Las mujeres, sin lugar a dudas, somos unas de las más afectadas a causa de la cuarentena obligatoria derivada de la llegada del covid-19; las prioridades cambiaron y hoy, según las estadísticas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), se reveló que las mujeres entre 24 a 54 años nos tuvimos que concentrar en gran parte del cuidado del hogar debido a las altas tasas de desempleo —18,4 % en comparacion a niveles marcados por los hombres con 11,9%, cifras del trimestre febrero-abril—.
Como si esto fuera poco, soportamos el prolongamiento de la jornada laboral por parte de varias empresas que hoy convierten en una práctica abusiva el teletrabajo. Extendimos nuestra jornada física laboral al máximo y sumamos a esto el peso emocional que el confinamiento ocasionó; pasamos de la interacción social a horas interminables al lado de compañeros y esposos que en algunos casos terminaron siendo agresores no solo físicos, sino emocionales, una violencia que se agudizó y que hoy tiene a muchas mujeres en serios problemas, situación que se convierte en un impedimento más para acanzar un desarrollo pleno.
La llamaremos Lucy. Nos cuenta que en el día puede recibir más de 16 palabras descalificantes, la crisis económica la llevó a perder el empleo que le proveía un ingreso fijo y no sabe cómo desarrollar el emprendimiento que tanto postergó en su vida y que ahora desearía iniciar. Esta situación también ha traído consecuencias negativas en el hogar; sus hijos hoy se tornen desafiantes respecto a las tareas que ella les asigna y que antes las hacían sin ningún problema. Como Lucy, muchas mujeres están experimentando lo mismo.
Los gobiernos locales y departamentales —y llamamos especialmente la atención sobre Medellín, Bogotá, Cali y Barranquilla— no tienen claros los retrocesos que han sufrido las mujeres e ignoran que una nueva pandemia amenaza con acabar los logros obtenidos por nosotras durante tantos años de luchas por nuestros derechos.
La independencia económica, la libertad financiera y la sed insaciable por querer profesionalizarnos y adquirir conocimiento están en riesgo. Se requiere que las rutas de atención a la mujer sí sean efectivas, iniciativas que visualicen el estado emocional real de la mujer dentro del periodo de cuarentena y programas que signifiquen un gran salto educativo y económico de la mujer.
No podemos seguir a merced de gobiernos que implementan y ejecutan presupuestos que al parecer solo estan plasmados en papel cuando de la mujer se trata, de secretarías de las mujeres sin el liderazgo pertinente y limitadas a la recolección de mercados; a que se dejen de lado las grandes afectaciones mentales y emocionales causadas por la actual crisis y que podrían ser irreversibles, dejando grandes secuelas en la salud mental de las colombianas.
Estamos frente a un posible escenario en el que romper el techo de cristal será solo una quimera, retornaremos a las antiguas dádivas que nos atornillaban a roles que la cultura patriarcal determinaba, a estar sometidas al único reconocimiento que parecíamos mereceder: mujeres de la casa, esposas sumisas, madres abnegadas, porque los espacios intelectuales, donde hombres y mujeres podríamos aportar de igual forma, estaban vedados para nosotras, y mientras tanto nos marcaban el territorio en fechas especiales con ollas, lavadoras, vajillas y licuadoras, entre otros objetos para usar en el hogar, desconociendo todos los demás campos de acción de la mujer.
Que esta pandemia no nos devuelva. Por el contrario, que sea oportunidad para que Gobierno y sociedad sigan legitimando el lugar que las mujeres nos hemos ganado.