Salgo de mi lugar de residencia, una vecindad apacible de la capital cercana al eje ecológico del parque Simón Bolivar, y el canto de las aves y la pureza del aire son anulados por nuestro desorden y contaminación. Es el día de los derechos humanos y con solo intentar cruzar una calle es claro que cualquier vehículo pasaría por encima de mi cuerpo antes de considerar cederme el paso, tal vez con la excusa de tener la vía, o el semáforo o mucha velocidad, un eufemismo completo. La experiencia del transporte público es un caos, por carencia en planeación, por la inseguridad, porque no es normal para seres humanos inteligentes.
Nuestra vida diaria está llena de situaciones que evidencian el desmoronamiento de los valores cívicos, por no nombrar los morales. Carece de lógica el comportamiento humano, tan patético, que si tan solo nos comportáramos como hormigas o abejas o cualquier otra criatura social, ese discurso de los DDHH tendría validez.
Como extractado de una comedia, los que hablan de derechos humanos se ríen en nuestra cara, porque son los mismos que envían tropas a zonas de conflicto, entrenando personas para matar con "la bandera de la paz" enarbolada en sus campamentos, como si la muerte de algún ser humano —como suceso resultante— fuera distinta a la de otro, que es igual en especie y semejanza. ¿Qué le pasa a la humanidad, nosotros, que no entendemos que la vida es sagrada, que los DDHH deben dejar de ser objeto de comercio de gobiernos e instituciones para mantener el control de nuestro desarrollo social?
La pregunta "¿qué nos pasa?" se ha realizado de mil formas y ha sido formulada desde diversas áreas como la política, economía, filosofía, teología, neurociencia, ingeniería, entre otras vertientes. Así mismo se han planteado respuestas, muchas predecibles con solo leer la etiqueta de su autoría; pero después de leer muchas de ellas, tengo certeza de que ustedes, lectores y lectoras, concordarán conmigo en que la educación juega un papel vital para tratarnos mejor, para cuidar de nuestro entorno y ser responsables de nuestra vida y recursos.
Actualmente la educación se piensa como inversión, como un proceso de aprendizaje temporal de la teoría y la técnica de un oficio que permite acceder a oportunidades de desarrollo laboral/profesional/intelectual. Pero, ¿dónde está el entendimiento de ese proceso dentro de nuestro rol como parte de una sociedad? ¿En qué punto se proyecta la formación académica para que seamos mejores personas, ayudemos a nuestros conciudadanos e interactuemos con inteligencia con el entorno donde vivimos? La exclusión de esta etapa fundamental en cualquier materia de estudio nos desconecta de la realidad, y por eso solo se implanta en las mentes de los graduandos la idea de retribución y no de contribución, develando este hecho la arquitectura del sistema.
Por eso, las soluciones que existen para proporcionar vivienda, alimento, sistemas de transporte, salud, educación etc, no se ponen al alcance de las personas, porque el establecimiento del bienestar individual y social destruiría los fundamentos sobre los que se soportan todos los sistemas corruptos. El inducir a los estudiantes al auto-análisis de su rol en la construcción civil potencia las aptitudes, destrezas y capacidades cognitivas para contextualizar y modelar la realidad, integrando el aprendizaje con los desafíos actuales y futuros, permitiendo entender el significado de los sistemas establecidos para proponer nuevos paradigmas. En resumen, dicho autoanálisis es el núcleo de las estructuras sociales de los seres vivos que evolucionan abriéndose paso entre los desafíos que les presenta su entorno, muy diferente a la degradación que experimenta la sociedad de nuestro país, hablando del radio de influencia directa de los colombianos.
Por consiguiente, es menester que se impulse una reforma educativa que permita el acceso a la formación académica y, aún mejor:
1. Conexión de la visión de la sociedad colombiana con los programas educativos. Ejemplo: Colombia tiene costas en 2 océanos y es el país #2 en biodiversidad de anfibios y plantas, pero no existen programas de Oceanografía en ninguna universidad colombiana, ni estudios superiores de medicina que integren las investigaciones de las propiedades medicinales de las plantas en los tratamientos médicos convencionales.
2. Inclusión de análisis de proyección de la realidad social en cada materia de estudio. Ejemplo: Bogotá va a construir un sistema complejo de transporte masivo pero no hay programas en universidades colombianas para atender esta necesidad. ¿Por qué los ingleses, canadienses, americanos, entre otros explotan los minerales de nuestro país y no empresas colombianas?
3. Último ciclo de todo programa: creación de empresas sociales.
Si la reforma educativa se conecta con una reforma laboral y salarial, entonces cobraría sentido invertir 5 años en educación. De lo contrario, en el mismo tiempo, en lograr un grado para recibir un salario que no permite la mínima cobertura de las necesidades básicas ni el pago de la inversión realizada, se puede trabajar en la informalidad pensando en una microempresa a futuro.
Ningún gobierno va a contratar expertos extranjeros para crear empresas nacionales y entonces dominar las áreas del conocimiento donde Colombia tiene carencia o falencia. Perdería la gracia la tajada que obtienen "ciertas personas y estructuras plenamente identificadas" de los negocios con multinacionales. Y a ningún gobierno le interesa esta reforma, porque empoderaría a los ciudadanos a un nivel que saldría del control de las élites que mantienen el dominio administrativo de nuestro país.
La utopía dibujada, la realidad cruda y fría.
Soñamos con un mundo mejor, para nosotros y los pequeños a nuestro cargo. Por el día en el que en nuestras facultades de pensamiento y motivación estén el respeto y la tolerancia en primer lugar. Pero mientras continúe predominando en nosotros la idea de "el fin justifica los medios", "usted no sabe quién soy yo" y toda manifestación ajena a nuestra capacidad para hacer el bien, ni un buen gobernante, ni tener todas las soluciones tecnológicas, harán de nuestro país un lugar donde "el bien germine ya".