Como ninguna otra tragedia del pasado a escala planetaria, el Covid ha puesto sobre el tapete el despliegue de las técnicas estadísticas, de cuadros y gráficas, infografías, al alcance de cualquiera que cuente con un celular y el acceso a servicios de datos, en tiempo real. Con ello, pretendemos conocer, en profundidad, lo que está ocurriendo, opinar y pontificar.
Sin embargo, las estadísticas, cuando se machacan a diario alrededor de sí mismas, pierden cualquier sentido humano. Las de la pandemia son campeonas: las de los contagios y los fallecimientos, reducidas a números que se actualizan a diario, que sirven para cotejarlas con los de días anteriores, identificar tendencias, construir curvas. Por regiones, municipios, por edades, por enfermedades colaterales, recuperados. ¿Útiles? Sí, con certeza. No obstante, las cifras y los indicadores no bastan para palpar el dolor y el drama de familias que, de repente, pasan por la experiencia de la muerte de uno o varios de sus miembros.
Como ya dijo alguien, el número de muertes diarias por Covid en Colombia, durante las últimas semanas, se asemeja al de la caída de un avión comercial que transporta entre 160 y 200 pasajeros. Todos los días. Lo que hay detrás, el dolor asociado a la muerte de más de 35.000 personas en estos primeros nueve meses de pandemia, lo solemos ignorar.
Más estadísticas frías: la tasa de homicidios en Colombia por cada 100.000 habitantes es de 23, es decir, equivale a cerca de 12.000 muertes violentas en un año que, para los niveles de violencia de otros años y décadas, parece baja (en la mayoría de los países latinoamericanaos la tasa es inferior a 10 por cada 100.000 hab.; en países como Canadá, es menor de 2). La tasa de muertes atribuida al Covid es, exactamente, el triple de la de los homicidios intencionales: 69 por cada 100.000 habitantes en los nueves meses de pandemia. ¿Murieron personas cabeza de hogar, alguno de los hijos, la tía, el abuelo? ¿Pudieron compartir el dolor los familiares? ¿Han recibido ayuda quienes la necesitan? ¿Hay protección para niños y adolescentes huérfanos?
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Murió fulano, mengana está hospitalizada, son datos que ahora observamos de lejos, amparados en las vitrinas de la virtualidad y las redes sociales
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Como el distanciamiento social ya se ha convertido en norma más o menos adoptada, las posibilidades de acceder al dolor ajeno se reducen al mínimo. Murió fulano, mengana está hospitalizada, son datos que ahora observamos de lejos, amparados en las vitrinas de la virtualidad y las redes sociales.
Los funerales, por definición, se realizan hoy con la mínima concurrencia de unos pocos familiares del fallecido, de modo que no hay lugar para el abrazo de condolencia.
Es claro que el drama ocurre a escala planetaria. Sin embargo, en Colombia, hay demasiadas señales de inhumanidad frente a los dolores de otros, de indiferencia crónica.
Con seguridad somos líderes mundiales en las siguientes estadísticas:
En 47 semanas de lo que va corrido el 2020 se han cometido 76 masacres (como ocurren cada 4.3 días, nos queda una estela de los nombres de los lugares, que luego se desvanecen con las masacres sucesivas: las dos últimas tuvieron lugar en Argelia, Cauca y en Betania, Antioquia el fin de semana pasado).
O, esta otra, : Más de 250 líderes sociales asesinados durante el 2020, estadística que no permite apreciar el dolor de comunidades y familiares, que no ha convocado la solidaridad de la sociedad. Números.
O los falsos positivos, estadísticas de varios miles de asesinatos a manos de miembros de la fuerza pública, que algunos sectores niegan bien por solidaridad de cuerpo o porque las atribuyen a algún tipo de conspiración difamatoria.
Para finalizar, estadísticas del mundo de los vivos, que nos deberían convocar porque está en juego el futuro: los jóvenes son los principales damnificados de la crisis económica provocada por la pandemia. ¿Nos hemos puesto a reflexionar qué significa para la sociedad colombiana que el Dane nos diga que la tasa de desempleo para los jóvenes (14 a 28 años) es del 26 %? ¿Que la de las mujeres es del 35 %? Estadísticas que se entregan en anodinas ruedas de prensa, que no provocan reacciones porque, como en el caso de los asesinatos, también reflejan situaciones crónicas que no despiertan interés más allá de alguna medida inocua, sin aludir al drama de millones de jóvenes, aquí y ahora.