La historia de la humanidad ha sufrido drásticos cambios a nivel social y cultural con el transcurrir de los años, entre ellos los diferentes desarrollos de la técnica y la tecnología se conjugan como una verdadera “revolución”; en épocas remotas la invención del arado logró transformar la economía y las formas de producción de la antigüedad, hoy el desarrollo de la internet y las redes sociales son el canal de comercialización más fuerte del mercado y sin lugar a dudas mutaron nuestra vida y formas de ser en comunidad.
No solamente han cambiado los medios de producción del capital, sino que las redes sociales se han introducido tanto en nuestras vidas que pasamos horas conectados al Facebook, Messenger o WhatsApp y nuestro corazón acelera su ritmo cardíaco con el vibrar o sonar de una notificación. Es así que podríamos plantear algunas preguntas: ¿será que para la época de la modernidad y el surgimiento de la imprenta las personas se alarmaban tanto por escuchar la llegada de quien distribuía el periódico? O tal vez ¿serían capaces de publicar en esta “red social” sus fotos personales en ropa interior? Estas cuestiones nos llevan a interrogarnos por la influencia de los medios de comunicación en la construcción de la intimidad y de la imagen de nuestro cuerpo en estos tiempos.
La influencia de estas nuevas tecnologías en la vida personal conlleva a generar nuevas visiones de la sexualidad, la intimidad, el amor e incluso el odio en los seres humanos, cuestión que afecta mucho más a los jóvenes que están en un proceso de formación temprana:
“La revisión de los problemas de Imagen Corporal en adolescentes y jóvenes (Maganto, 2011a) muestra una excesiva preocupación por el aspecto físico y una sobrevaloración del cuerpo en ambos sexos, en especial la Imagen Corporal (IC) negativa que influye en mayor grado en mujeres que en hombres (Grabe, Ward y Hyde, 2008; Maganto, 2011b). La valoración negativa por parte de los iguales es uno de los factores que más tempranamente desarrolla alteraciones de insatisfacción corporal, ocasionando problemas emocionales en chicos y chicas (Storvoll, Strandbu y Wichstrom, 2005; Wiseman, Sunday y Becker, 2005)” (Peris, Maganto, & Kortabarria, 2013).
Con este panorama es preocupante encontrar casos en los que niños, niñas y adolescentes chatean y comparten contenidos digitales, pero no son capaces de establecer conversaciones amenas y de calidad con las personas que están a su alrededor, haciéndose muy tímidos al refugiarse en una realidad virtual repleta de información en video, audio e imagen, pero escasa de sentimientos y afectividad.
Inclusive las nuevas relaciones amorosas están siendo abarcadas a partir de estos medios de comunicación, conllevando a grandes riesgos en lo que respecta a la imagen personal y la emotividad en cuanto que las negativas, desprecios o rechazos por parte de sus compañeros son cada vez más frustrantes para los individuos al no saber cómo asumirlos o como ejecutarlos con mayor sutileza para no lastimas a las otras personas.
Hoy en día están de moda los llamados “memes”, imágenes de personas o situaciones que se editan para transmitir una idea o intensión específica respecto a alguien o algo, ya sea un chico con mala suerte, una persona con un aspecto físico particular o expresiones morbosas y sexuales que atentan contra la integridad de cualquier ser humano denigrándolo y desprestigiando su dignidad.
Así pues las redes sociales permiten difundir rápidamente estos mensajes de odio y de segregación de las personas, además de su imagen personal como individuo la cual se convierte en un elemento de uso público.
“Los adolescentes han retomado un conjunto de elementos culturales y tecnológicos disponibles en la cultura global actual, dándoles un significado acorde con sus necesidades personales, sexuales y sociales (Menjívar, 2010; Wolak, Finkelhor y Mitchell, 2012). Estos utilizan las publicaciones de imágenes y textos en las RS para la construcción de su identidad, elicitando problemas importantes de imagen corporal y virtual (Escobar y Román, 2011; Lenahrt, Purcell, Smith y Zuckuhr, 2010; Presnell, Pells, Stout y Mutante, 2008). El uso de la fotografía en las redes sociales se ha extendido de forma masiva y normalizada, dando lugar al fenómeno llamado “sexting” (De Domini, 2009; Guan y Subrahmanyam, 2009). Chicos y chicas publican imágenes en sus perfiles y en ocasiones son imprudentes en lo que cuelgan, tanto en las fotografías estéticas y eróticas, como en los contenidos (texting) que expresan (Maganto y Peris, 2013 en prensa)” (Peris, Maganto, & Kortabarria, 2013).
Es necesario entonces que los jóvenes nos preguntemos por: ¿qué clase de contenido digital estamos compartiendo en las redes sociales? Y si en verdad podemos confiar en que las personas a quienes enviamos nuestras fotos y videos personales van a guardar con respeto este material, o si la plataforma que utilizamos para compartir estos contenidos posee políticas de privacidad que protejan nuestra información. En un artículo del diario el país sobre esta problemática encontramos que “el usuario acepta ceder datos a cambio de un servicio gratuito. Los algoritmos usan esa información para determinar los intereses del usuario. Las firmas publicitarias pagan por ello. No solo se extraen datos de lo que se cuelga públicamente… sino también de la localización, de los mensajes privados” (Elola, 2018).
Es esta la situación a la que los desarrollos tecnológicos nos retan como seres humanos para dar un uso positivo o perjudicial a las herramientas de comunicación inventadas por nosotros mismos, es también una oportunidad para reflexionar a la hora de “pasar el pack” (expresión actual utilizada para solicitar material con contenido sexual de una persona) y empezar a recuperar nuestra condición humana que está en crisis respecto al respeto, la emocionalidad, la sensibilidad, la sexualidad responsable y la construcción de la autoimagen corporal.
¡Que no corramos con la suerte de un tal “Guillotín”, muerto en la guillotina… como afirma la leyenda!
Bibliografía
Elola, J. (16 de Febrero de 2018). Rebelión contra las redes sociales. El país.
Peris, Maganto, & Kortabarria. (2013). La imagen virtual en las redes sociales. European Journal of Investigation in Health, 171-180.