Desde las protestas que desencadenaron una guerra civil en Siria en el año 2011, el país se ha convertido en un pequeño infierno, donde siete años después la destrucción, la pobreza, la muerte y los atentados son el pan de cada día.
Estas circunstancias han forzado a gran parte de su población a migrar hacia otros países, en donde a pesar de las malas condiciones de vida —tales como hacinamiento, falta de alimento, trabajo y de estudio— al menos están a salvo y pueden sobrevivir.
Turquía, en frontera con Siria, es uno de los países con mayor cantidad de refugiados. Aproximadamente 3’000.000 sirios han escogido este país como su segundo hogar, o se han visto casi obligados a hacerlo debido a los acuerdos económicos y políticos entre la Unión Europea y Turquía. Estos fueron firmados dos años atrás con el objetivo de retener el flujo de migrantes que perdían la vida en el Mediterráneo o que lograban llegar en busca de asilo a las islas griegas y posteriormente a otros países como Francia, Italia, y Alemania principalmente.
La continua devaluación de la Lira turca, que ha caído alrededor del 40% en lo que va de este año según The Spectator Index, se debe en parte, entre otros factores, a la tensa relación política entre Washington y Ankara. Como consecuencia aumenta cada vez más la inflación y afecta gravemente no solo a sus ciudadanos sino también y en gran medida a los migrantes sirios, que en su mayoría trabajan en negro, por lo cual carecen de cualquier tipo de seguridad social. Debemos aclarar que aunque un pequeño porcentaje de los refugiados tienen asistencia de algunas organizaciones respaldadas por Naciones Unidas y la Unión Europea, la mayoría se encuentran desprotegidos y desvalidos ante los fuertes cambios económicos que se ha presentado estos últimos meses en Turquía
El aumento constante en los precios de alimentos tan básicos como huevos, leche, aceite o mantequilla, así como también en los alquileres, perjudican de manera considerable su nivel de vida, ya que sus salarios a diferencia de los de sus colegas turcos no suelen aumentar y son más bajos tanto para los hombres como para las mujeres, siendo incluso más bajo el de ellas. En el caso algunas familias numerosas donde solo uno de ellos tiene un trabajo que ronda las 12 horas diarias, la situación es cada vez más preocupante, ya que incluso las pequeñas tiendas que comercializan productos sirios y que anteriormente solían ser más baratas que las turcas han elevado notoriamente el precio de sus artículos, aprovechando la crisis financiera y dejando sin muchas opciones a compatriotas que cuentan con bajos salarios.
La crisis financiera en Turquía empuja más hacia el límite de la pobreza a aquellos refugiados que vivían apenas con lo necesario y a quienes los aumentos continuos los llevan en algunos casos a contemplar la idea de regresar a Siria, a pesar de la todavía crítica situación que se vive en el país árabe, que está la espera de uno de los peores golpes de guerra en la provincia de Idlib, último bastión sirio aún bajo control rebelde y donde casi 3’000.000 de habitantes intentar proseguir con su vida de manera normal, entre otros que prefieren huir, mientras el gobierno de Bashar Al Assad se reúne con políticos de otros naciones para decidir cuál será su futuro.