¿Por qué lloras, Cristiano Ronaldo? Te lo voy a decir:
Lloras de rabia, ira, impotencia, desasosiego, frustración y decepción. No es para menos. También, lloras porque Marruecos, un país africano, derrotó a tu equipo.
Le ganó con un gol de cabeza de Azizi, quien saltó 1.78 metros para cabecear el balón hacia el fondo de la red de Portugal. Azizi saltó 20 centímetros más que tú, que te creías el mejor saltador-cabeceador del mundo.
Sí, te ganó por 20 centímetros, ni más ni menos. Además, para mayor indignación tuya, este gol (por la altura alcanzada) ha sido catalogado (hasta el momento) como el mejor de este mundial.
No eras el mejor saltador, Cristiano Ronaldo, como lo pregonabas a los cuatro vientos. Un africano desconocido te lo demostró.
Sin embargo, esas lágrimas no son por Portugal, tu país. Tú lo sabes, yo lo sé, todos lo sabemos. Si a duras penas has vivido ahí. Has pasado más de tres cuartas partes de tu vida en las mejores y más lujosas ciudades de Europa.
Eso sin contar con que has jugado en todos los equipos de primerísima categoría que has querido y has ganado reconocimientos por ello. No en vano tienes un inmenso salón destinado a alojar los cientos de premios que el fútbol te ha dado.
También tienes dinero por montones. Los penthouses y las mansiones, además de otras propiedades como autos, yates y hasta jets privados, no se compran solos.
¡Lo tienes todo! Bueno, no, casi todo. Te falta una cosa, una cosa importante: la copa del mundo. Y eso sí que te mata.
Pero te lo buscaste. En los partidos, sin importar el equipo en el que juegues, solo tú quieres hacer los goles. Jamás le pasas el balón a tus compañeros, así estén mejor ubicados que tú y tengan más chances de hacer un gol.
Sí o sí tienes que ser tú quien patee el balón, así lo mandes por encima de las tribunas. Y no admites que un compañero te reclame que tiene mejor posición para anotar. Encima gritas, ofendes y maltratas a tus colegas de equipo por no hacer lo que tú.
Aparte, te crees intocable. Por eso no quisiste aceptar cuando el entrenador (a quien contradecías en el vestuario) te mandó a la banca dos veces durante este mundial. No soportabas la situación. Lo querías matar.
La última vez que te castigó por romper sus esquemas de juego te saliste de tus cabales. ¿Acaso está mal que pagues las consecuencias de ser arrogante, avaricioso, codicioso y envidioso?, ¿de acaparar el balón y mandar al carajo a tus compañeros?
Tu gesto grosero, ofensivo, irrespetuoso e insultante hacia Fernando Santos (lo vio todo el mundo por televisión) fue inaceptable. Para bien o para mal, él era tu jefe directo (contratado por la Federación Portuguesa de Fútbol) y lo denigraste sin razón.
Si no te gustaba el entrenador, ¿por qué aceptaste estar en su equipo? Si tanto te molesta tener compañeros y prefieres jugar solo, ¿por qué no buscas otro deporte, uno que sea individual? No te desgastes sin razón.
A propósito, ¿ya superaste la rabia que te dio cuando viste que el jugador que te reemplazó hizo tres goles? ¡Tres! ¡En el mismo partido! Uff, ¡sí que te humilló! Te mostró que otros también pueden y que tú no eres el único.
En fin. Lloras porque sabes que probablemente este fue tu último mundial (ya que para el próximo tendrás 42 años) y nunca lograste lo que tanto anhelabas. A pesar de todos los demás premios ganados, nunca conseguiste el santo grial del fútbol.
No obstante, no lo merecías. Tu comportamiento dentro y fuera de la cancha, además de tu irrespeto hacia tu jefe y tus compañeros, te restan méritos para ser merecedor de la copa del mundo y poder sostenerla entre tus manos. Nada de esto permitirá que seas recordado con el mismo cariño que Pelé y otros grandes.
¿Acaso estarás pagando el karma de todas tus malas acciones? Debió ser abrumador que en el mismo partido te hayan expuesto como la persona que eres, mandado a la banca, demostrado que no eres el que más salta para anotar goles de cabeza y reemplazado con buenos resultados.
Ay, por todo eso lloras, Cristiano Ronaldo. Tu plata no lo es todo. Buen viaje a casa y disfruta la final del mundial en la pantalla gigantesca de tu sala de cine.
Ah, y cuando veas que el capitán del equipo que se corone campeón levante la copa, lánzale tu copa de trago; pero no te preocupes, la pantalla también es blindada.