Hace algunos años le hice seguimiento al proceso de pérdida de investidura del entonces concejal Álex Flórez.
Siempre tuve la certeza de que el Tribunal Administrativo de Antioquia y el Consejo de Estado le decretarían la perdida de investidura al configurarse una evidente inhabilidad cuando se inscribió como candidato al Concejo, pues Flórez adelantó campaña siendo contratistas del Tecnológico de Antioquia y con la ventaja de verse favorecido por un “contrato corbata”.
Así, mientras se caminaba la ciudad de lunes a sábado en extenuantes jornadas de volanteo, su contrato con el Tecnológico, limitado a realizar vagas gestiones ante el Ministerio de Educación, solo le representaban un par de horas de trabajo cada domingo.
En medio de ese seguimiento le hice una entrevista para Las2Orillas y le pregunté por qué no había renunciado al contrato al detectarse un indicio de inhabilidad, el Álex concejal, reconvertido en escudero de Quintero y en jefe de la burocracia local, me dijo que lo necesitaba “para comer” y que el monto del contrato (dos millones mensuales) “no era muy alto”.
Hago énfasis en el Álex concejal porque también lo conocí en otros roles, como activista estudiantil y promotor del si en el plebiscito, cuando no tenía el más mínimo resquicio de poder y se esforzaba por darse a conocer.
Tras esa entrevista evidencie la arrogancia y cinismo que se incuba en quien ostenta cierto poder. De quien asume el poder sin la madurez suficiente para comprender sus responsabilidades y asimilar su exposición pública.
Para el Álex concejal, el monto del contrato ya resultada insignificante -relativizando el alcance del ilícito- aunque meses atrás, para el Álex activista estudiantil, era su única garantía para “comer” o para pagar arriendo. Aunque nunca fuimos amigos o cercanos, algunos de sus antiguos amigos, conmovidos o consternado, si me decían que el poder lo había transformado o que simplemente ya no era la misma persona.
Y en esa “transformación” del activista al político solo advierto a un joven ambicioso (su meta es llegar a la presidencia), que se empeñó en ocupar un espacio de poder en la política local; en un primer momento, sin refugiarse en apellidos o grandes capitales, pero que, al cumplir su meta y llegar al Concejo, comprendió que, a base de lealtad de perros y prácticas clientelares, podría dar el anhelado salto a la política nacional y convertirse en el senador más joven y “prometedor” del país.
Seguramente así se lo planteó a Quintero cuando el Consejo de Estado le decretó la pérdida de investidura y el alcalde le arrojó un salvavidas y lo convirtió en su ficha más “prometedora” en la lista del Pacto Histórico.
Tras ese episodio Flórez y Quintero reforzaron su amistad, una amistad que fue circunstancial en 2019 (Álex no era el candidato predilecto de Quintero en la lista de Independientes), pero que se afianzó con la llegada de Flórez al Concejo y su demostración de absoluta lealtad al proyecto político y expectativas presidenciales del alcalde.
Y eso es precisamente lo que busca Quintero: leales que no lo cuestionen o desestimen sus opiniones. De ahí que le haya confiado a un exconcejal recién destituido, sindicado de machismo, violencia intrafamiliar, comportamientos escandalosos y agresivos, su cupo directo en el Senado.
Así, se configuró una estrategia en doble vía, pues mientras Álex cumplía su ambición personal de llegar al Senado, Quintero tendría un aliado incondicional en la política nacional y así proyectaría su movimiento de cara al 2026.
Sin embargo, esa estrategia se topó con la incertidumbre de la condición humana, con la vida interior de un joven asediado por la inmadurez y los vicios que no ha entendido el sentido de responsabilidad que emana con el liderazgo; al fin de cuentas, un liderazgo que no ha construido por sí mismo y que fue impuesto.
Por eso, estoy seguro de que Álex sí está convencido de que no está en la obligación de “ser el ejemplo del país”, así se haya retractado de esa desafortunada afirmación, es una firme convicción que siempre ha orientado sus ambiciones personales y acción política.
A lo que se podría resumir en la añeja metáfora de “creció como palma y cayó como coco”, solo agregaría el rescate de la condición humana de una persona sometida por la enfermedad del alcoholismo.
Y esa persona espero se recupere por su tranquilidad y el bienestar de su familia. Ya sobre el político, el que conoció el país en un vergonzoso video, con sus formas agresivas y métodos cuestionables, creería que no va a cambiar. Esa resaca no tiene cura.
