“Voy a comenzar contándoles lo mismo que le cuento a todos los visitantes cuando llegan. Mundo Amazónico es un proyecto familiar, para entenderlo podemos remontarnos 38 años atrás, cuando mis padres llegaron al Amazonas a montar un proyecto avícola, actividad en la que son pioneros.” Con estas palabras nos da la bienvenida Rafael Clavijo, este publicista que regresó a Leticia para convertir el sueño de su madre en un proyecto de innovación social.
“Debido al crecimiento natural del municipio de Leticia, en el año 2000 la granja debió trasladarse a las afueras. La familia adquirió esta tierra de la cual 5 hectáreas siguen dedicadas a la avicultura y 25 a este centro etno-botánico de interpretación ambiental. En ese entonces, hace más de 10 años, mi mamá comenzó en esta tierra, un proceso de reforestación de suelos erosionados por la ganadería en los que fue sembrando maderables amazónicos amenazados, frutales y plantas medicinales y ornamentales de la región. La reforestación creció al punto de convertirse en una colección de plantas vivas.”
“Hace cerca de 5 años me llamó a Bogotá, donde yo vivía, a decirme ¿Qué hago? La reforestación sólo produce gastos, si no la ponemos a producir, se vuelve inviable. Decidimos entonces incorporar algunos elementos turísticos, para finalmente abrir Mundo Amazónico hace 4 años.”
En medio de la conversación, que sucede entre los caminos del parque, aparece Ana María Pardo rodeada de niños que están haciendo el recorrido del lugar con ella. Con botas de caucho y gorro, despilfarra energía en medio de las plantas que va tocando mientras cuenta cuáles sirven como repelente y cuáles son medicinales.
Como no se detiene un segundo, la seguimos con la grabadora para que nos cuente cómo aprendió lo que sabe:
“Hace 38 años esto era muy distinto. Las casas del pueblo eran en madera y no había tanto cemento. Había una sola calle que iba del aeropuerto hasta la frontera en la que cabía un solo carro. Los carros se podían contar, unos 6 ó 7 y motos muy pocas. Lo que nosotros hicimos fue patria porque en ese entonces en el Amazonas estaba todo por hacer. Fue un beneficio también para mis hijos que estaban pequeños, crecer respirando aire puro en este lugar que nos pertenece, aunque los colombianos no nos hayamos dado cuenta.”
“Por esa época el gobierno apoyaba a los colonos en la ganadería, sin saber que estas tierras tienen una delgada capa vegetal y que los animales más grandes que transitan en ellas son los borugos, de manera que el ganado las acaba. Esos años erosionaron grandes extensiones con animales grandes, que además no daban carne ni leche porque los nutrientes de los pastos son mínimos.”
Ana María es conciente del impacto humano en el Amazonas: “Los colonos trajimos una deforestación terrible, porque fue hecha por los mismos indígenas. Creamos la necesidad de madera para nuestras casas, y de gravilla, que fue sacada del corazón de estas tierras, para hacer nuestros ladrillos.” Considera que fue esta realidad la que la hizo comprometerse con lo que hoy es Mundo Amazónico “La conservación no me la enseñó nadie, es ancestral, es de mi origen campesino.”
Este proyecto familiar obtuvo en el 2011, año de su apertura, el primer puesto en la categoría “Uso sostenible de la biodiversidad” en el Concurso Nacional Ventures, entre más de 1.500 iniciativas de toda Colombia. Esta familia convencida del cuidado de la naturaleza es una fuerza ganadora.
Fotografías: Camilo Rozo