino íntimo y muy personal para parar el sufrimiento.
El llamado a los dueños de la verdad que se han apropiado de dios es a dejar de señalar, acusar, juzgar, condenar, discriminar, estigmatizar, excluir y segregar a los que piensan y sienten diferente. Si en algo han sido exitosos es en haber convertido la iglesia de Jesús en todo lo que él combatió.
Quizás algún día la ciencia logre aislar el gen de las ideologías políticas y sea posible saber si el feto en formación será comunista al nacer. Ese día, podemos estar seguros, los fascistas volverán obligatorio el aborto. Pero esa distopía me la guardo para una próxima columna.