La crisis del COVID-19 ha ocasionado una gran salida de capital de los países catalogados como economías emergentes y en vía de desarrollo, como el caso de Colombia. Sin embargo, lo peor está por venir.
Es evidente que la pandemia del COVID-19 ha tomado desprevenido a nuestro país, con un sistema de salud en condiciones precarias y saturado por su poca capacidad de respuesta inmediata, adicional al alto grado de pobreza que afronta la población (dado que la mayoría de ciudadanos no trabaja de forma regularizada, por lo que debe acudir a la ocupación informal) y los niveles de deuda externa elevados.
Ahora bien, tan pronto se conocieron los alcances del COVID-19 en Europa, el dólar se apreció a medida que los inversionistas buscaban refugio por el inesperado agotamiento de la financiación extranjera. Por tanto, la vulnerabilidad de la economía ante un evento inesperado como el COVID-19 depende de sus condiciones macroeconómicas para afrontar dichas situaciones, del acceso al dólar y sobre todo de la reacción de las políticas económicas.
Una de las condiciones macroeconómicas es el nivel de deuda externa, la cual es valorada en dólares. Debido a esto una depreciación de nuestra moneda local (peso colombiano) frente al dólar (estadounidense) conlleva a que la deuda denominada en dólares explote, ya que hace que los pagos sean más complicados y su refinanciación en los mercados internacionales con el actual panorama es casi imposible.
Con lo anterior, además de afrontar los problemas por el COVID-19, a causa de la apreciación del dólar ocasionada por la guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudí, la cual ha derivado en una caída en los precios del petróleo llegando a precios mínimos de 25 dólares por barril, Colombia ha tenido una disminución en sus ingresos.
Y es que la crisis del COVID-19 ha puesto en peligro la demanda global, por lo que las medidas tradicionales de política económica no pueden hacer mucho para contener estos riesgos. Los desafíos de salud pública han llevado a que el gobierno nacional tome medidas de aislamiento social y a restringir el ingreso a las grandes ciudades.
Así mismo, el Banco de la República se debe enfrentar al dilema de incrementar los tipos de interés para proteger el peso y prevenir la inflación o reducirla para apoyar el crecimiento, esta última se ha decidido aplicar en nuestra economía a través de programas de compra de activos para proporcionar una liquidez adicional.
Finalmente, aunque el panorama no sea alentador en materia económica para Colombia, debemos afrontar las dificultades financieras ya que muy probablemente la próxima tormenta que se avecine provenga de economías emergentes como la nuestra.