Crisis en Venezuela

Crisis en Venezuela

Como ocurre en la humanidad, en general, unos pocos viven muy bien a costa de muchísimos que la pasan muy mal

Por: Camilo Villegas
julio 27, 2018
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Crisis en Venezuela
Foto: La Patilla

Vaya ahora mismo si puede a la cocina de su casa, reúna una cubeta de huevos, una bolsa de azúcar, una bolsa de sal, un tarro de aceite, una barra de mantequilla y una bolsa de leche. Observe durante 30 segundos el conjunto y considere que ese mercado alimenticio sería un tesoro ahora mismo en Venezuela, por ejemplo. Pero si a usted le da pereza reunir tantas pendejadas, abrir tantos armarios, ir de aquí para allá, tome de la nevera una botella de agua e imagine la riqueza que su posesión significaría en algunos países de África. Resulta fácil pensarlo, entenderlo no es tan sencillo. No nos engañemos: no hay manera de entenderlo, de la misma manera que no se puede concebir que solo 300 personas posean tanta riqueza como el 80% del resto de la humanidad.

Si tiene la suerte de saber algo de matemáticas, llegará en cualquier caso a la conclusión de que, se vea por donde se vea, el asunto es más bien inhumano. Tanto estudio, tantas madrugadas, tanto prevenirnos en la universidad, tantos funcionamientos sociales y leyes, y no era más que esto: que unos pocos vivan muy bien a costa de muchísimos que lo pasan muy mal.

Lo soportamos porque no lo entendemos. ¿Cómo explicar, si no, que haya policías que por un sueldo modesto defiendan un orden semejante? Y cuando hablo de policías me refiero también a jueces, a presidentes y empresarios, por no mencionar a periodistas, deportistas, publicistas y a grandes escritores. No se amontonen: también me incluyo. Si yo hubiera entendido realmente lo que significa reunir sin esfuerzo, sobre la mesa de la cocina, en cuestión de segundos, la riqueza mencionada al principio de este escrito, ya me habría vuelto loco. Pero aquí estoy, más cuerdo que nunca, haciendo ejercicios de retórica con los huevos y el aceite, la mantequilla y la sal que no tienen en Venezuela. Decía mi abuela que con la comida no se juega, pero estaba equivocada la pobre, como en tantas otras cosas. Si con algo hemos acabado jugando es con las cosas de comer. El mundo es un juego de monopolio Tío Rico. Lo mejor, para ganar, es no entender sus reglas. Vamos bien.

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