Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice un refrán popular que pensamos que contiene verdades, cuando para el caso colombiano carece por completo de fundamento.
La clase política no hace sino criar cuervos, cuervos avariciosos y mezquinos, cuervos que día a día acarician el Código Penal y la historia solo nos demuestra que ningún criador de cuervos está hoy ciego. Ni tuerto. Ni siquiera cataratas.
Y para este caso concreto traigo hoy a colación el asunto propio de nuestra justicia y cómo y de qué mágica forma solo produce risa sarcástica la actitud del presidente Santos o su antecesor Uribe cada vez que hablan sobre la M en que está recubierta la justicia.
Años y años en que se designa siempre a un gran y eminente catedrático del Derecho como ministro de Justicia y este no hace nada diferente a dejar pasar el tiempo sin que se le mueva una ceja cuando de reformar la justicia se trate. Pasarán diez menes, tres años o un lustro y él en el cargo sin hacer nada en lo que a reformar la justicia se refiere. Ofrecerá discursos sobre la solemnidad de la justicia, y punto final.
Tal vez el caso más “simpático” que se recuerde es el de Simón Gaviria, quien no tiene que decir a los cuatro vientos quién es y quien, como hijo de presidente y a su vez presidente de la Cámara de Representantes afirmó que el “último” proyecto de ley tendiente a reformar la justicia de forma perversa y amañada contó con su aprobación, con su firma, pero que por cosas de la vida y las prisas en los trancones, pues que no la había leído.
Y el presidente Santos, muy suyo y propio de su política de contentar a los que hay que contentar, y como la tarta del poder es para repartirla solo entre los de siempre y para siempre, pues designó al joven Gaviria como director del Departamento Nacional de Planeación. Y olé.
Y el chiste que se le hizo a la justicia quedó en eso, en un triste chiste.
Como el de ahora y el señor Pretelt y su inquieta mirada de niño travieso, quien no sabemos si ejerce o no aún hoy las funciones de presidente (otra vez presidente) de la Corte Constitucional. Cada vez que aparece y se lee un nuevo punto del señor Pretelt y sus muchos bienes y su inmenso poder, no se sabe de quién se habla, si de un dudoso personaje de la vida pública o un inquieto terrateniente de tierras calientes. Pero no, se habla del presidente (sic) de la Corte Constitucional, una cosa que supuestamente es importantísima, y cuando se recuerdan sus vínculos con el mandatario anterior, Álvaro Uribe Vélez, solo se oye el silencio de sus trinos. ¿Y el procurador?, extraños aliados que tiene ese caballero que solo pide que ante todo debe primar la presunción de inocencia.
¿Y el presidente de la República, qué? Pues nada, con sus dedos amenazantes que coordinadamente suben y bajan, no dice nada claro ya que no estará jamás dispuesto a poner las cosas en claro cuando de corrupción y suciedad se refiere.
Años y años en la misma cosa, y con una justicia que se hunde cada vez más sin que nadie se alarme. Casos que duran siglos en resolverse, un hacinamiento carcelario propio de un país de “tercer mundo” y unas “altas” cortes que simplemente dan vergüenza que nos han dejado ver que los grandes casos simplemente se venden al mejor postor.
Y ahí es donde uno se pregunta: La Constitución del 91 tan bendecida y aplaudida, ¿si sirvió para algo bueno?
Aunque es de aclarar que no solo la justicia es una olvidada de todos, y tal vez debemos centrarnos en aquel departamento al cual el joven Gaviria (el sobrino que no es sobrino) quiso mandar a los uniformados: el Chocó, un departamento mil veces más importante que la olvidada y ciega justicia y que lleva olvidado por Colombia durante toda su historia y dejado a que allá se defiendan ellos solitos de la hambruna y la miseria, de los paras y las guerras, de las Farc y los asedios, allá ellos con sus problemas y que los defiendan sus cinco senadores y sus diez representantes y veinticinco alcaldes a quienes la justicia nunca atacará, ya que eso de atacar la corrupción en muy complicado y difícil, algo así como ascender una montaña muy picuda sin zapatos.
… y hablando de…
Y hablando de montañas, qué bonito ver a Nairo Quintana, Rigoberto Urán y Carlos Julián Quintero coronarse como campeones en la difícil prueba del Tirreno–Adriático y que desde ya tiemble el pavé del muy esquivo Tour de Francia.
A por el tour, como dirían en España.