Este lunes 29 de agosto, al menos 15 manifestantes murieron y otros 28 resultaron heridos en el corazón de Irak durante las violentas protestas que se generaron después de que el clérigo chiíta, Muqtada al Sadr, comunicara su renuncia de la vida política nacional.
“Había decidido no intervenir en los asuntos políticos, pero ahora anuncio mi retirada definitiva y el cierre de todas las instituciones del bloque sadrista”, expresó a través de un comunicado.
La tensión que padece la nación de Medio Oriente ha generado una parálisis política que no permite el normal funcionamiento del territorio y este anuncio del referente chiíta hace difícil el retorno de la situación.
Con manifestantes acampando a las afueras del Palacio Presidencial, se produjeron imágenes similares a las vividas en Sri Lanka hace un mes, donde los civiles tumbaron vallas y perpetraron las instalaciones de la sede de Gobierno.
Los enfrentamientos se dieron en la Zona Verde, el área fortificada de Bagdad que incluye los principales edificios administrativos, como el Palacio Presidencial y el de Gobierno, ambos asaltados por los sadristas.
Previamente, decenas de miles de fieles al clérigo se desplegaron por las calles de la capital iraquí y regiones del sur. Luego del avance a las instalaciones gubernamentales, las autoridades anunciaron toques de queda, los cuales fueron ignorados.
Todo esto sucede después de que miles de seguidores de Al Sadr continúan una vigilia por cuarta semana consecutiva frente al Parlamento.
El presidente, Barham Saleh, pidió calma tras reunirse con el primer ministro, Mustafa al Kadhimi, y miembros parlamentarios y del Poder Judicial.
En tanto que Naciones Unidas manifestó que este momento es “extremadamente peligroso” y llamó a que se terminen los actos violentos. Estados Unidos pidió “diálogo” en esta situación “preocupante”, según calificó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby.
La parálisis política en Irak
El retiro del clérigo chiíta, Muqtada al Sadr, fue el último gran golpe en un contexto donde Bagdad tiene un funcionamiento congelado y ahora se repiten los hechos violentos entre seguidores del religioso y fuerzas de seguridad.
El freno político ya lleva diez meses en el territorio árabe por la impericia mostrada por un Parlamento completamente fragmentado para elegir un nuevo presidente y formar la próxima administración.
Al Sadr, que pretendía componer un Gobierno que excluyera a aquellos afines a Irán, insistió en proclamar elecciones anticipadas y a disolver el Parlamento, alegando que ningún político que haya estado durante la invasión estadounidense en 2003 debe ocupar un lugar.
El bloque sadrista, poseedor de 73 de los 329 escaños de la Cámara, ganó las elecciones de 2021, pero debido al reiterado boicot a las propuestas de Al Sadr llevó a la dimisión de todos los diputados del espacio, ejerciendo presión en las calles.
Con el acampe de los fanáticos en las puertas, el Ejecutivo tuvo que suspender sus labores indefinidamente. Ni siquiera dos toques de queda promulgados luego de la salida de Al Sadr torció la voluntad de los civiles.
“La suspensión de las instituciones del Estado es una cuestión peligrosa que pone en grave riesgo al país y a los intereses de los ciudadanos”, exclamó el presidente Barham Saleh.