El feminicidio de Johanna Rodríguez, ocurrido en el centro comercial Santafé, no es la gota que rebozó el vaso. Hace rato que estamos caminando sobre un charco, salpicando a cada paso. Es como si existiera una campaña de machos para mostrarles a las mujeres que no están seguras en ninguna parte, que no pueden ocultarse, ni siquiera en sitios públicos, porque hasta allá irá el poseso a reclamar lo que enfermizamente considera suyo, y muchas veces con el aval de la sociedad cómplice.
Somos una sociedad enferma y violenta, nuestro diagnóstico es crudo: exclusión, machismo, homofobia, racismo, derechismo, clasismo y discriminación en todas sus formas. No es tan difícil entender que, como dice Víctor Gaviria, la exclusión es el origen de la violencia, y el machismo (un tipo de exclusión) germina no solo en violencia hacia la mujer sino en otros tipos de violencia. Tenemos muchos frentes que atacar para solucionar nuestros problemas como sociedad, pero la exclusión, el machismo y todas las formas de discriminación deben ser prioridad.
No se puede seguir así. Si queremos vivir en una nueva sociedad en paz, se debe eliminar la violencia hacia la mujer, tenemos que dejar de criar y crear machitos. Proponemos al Ministerio de Educación Nacional, crear e incluir una asignatura obligatoria en cada curso desde la primaria hasta la universidad sobre respeto a la mujer y no violencia de género, orientada a cambiar la cultura de odio hacia las mujeres, promover la igualdad entre hombres y mujeres. Una asignatura específica y que no sea solamente un contenido de la cátedra para la paz, valores u otras asignaturas, necesitamos que sea explicita y diseñada con (o por) las organizaciones de feministas.
La efectividad de este tipo de soluciones se ve reflejada a largo plazo, por eso es necesario tomar medidas que tienen efecto inmediato, como la expresada en la petición de Kelly Mendez en Change.org, #TodasSomosClaudia, para crear una fiscalía especializada en delitos contra las Mujeres. Es menester que las mujeres cuenten con un sistema que les permita denunciar sin ser revictimizadas y obtener medidas de protección efectivas. Es indignante que se le permita a los victimarios otra oportunidad; el asesino de Johana ya había intentado asesinar a otra expareja (asesinando a una mujer y a un hombre en el intento), pero como falló en su objetivo, el sistema le dio una segunda oportunidad para que tuviera éxito en su nefasto objetivo. Los feminicidios no deben ser excarcelables.
No faltarán los actores de la sociedad que hagan sus ataques discriminatorios a estas propuestas, aduciendo a “mariquitas empolvadas” (expresión claramente discriminatoria) y que se está promoviendo la ideología de género u otro montón de sandeces propias de los fanáticos. No debería preocuparnos que eso pase; sin embargo, la realidad nos muestra que sí debemos. Este tipo de manipuladores tiende a exacerbar a otros machos, así que debemos resistir esos embates y hacer una coalición de diversos sectores de la sociedad para terminar con esa campaña de odio hacia la mujer en la que está inmerso nuestro país.