¿Debemos aceptar que ayer, hoy y mañana, que el patrimonio público se pierda en las mismas manos, pero en cantidades cada vez mayores? ¿Tenemos que aceptar seguir siendo la sexta sociedad más corrupta de este rincón del universo? ¿No tenemos alternativa diferente a entregar nuestros recursos naturales a empresas extranjeras y a quedarnos con el deterioro ambiental que ocasionan?
¿Creemos de verdad que las élites que nos gobiernan han tomado buenas decisiones y que sus prioridades son las mismas nuestras? ¿Alguien sensato puede creer que dándoles una nueva oportunidad ahora sí y de repente, empezarán a administrar bien este país? ¿Esa misma persona me puede convencer de que los contratistas privados y los funcionarios venales con quienes acuerdan el reparto del patrimonio público, de la noche a la mañana y por arte de birlibirloque, se convertirán en sacrificados y abnegados sacerdotes franciscanos?
¿La obligación de todo ciudadano de cumplir con los rigores de la ley y el respeto a la Constitución se hará una realidad al día siguiente de las elecciones si elegimos a los mismos? ¿Los directorios políticos de los partidos políticos tradiciones con sus eufemismos actuales se transformarán, después de recibir nuestro voto, en sedes de entidades filantrópicas dispuestas a entregarlo todo para favorecer a quienes han maltratado de mil maneras en 200 años de democracia aparente?
¿Quienes han usurpado tierras y desplazado a millones de personas en vastas regiones del territorio nacional, el día de la posesión de sus hijos, sus nietos o su bisnietos en los cargos del poder, llamarán a esos campesinos marginados para devolverles voluntariamente sus tierras, con mejoras incluidas y distritos de riego financiados? ¿Alguien puede creer que si esta vez volvemos a votar por los mismos devolverán el dinero robado en Reficar, Odebrecht, los cargos por confiabilidad, Agroingreso Seguro o aparecerá la plata de la venta de Isagen?
La respuesta a todas esas preguntas es una sola: no. Ellos no cambiarán. No les interesa. No les importa. No quieren. No les conviene. Establecido lo anterior, no aplacemos más la decisión: sustituyámoslos de inmediato.