Decir la verdad es más importante que decirla bien. Decir la verdad está por encima de la “comunicación no violenta”. Quienes se oponen consideran que se debe tener cuidado de no hacer daño con la verdad o de juzgar. A ellos les pregunto con quién prefiero dialogar:
¿Con alguien que habla violentamente pero me dice la verdad o con alguien que habla muy correcta y diplomáticamente pero me miente?
Prefiero dialogar con alguien que tiene miedo a no ser honesto conmigo, a dialogar con alguien que tiene miedo de herirme. Que tenga miedo de herirme es noble, pero por encima de esto es más importante tener miedo a no ser honesto. Prefiero compartir con alguien que me haga daño con la verdad, a hacerlo con alguien que cree que no está haciendo daño con la mentira. Prefiero alguien que me juzgue con su honestidad, a alguien que internamente me está juzgando pero no me lo dice. Prefiero mil veces a una persona que tiene la valentía de decirme que me está juzgando, a una persona que me esconde su juicio detrás de palabras y formas hermosas.
Obvio que el ideal son las dos cosas: poder ser honesto y poder serlo de la manera más amorosa posible. Pero mientras alcanzamos ese grado de maestría y práctica, si debo escoger una de las dos, escojo primero la honestidad porque con ella sólo hago daño al principio (en la forma que lo digo) mientras que mintiendo hago daño a lo largo del camino.
Mentimos porque tenemos miedo
de que la otra persona se moleste con nosotros
La mentira es un mecanismo de defensa que utilizamos con la disculpa de proteger a los demás, pero a quién realmente estamos protegiendo es a nosotros mismos. Mentimos porque tenemos miedo de que la otra persona se moleste con nosotros. Le tenemos más miedo a que la otra persona “esté bien” con nosotros a que la estemos engañando, ¿no debería ser al contrario?
Ahora bien, enfrentar la verdad no es fácil. Se requiere valentía para ser honesto porque la verdad generalmente no es dulce, no es agradable, no es placentera. La verdad siempre va a incomodar porque nos saca de la ilusión, pero podemos salir de la ilusión rápido (y con poco dolor) o nos podemos demorar en salir, pero nos dolerá el alma y, además, perdemos la confianza en quien nos mintió.
Amamos más con la verdad completa amarga que con la verdad a medias dulce.
Somos menos violentos con la verdad completa agresiva, que con la verdad a medias tierna.
Hay más rectitud con la verdad directa, que con la verdad escurridiza.
Una felicidad basada sobre una ilusión tarde o temprano se derrumba, pero basada sobre la verdad es indestructible.
Comparto un poema:
Amar con la Verdad
Cuando decimos la verdad, habla el Dios en nosotros.
Cuando mentimos, habla nuestro Ego.
Mentimos porque al Ego le da miedo.
Dios no conoce el miedo.
Somos Dios cuando decimos la verdad.
Nos falta Amor cuando somos esclavos del Ego.
Por falta de Amor mentimos.
Dios es Amor. Dios es Verdad.
La Verdad es Amor.
Amamos cuando decimos la verdad.
@acardenas999
