Desde su creación, las residencias de la Universidad del Cauca fueron no solo un sitio donde vivir sino un hogar y la esperanza de aquellos que no podían costearse un arriendo en la cuidad blanca y así desarrollar sus estudios junto a decenas de jóvenes de distintas regiones del país. Aunque las condiciones de la planta física son deplorables, los residentes han alcanzado grandes reconocimientos tales como la obtención de matriculas honor, además de proyectos con enfoque social y medioambientales. Por ejemplo, el sistema de movilidad en bicicleta o el reciente otorgamiento de tesis honorífica a dos residentes en su investigación de soberanía alimentaria en el municipio de Cajibio, entre muchos otros; sin embargo, en varias ocasiones se les dice que son una carga para la universidad sin reconocer sus méritos y logros.
El rector Juan Diego Castrillon, exresidente, impulsa hoy políticas autocráticas encaminadas a destruir no solo las residencias universitarias sino todo un sistema de cultura y bienestar universitario a través de reformas, resoluciones y la derogación de acuerdos tales como el 040 de 2003, que fue el fruto de luchas y constantes movilizaciones estudiantiles lideradas por los residentes, en las que algunos, en forma de protesta, se tomaron la rectoría y se cocieron la boca literalmente. Con la reforma al sistema de cultura y bienestar desaparecieron el comité interno y el comité de bienestar, los órganos encargados de regular las residencias; hoy ni siquiera hay quien pueda asignar cupos de tal modo que 24 de los 144 no han podido ser asignados en las residencias. Aun no se ha ejecutado ni un solo peso de los 90 millones pactados en el paro del 2013 para la reparación de las instalaciones.
Las residencias universitarias llevan mas de 100 años brindándole un techo a jóvenes del Cauca, Nariño, Valle, Huila y Caquetá entre muchos otros sectores del país que luchan por estudiar y cumplir parte de sus sueños, hacia 1980 las residencias Tuto Gonzales ofrecían 400 cupos, pero después del terremoto en 1982, los beneficiarios del programa fueron engañados y sus cupos se redujeron a 144, una disminución del 64 % de cupos que amenazaron con la desaparición de las instalaciones universitarias de no haber sido por la toma del edificio que actualmente funciona como las residencias 4 de Marzo, y la improvisación de unas casetas de lata que funcionan hoy como las residencias femeninas 11 de noviembre. En estos días la situación se podría repetir: hay dos amenazas latentes, un cerramiento administrativo y un derrumbamiento de la planta física; es decir, todo aquello por lo que miles de estudiantes han luchado durante décadas se podría perder y no ser más que un recuerdo como lo son hoy las residencias de la Universidad del Valle que desparecieron el 16 de mayo de 1981.
Hoy la universidad sufre una gran crisis en todos los ámbitos, que no solo afecta a los residentes sino a toda la comunidad universitaria. Los problemas van desde la pasividad estudiantil hasta la viveza y la descarada política de la administración encabezada por Castrillón que solo busca reformar toda la universidad para cumplir los mandados de fuerzas externas enemigas de la universidad pública. No es gratis que en menos de cuatro años la institución haya pasado de la novena a la decimosexta posición según el Ranking U-Sapiens Colombia. Un ejemplo de esta política son los programas de regionalización que serían muy buenos para la población caucana de no ser por las matrículas superiores al millón de pesos, sin importar que los estudiantes en dicha modalidad tomen algunas de sus clases en la cuidad blanca, por lo que los programas de regionalización, como están estructurados actualmente, son solo una excusa para privatizar la educación en el Cauca.
A este paso a nadie le va interesar estudiar en una universidad en la que no se investiga, en la que no se compran los implementos para los laboratorios y se tiene el descaro de firmar acuerdos para que estudiantes externos a Unicauca vengan a usar los laboratorios cuando ni siquiera hay oferta para los propios unicaucanos. Nadie querrá ir a una universidad que no cumple sus promesas, en la que la voz del estudiante no vale. Sin lugar a dudas los residentes tendrán que luchar junto a toda la comunidad estudiantil, no solo por las residencias sino también por un sistema de cultura y bienestar para los estudiantes, un sistema construidos entre todos y para todos, no solo a conveniencia de las directivas. Ha llegado la hora de despertar y rescatar la universidad pública, de recuperar lo que les han arrebatado, de levantarse y decir 'no más'; de librar las justas luchas estudiantiles porque mañana serán los niños del sur del país quienes vayan a la universidad pública del Cauca.