En Colombia se están cumpliendo los 100 días de gobierno tanto de los alcaldes como de los gobernadores. Y este tiempo es apenas el 6% de un mandato de cuatro años. Así que todavía queda mucho trecho por recorrer.
En este lapso, la definición del gabinete y la estructura de la administración, las relaciones que surjan con las corporaciones públicas, y, en especial, la cercanía que se tenga con las altas esferas del poder para obtener apoyo, son algunos de los indicadores que se usan para analizar los primeros 100 días. Por ello, los contradictores políticos y la opinión pública en general, se suelen abstener en cierta medida, de criticar al gobernante hasta la finalización de dicha etapa.
Esto en razón a que, en este plazo, no es mucho lo que puede lograrse en términos de concretar objetivos estratégicos de política, ni lo que hay que decirse sobre el futuro desempeño del gobierno porque no se cuenta con un plan de desarrollo aprobado para su ejecución que permita medir resultados. Sin embargo, los primeros días tienen un significado simbólico y son interpretados muchas veces como un barómetro del poder de un gobernante para generar confianza y optimismo en los habitantes.
No obstante, cuando un gobierno no sabe estructurar sus primeros cien días de gobierno, la imagen gubernamental se la construirán la oposición, el ecosistema mediático y los líderes de opinión. Es así como en la actualidad existen alcaldes y gobernadores que son duramente cuestionados no sólo por sus adversarios políticos sino también por quienes los acompañaron en su momento con su voto para salir electos.
Y lo más triste es que muchas de esas criticas no provienen del desacierto en las decisiones que se haya podido tomar en el ejercicio del cargo, sino más bien por la arrogancia y la pedantería demostrada contra los ciudadanos por la sola circunstancia de considerarse gobernantes.
Pues, “una vez en ejercicio del poder que se les ha encomendado olvidan el compromiso social y ciudadano que han jurado respetar y asumen conductas totalmente ajenas a ese deber, se vuelven distantes y establecen límites”, por la incapacidad de brindar soluciones a los clamores del pueblo soberano.
Ese tipo de funcionarios parece no saber que los buenos gobiernos se caracterizan siempre por su cercanía y disponibilidad con la comunidad, estando siempre dispuestos a atender y, fundamentalmente, escuchar el clamor ciudadano, para saber y entender sus necesidades y expectativas, como dice el periodista antioqueño Héctor Jaime Guerra, en el periódico el Mundo.com. De todos modos, el tiempo dirá si los gobernantes de las entidades territoriales regionales y locales, sirvieron o no para buscar soluciones a los múltiples problemas que aquejan a las comunidades.
Pero lo que es cierto es que por ahora a los alcaldes y gobernadores, la epidemia del coronavirus les ha extendido una mano, les ha tirado una especie de salvavidas, para que no pasen sin pena ni gloria en estos 100 días de su gobierno. En ella encontraron, cada vez que se les pregunta por su gestión, la mejor excusa para disculparse de no haber hecho mayor cosa en este tiempo, debido a que dicen sin ningún empacho, que todos sus esfuerzos gubernamentales y presupuestales se tuvieron que orientar a conjurar la crisis, aunque no sea del todo cierto.