Cuando el PIB de un país crece sin el correspondiente crecimiento de empleo, se habla de crecimiento empobrecedor. Muy buenas las tasas de incremento del sector financiero, del turismo, del comercio y de la infraestructura, pero bajas o nulas las tasas de incremento de los sectores reales: agricultura e industria.
El comportamiento del sector financiero no debe sorprender. Sin negar la importancia del papel de intermediario de los bancos e Instituciones financieras, en palabras de Stiglitz, los banqueros se han ingeniado la manera de quedarse con el dinero de la gente, sin que su contribución al aumento de la riqueza sea evidente. Además, buena parte del comportamiento favorable del PIB colombiano se explica por el consumo de los hogares, pero si se miran en detalle las cifras de dicho consumo, este es motivado en gran parte por la compra de importados, que no generan riqueza nacional, en contraste con las exportaciones, que andan de capa caída, sobre todo las diferentes al petróleo y sus derivados.
Por otra parte, las compras de bienes de capital muestran cifras favorables, pero estas llevan implícita la paradoja de que son realizadas en general por grandes empresas para reemplazar trabajadores por capital, aumentando la relación capital trabajo y contribuyendo al aumento del desempleo.
En síntesis, el único sector que saca la cara en la actual coyuntura es el de la infraestructura de vías públicas, puesto que la construcción de vivienda tampoco reacciona favorablemente. Si el gobierno no diseña una verdadera política industrial y revisa su cacareada economía naranja, llegaremos a una crisis como la chilena, país que se puso de ejemplo, por varias décadas, del éxito del modelo neoliberal.
Si hay algún lector prevenido o desprevenido que quiera profundizar acerca de la necesidad de llevar a cabo una política industrial coherente, le pido consultar un artículo publicado en el periódico de la Nacional denominado Recuperación Industrial, fórmula contra el desempleo en el posacuerdo.