Fuiste capaz, nos diste la medida, que también necesitamos, del letrado deletreando los nombres de los mártires,
el libro de los héroes, la poesía pura de la patria; y ardiendo por los pobres, defendiendo con tu nombre la justicia,
nos entregas ahora tu vida completa, enteramente útil. CINTIO VITIER (1921-2009)
Siempre supe que tu obra nos abriga, que tu mejor obra sos vos. JUAN GELMAN (1930-2014)
Quizá debemos considerar la muerte de Cortázar como el final de una prodigiosa historia de amor. FÉLIX GRANDE
Mi propósito es evidenciar de qué manera busqué el conocimiento a través de una avalancha de tinieblas
y mi propia potencia en la infinita debilidad que me acompañó hora tras hora. ROBERTO ARLT (1900-1942)
Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, […] fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acaba todo. […] En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas.
JULIO CORTÁZAR (1914-1984)
Esta no es cátedra sobre Julio Cortázar, ni muestra de erudición sobre su obra, entre otras cosas porque nuestra cultura es lacustre: siempre llena de lagunas y aquí no se aspira a llenar las de nadie. Él mismo reconocía tener ‘una especie de visión muy planetaria de las cosas […], con grandes lagunas’. Se trata pues de un ensayo personal, con la libertad que entraña; un punto de vista que aspira a ser acogido con tolerancia, en torno al quehacer del Cronopio Mayor… y Mayor no es título castrense o bélico pues no iría bien para ‘uno de los hombres más pacifistas que hubo en este planeta’. Se trata de una invitación a la lectura de sus libros, encaminada a escoger para que los lectores no corran el riesgo de volverse eruditos. Esta es mi experiencia con su obra, reflejada a través de un afecto no incondicional: es posible criticar lo que se quiere, sin denostarlo; polemizar, sin que ello entrañe persecución, ni menos muerte, como tanto se ve en Colombia. El orden aquí no es lo determinante: orden es la palabra preferida en el diccionario de la tiranía. He aquí un ensayo en clave jazzística, aunque también tanguística… Mi Buenos Aires querido, en la voz del Zorzal Criollo Carlos Gardel.
http://www.youtube.com/watch?v=81xAgGh0nt8
Advierto, voy a hablar con toda la libertad que me otorga la democracia… (la que no hay). Que todo lo que diga es de buena fe (lo que omita también) y que solo espero satisfacer las expectativas de ustedes respecto a este trabajo. En el intento por abordar la vida y la obra del escritor Julio Cortázar, hay que hacer mención de su importancia como autor latinoamericano y en particular argentino, al lado de su padre putativo Roberto Arlt, así como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, para no citar sino tres de los más grandes creadores rioplatenses. De él como heredero del autor de El juguete rabioso, escritor romántico, autor para jóvenes, hombre de letras comprometido, poeta casi desconocido (Florencio de Bruselas); en fin, de la relación entre literatura y política (si es que la hay); de sus vínculos con otras expresiones artísticas, en especial jazz, tango y cine y con un deporte, el boxeo, que también se relaciona con el jazz y con su literatura. N. en Bruselas, el 26/ago/1914, y m. en París, el 12.feb.84, el enormísimo cronopio Julio Florencio Cortázar, es un representante del llamado boom latinoamericano, explosión editorial alimentada con el fuego de la explotación económica.
Al final de este fugaz recorrido, se sabrá si cuando regresó del autoexilio a su Bs. Aires querido no hubo más penas ni olvido o si, por el contrario, como dice Fito Páez en Bs. Aires nos acechan los fantasmas del pasado y cada tango es una confesión/ en Bs. Aires la política… qué falta de respeto, qué atropello a la razón. La alusión a Mi Bs. Aires querido se justifica al recordar que el propio Cortázar en Bs. Aires, Bs. Aires, de 1968, puso textos a fotografías de dos amigas, Sara y Alicia, buscando una imagen más auténtica de la capital argentina. Las fotos estaban en las paredes y en la mesa de su casa hasta que los textos vinieron, dice, como un tango que acompañaba a Bs. Aires. Mi Bs. Aires querido, podría agregarse, máxime cuando se sabe que a inicios de dic.1983, con el retorno de la democracia, tras la segunda década sucia, Cortázar regresó a Argentina por última vez… para despedirse de su mamá, de esa patria que es la infancia, de sus enemigos los militares. En fin, a oler por última vez los jazmines de su país, un país, Argentina, que, como diría Osvaldo Soriano, nunca terminó de aceptarlo porque le debía demasiado. Un país que se corresponde ya no con el de Gardel sino con el que Páez describe, precisamente, en su canción Buenos Aires, el mismo lugar en el que he perdido mil batallas/ pero hay una guerra que pienso ganar…
http://www.youtube.com/watch?v=bihn6Q2iwMs
¿Todo ser estético es ético?
No sobra recordar que Julio Cortázar es una de las figuras emblemáticas de la literatura latinoamericana, junto a Onetti, Rulfo, Carpentier, Roa Bastos, Fuentes, Ribeyro, Arguedas, Monterroso, García Márquez, Macedonio Fernández, Felisberto Hernández, entre muchos otros, y desde luego Roberto Arlt, padre putativo literario no sólo de Cortázar sino de la llamada Generación Intermedia: Onetti, Mujica Láinez, Sábato, Marechal, Di Benedetto.
Considerado un escritor tardío, Cortázar publica su primer libro, Presencia, en 1938, bajo el seudónimo Julio Denis, libro de sonetos destinado, por timidez o por seguridad, a sus amigos, con un tiraje de apenas 250 ejemplares. Libro del cual es probable nunca se arrepintió pero del que tampoco se sintió satisfecho y por ello lo escamoteaba en su bibliografía. Su primer relato publicado, El examen (que no creyó pasar), presentado a Borges y escrito entre 1944 y 45, ofrecía como mayor novedad el aproximar el lenguaje de los personajes al de la vida cotidiana, al del hombre de la calle. Como si se tratara del Arlt de El juguete rabioso, texto ya citado, pero también de El jorobadito, volumen de cuentos del que extraerá no pocas de sus armas y temáticas literarias: el problema del doble; el desgarramiento interior; el encierro (como en Los premios); las laceraciones de la infancia; el extravío metafísico; la angustia existencial; el gusto por la excentricidad y lo fantástico: esto último, anclado siempre en la realidad. Realidad de la que Cortázar parece alejarse en El examen para introducir al lector en la actual, con todo lo que tiene de cursilería, frivolidad, estupidez. Atención a lo que allí se atrevió: “Había [sic] que curarse en salud y escribir pensando en eso, en las circunstancias en que seremos leídos. Capítulos para el café, para el tranvía y otros para el fin de semana en que nos perfumamos y elegimos el buen sillón, la buena pipa y la cultura”. Texto que remite a una posición burguesa que, si bien no es reprobable del todo, no se compadece con su posterior actitud vital ni con su postura política posterior al triunfo de la Revolución Cubana, por la que se declaró socialista, de la que fue defensor incondicional hasta su muerte y a la que, sin embargo, criticó cada vez que lo creyó necesario. Gracias a Borges, se dice, publica un primer cuento, Bruja, en el Correo Literario, y luego Casa Tomada, cuento que se ha visto como alegoría del peronismo, en Anales de Bs. Aires.
Aun así, la crítica ubica sus orígenes literarios hacia 1949, fecha en que publica Los reyes, poema dramático sobre el mito griego de Teseo y el Minotauro, al que aquél mató en el laberinto por encargo de Egeo y con la ayuda de Ariadna. Mito que Cortázar invierte, para desquitarse, en especial de Teseo: así, en el Minotauro ve al poeta, al hombre libre (cronopio), marginado y condenado por la sociedad, frente al cual Teseo es el perfecto defensor del orden (fama) que entra en el laberinto para seguirle el juego a Minos, al poder (esperanza). Esta forma de aproximarse a lo archiconocido desde una perspectiva nueva y por ello distinta, anuncia una de las claves de su estética: la necesidad de interpretar la realidad (o el mito, en este caso) desde un ángulo inusual, no intervenido por la costumbre.
En uno de sus textos collage, La vuelta al día en ochenta mundos (1967), afirma: ‘Mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, y añade escribo por falencia, por descolocación’. Ya en 1963, entrevistado por Luis M. Schneider, había dicho algo que recuerda a Roberto Arlt (quien vendrá luego): ‘Es muy fácil advertir que cada vez escribo menos bien, y ésa es precisamente mi manera de buscar un estilo. Algunos críticos han hablado de regresión lamentable, porque naturalmente el proceso tradicional es ir del escribir mal al escribir bien. Pero a mí me parece que entre nosotros el estilo es también un problema ético, una cuestión de decencia. ¡Es tan fácil escribir bien! ¿No deberíamos los argentinos (y esto vale no solamente para la literatura) retroceder primero, bajar primero, tocar lo más amargo, lo más repugnante, lo más obsceno, todo lo que una historia de espaldas al país nos escamoteó tanto tiempo a cambio de la ilusión de nuestra grandeza y nuestra cultura, y así, después de haber tocado fondo, ganarnos el derecho a remontar hacia nosotros mismos, a ser de verdad lo que tenemos que ser?’ Aquí ya se ve lo estético asociado a lo ético. Concepto que puede extenderse para decir que todo ser estético es ético, no al revés, en el camino hacia la representación de la existencia del hombre como búsqueda: idea contenida en la figura del laberinto y que le viene a través de otra de sus más grandes influencias, la de Borges, para quien el laberinto surge bajo la forma de una galería de espejos, los que junto a las palabras son la mentira del mundo, y a la cópula, abominables, porque multiplican el número de los hombres. La afirmación en torno a que palabras y espejos son la mentira del mundo no es gratuita, ni está desligada de lo dicho por el propio Cortázar respecto al ataque al lenguaje en Rayuela: ‘Toda Rayuela fue hecha a través del lenguaje. (…) Hay un ataque directo al lenguaje en la medida en que, como se dice explícitamente en muchas partes del libro, nos engaña prácticamente a cada palabra que decimos’. He ahí una posición ético-estética.
La estética vinculada a la ética se puede observar también en Roberto Arlt, en el prólogo a Los lanzallamas. Allí señala algo que se corresponde perfectamente con la idea del escribir bien o mal, del estilo como problema ético, del privilegio del ser sobre el deber ser: “Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias. Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad”. Si lo anterior no entraña una posición ética frente a la escritura, y antes frente a la vida, entonces los conformes pueden seguir tranquilos evitándose la molestia de la literatura, la angustia de la razón, pueden continuar en la frágil nave del statu quo, que en cualquier momento, por la segunda ley de la termodinámica, se les puede volver mierda.
Para algunos, Cortázar alcanza la madurez literaria en 1951 con Bestiario, cuando tiene 37 años, que coincide con su partida a París. La mayor parte de la edición, de la cual se vendieron apenas 100 ejemplares, terminó arrinconada por años en un sótano de editorial Sudamericana. En dicho libro, se despoja de su retórica tradicional para adecuar su prosa, como Arlt, al habla corriente y oral, a la vez que se define como escritor de cuentos fantásticos. No se puede pasar por alto que a él lo impresionó La luna roja, cuento fantástico que habla de las obsesiones arltianas por el averno que en la Europa de la I GM describían Barbisse y Remarque en El infierno, precisamente, y en Sin novedad en el frente. Allí alcanza la cumbre de la fascinación y del horror frente al anuncio de las bombas atómicas que caerían tres años después de su muerte. Arlt había visto ya lo que luego mostrarían los noticieros sobre las infames explosiones en Hiroshima y Nagasaki: las víctimas tratando, inútilmente, de escapar, con los cabellos erizados en posición vertical. Y, dice Cortázar, ‘vaya a saber qué posición tomarán nuestros cabellos cuando caigan las bombas de neutrones, tan entusiastamente aprobadas por EE.UU., Francia y otros países democráticos’ (subrayado mío). Recuérdese a Quino, para quien los estados democráticos o, mejor, el Estado, a secas, solo debe ocuparse de resolver problemas del Estado, no de la gente, como esta ingenuamente se imagina debe ser. O sea, no hay estados democráticos, por estar dentro del capitalismo, sistema económico antes que político que al ser excluyente, no puede ser democrático; máxime cuando se sabe su motivación esencial: “El poder real es económico, entonces no tiene ningún sentido hablar de democracia”, como siempre sostuvo José Saramago. O el godito Jorge Luis Borges: “Democracia: es una superstición muy difundida; un abuso de la estadística”. A propósito de esa entelequia, la democracia, acude el poeta, cantante e instrumentista Leonard Cohen (1934-2016), con el tema titulado, justo, Democracy: en él recuerda, con ironía similar a la de Quino: “La democracia está llegando a los EE. UU…”
http://www.youtube.com/watch?v=-JwmIBSMzSM
Para Cortázar la fantasía creadora y la imaginación no son contrarios al realismo, sino que refuerzan la verosimilitud. Se habla de la imaginación imaginante, no meramente reproductora de lo real manifiesto, que, como señala el crítico Saúl Yurkievich, en aquél es múltiple y multiforme. Múltiple en cuanto a la variedad de componentes que la integran: experiencia sensible, sueños, recuerdos, proyecciones fantasiosas, fantasmas, asociaciones sorpresivas, iluminaciones, alucinaciones. Multiforme, por la variedad de combinatorias y de configuraciones que adopta en su traslado a la escritura. La versatilidad formal y estilística es característica de sus cuentos y novelas. Por eso no le disgustaba que calificaran su literatura de fantástica, como agente de renovación e integrante del humanismo liberador, aunque sea tanto o más que eso, como testimonia Osvaldo Soriano, a quien después de dejarle en claro que deploraba la solemnidad y le sabían a cacho (no de marihuana, esta vez) los cultores de la literatura útil, le dijo algo que al menos a quien escribe le produce mucho regocijo, sobre todo por el segundo texto citado: ‘Te cambio Rayuela, Cien años de soledad y todas las otras por Paradiso’. Cosa que no le hubiera hecho gracia a Monterroso, quien cambiaría a Paradiso por las demás. Sí, por ininteligible: y es solo la opinión de Monterroso.
En la mayoría de relatos, Cortázar expresa lo fantástico mediante un elemento irreal que de a poco comienza a formar parte de la vida de los personajes y se instala en su cotidianeidad, como ocurre en Casa tomada, con esa presencia inmanente nunca descubierta que termina por desalojar a aquel simple y silencioso matrimonio de hermanos. Metáfora en la que algunos han querido ver al espectro del peronismo. Explica Cortázar: ‘Lo fantástico puede darse sin que haya una modificación espectacular de las cosas. Simplemente para mí lo fantástico es la indicación súbita de que, al margen de las leyes aristotélicas y de nuestra mente razonante, existen mecanismos perfectamente válidos, vigentes, que nuestro cerebro lógico no capta, pero que en algunos momentos irrumpen y se hacen sentir. Lo fantástico enriquece la realidad, pero sin la realidad se disuelve y no tiene ningún sentido’.
En Cortázar hay un intento, dice Carlos Fuentes (1928-2012), de conducir con una sola mano dos caballos: el estético y el político. Pero, antes de ir con ello, valga anotar que por hallarse ella en un mundo culto y refinado, con habitual dedicación a lo fantástico, absurdo y, sobre todo, humorístico (como en Arlt, recurso que le niega en el prólogo a su obra completa) por oposición a la línea realista, castiza y telúrica que ha sido la tradicional en la narrativa iberoamericana, quizás no se trate de una obra para lectores-hembras sino para lectores-machos, en tanto participantes o comprometidos (cita a un humorista: ‘Los escritores comprometidos harían mejor en casarse’). No en la prejuiciosa perspectiva de lectoras (feministas: tranquilas) sino de lectores pasivos. Tampoco en la de una exaltación particular de su virilidad… sino desde la óptica de lectores activos y cocreadores del discurso literario. No obstante, por la dificultad que entraña leer Rayuela, debida a su ropaje intelectual, sus múltiples referencias a autores de distintas disciplinas y a otros textos, no solo literarios, autorreferencias o citas intertextuales, plurilingüismo, podría decir como Ch. García, con Sui Generis…: para quién canto yo entonces/ si los humildes nunca me entienden.
http://www.youtube.com/watch?v=_wjq2WzlsM8
Lo político excluye lo artístico
Sobre la relación literatura-política en su obra, habría que empezar diciendo que fuera del intento por conducir con una sola mano los caballos estético y político, el principal compromiso del autor de Reunión (un tributo sincero al Hombre Nuevo, Che Guevara, el último revolucionario romántico), El Libro de Manuel (más que el hecho trivial del secuestro de un embajador por parte del grupo revolucionario la Joda, texto solidario con los presos políticos: en nov.1974 recibió el premio Médicis étranger y entregó el dinero al Frente Unificado de la resistencia chilena) o Nicaragua tan violentamente dulce (uno de sus últimos textos comprometidos, con la revolución sandinista), fue siempre el de escribir bien (y pese a lo dicho sobre escribir mal), ser fiel a sí mismo hasta el fin, ofrecer resultados sin obedecer a intenciones. El arte no obedece a ellas, produce efectos. Eso lo sabía por conocer el cine, los nexos entre política y delito y los que pueden afectar al arte cuando se intenta relacionarlo con la política. En tal sentido, quizás no ignorara a Tolstoi en su diario: ‘Lo político excluye lo artístico, porque lo primero tiene que ser partidista para poder conseguir algo’.
Argumento difícil de discutir cuando se sepa, además, que para poder ser verosímil, creíble, el arte en general no puede ser partidista pues tiene que conjugar en sí el carácter contradictorio de los procesos artísticos. Lo que tiene de posible, no de probable. Y la política no puede permitirse la duda ni la ambigüedad de la ficción, por más comprensiva y amplia que quiera ser: sus bases están ancladas en la estrechez de miras, el provecho económico de las circunstancias, la inmediatez de los resultados para atesorar riqueza y poder. No en el espacio insondable de la imaginación, con sus infinitas posibilidades, renuncia consciente al usufructo y al poder, rechazo no deliberado al oportunismo. El arte vive en el asombro permanente ante el acoso de las sorpresas. La política sobrevive acorralada por la inminente traición que vuela por los corredores del Poder. A los dogmas de éste el arte se resiste, para subrayar que no hay ni puede haber dogmas pues el rostro siempre mutante de la verdad impide que los haya. El arte puede ser y de hecho es político, en tanto obra enigmática, no dogmática como sí lo es la política si se halla al margen del tratamiento artístico. El enigma, el misterio, la resistencia al dogma, continúan vigentes en todas sus novelas y en los cuentos censurados por la dictadura y habrán de llevar al escritor del autoexilio al exilio forzado. En rima con el oficio de escribir, con el hecho artístico en general como acto de resistencia, viene la Milonga del tartamudo, con letra/música del cineasta F. Solanas, en la voz de A. Zitarrosa, pieza incluida en la b. s. del filme Sur. Milonga que recuerda, ‘cuando calla el tartamudo/ seguro que va a pelear… Milonga del tartamudo/ que siempre dijo que no/ sigo pobre y no me vendo/ la puta que lo parió…’ http://www.youtube.com/watch?v=ajhx6CvxHMM
Aunque no se pueda evitar que la política con su omnipresencia en la vida, lleve al escritor a tocar realidades que son políticas, no hay duda de que alguien como Cortázar prefiera escoger sus temas en un ámbito de aparente indiferencia política. Son sabidos los riesgos que se corren cuando el panfleto suplanta a la denuncia, el panegírico al homenaje, cuando el reconocimiento se oculta tras el velo de la hipocresía. En todo caso, fue siempre un escritor sin mandato, uno de aquellos autores que tienen la posibilidad de señalar, aun con sus flacos medios, el rumbo desastroso de los sucesos que dibujan el porvenir y dificultan la percepción correcta de los qués/cómos y porqués de cuanto sucede. La ofensiva del capitalismo contra la formación humanista, instrucción, conocimiento de las lenguas clásicas y la obligatoriedad de la literatura en la enseñanza media, son índices alarmantes de la desposesión progresiva en el ser humano, de sus facultades más nobles: la conciencia crítica frente a sí y al mundo que le rodea; el amor a las artes y a toda forma de saber desinteresado; la opción de disentir frente a tantos y discutibles productos de la Industria Cultural o, peor dicho, mediática. En torno a esto, Cortázar siempre estuvo alerta hasta volverse conciencia crítica de su generación, signada por la guerra de Vietnam, los conflictos sociales, el apartheid, la lucha contra la represión en Chile, Uruguay y Argentina, a partir de 1973, de aquel 11. sept cuando fue asesinado el primer presidente socialista de la historia elegido por votación popular: una muestra apenas de la ‘tolerancia’ de la política tradicional frente a la diferencia. De ahí que acabe por hallar en el socialismo, de continuo sometido a crítica eso sí, la única posibilidad de crear el Hombre Nuevo, a través de un proceso de renovación y de invención constantes.
El boxeo también es música…
Ese mismo proceso, que tanto tiene que ver con la libertad como acción del deseo, no sin límites, encuentra eco en los vínculos de Cortázar con jazz, cine, boxeo. En Algunos aspectos del cuento relata que un escritor muy amigo del box, le decía que ‘en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana por puntos, mientras el cuento debe hacerlo por KO’. Por lo mismo, estaba de acuerdo, quizás sin saberlo, con Miles Davis, quien creía que la música (más allá del jazz) se relacionaba estrechamente con el boxeo: ‘El boxeo se puede comparar con la música. En ambos casos es preciso dominar el ritmo, poseer un buen tempo. Entrenarse, practicar, clarifica las ideas y mejora la circulación sanguínea, lo que permite pensar con más fuerza, percibir las sensaciones con más intensidad y actuar con mayor vigor, cualquiera que sea el instrumento que uno utilice. Cuando miro a un baterista es como si mirase a un boxeador, evalúo sus reacciones, su velocidad…’
Cortázar, gustador del jazz/boxeo y segunda o 25a trompeta, expone a su vez un argumento análogo, referido al jazz y la escritura: ‘El jazz me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir en mis cuentos, un poco como el músico que enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación’. Swing, el elemento, no el estilo, espontaneidad, improvisación, términos básicamente jazzísticos, que van muy de acuerdo con una escritura basada en la libertad creativa, la distancia frente a la academia, el rechazo a toda pompa deliberada, a toda circunstancia limitante. Por si subsiste alguna duda respecto a los vínculos entre escritura y música, cuyo ritmo y cuya melodía emanan esta vez del lenguaje, no de los sonidos, agrega: ‘Para mí, la escritura es una operación musical. Lo he dicho ya varias veces: es la noción del ritmo, de la eufonía. No de la eufonía en el sentido de las palabras bonitas, sino de la eufonía que sale de un dibujo sintáctico (ahora hablamos del idioma) que al haber eliminado todo lo innecesario, muestra la pura melodía’. En 2013 se publicó Clases de Literatura. Berkeley, 1980 (Alfaguara), libro que recoge ocho clases que dio entre oct. Y nov.1980 en la U. de Berkeley, y que están prologadas por Carles Álvarez G.: ‘El Cortázar oral es extraordinariamente cercano al Cortázar escrito: el mismo ingenio, la misma fluidez, la misma ausencia de digresiones’. Allí, el autor belgargentino señala la necesidad de darle a la escritura esa libertad que es inherente al jazz por su creación permanente, su infinito fluir de la invención, en la búsqueda de nuevas cosas, así se corra el riesgo de errar: ‘El elemento de creación permanente en el jazz, ese fluir de la invención interminable tan hermoso, me pareció una especie de lección y de ejemplo para la escritura: dar también a ella esa libertad, esa invención de no quedarse en lo estereotipado ni repetir partituras en forma de influencias o de ejemplos sino simplemente ir buscando nuevas cosas a riesgo de equivocarse’.
En cuanto a su relación con el jazz, bastaría citar el cap. 17 de Rayuela, un tributo a quien se autoproclamaba creador del ragtime y a la vez inventor del jazz, Jelly Roll Morton; el relato largo o nouvelle El perseguidor, en memoria del mayor saxo alto de la historia, Charlie Parker, pero no recreación de éste, toda vez que Johnny Carter es una caprichosa conjugación cortazariana entre Johnny Hodges y Benny Carter, dos de los más relevantes exponentes del sonido ellingtoniano, del Swing y del clasicismo jazzístico, y el protagonista se remite al propio Cortázar antes que al Pájaro del jazz (se verá); y el tributo al enormísimo cronopio Louis Armstrong en La vuelta al día en 80 mundos. En dichos textos sale a flote la razón última del jazz: la libertad de expresión. El jazz vuela cual pájaro libre, una música que permitía todas las imaginaciones, una definición de libertad distinta a la que enseñan en las escuelas: eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa es, en últimas, la libertad auténtica. Libertad como sentimiento, no concepto, de afirmación vital. La misma que encarna, justo, Satchmo, de quien en el texto citado dice: ‘De la trompeta de Louis la música sale como las cintas habladas de las bocas de los santos primitivos, en el aire se dibuja su caliente escritura amarilla, y detrás de esa primera señal se desencadena When the saints go marchin’in y nosotros en las plateas nos agarramos todo lo que tenemos agarrable, […] y en el medio está Louis con los ojos en blanco detrás de su trompeta, con su pañuelo flotando en una continua despedida de algo que no se sabe lo que es, como si Louis necesitara decirle todo el tiempo adiós a esa música que crea y que se deshace en el instante, como si supiera el precio terrible de esa maravillosa libertad que es la suya’. Como si supiera, el precio astronómico de esa terrible libertad que es la nuestra. Del trompetista y cantante empieza a dibujarse en el aire su caliente escritura amarilla, la de When the saints go marchin’in (Cuando los santos entran marchando), jubileo (spiritual) que, en un acto de licencia creativa, reemplaza a Muskrat Ramble o El correteo del almizclero, tema originalmente citado en el párrafo anterior.
http://www.youtube.com/watch?v=hZNYMwgHIAg
Sobre el tango y en particular sobre sus letras, Cortázar confiesa: ‘Algunas me hacen reír porque son completamente absurdas, muy mediocres y muy malas. Pero cuando el autor se llama Homero Manzi, cuando el autor es Celedonio Flores, la cosa es distinta. Para mí, el poema de Mano a mano es absolutamente admirable como texto lunfardo o semilunfardo… (Tema) que prefiero a cualquier otro tango y a todas las grabaciones de Gardel…’
http://www.youtube.com/watch?v=HRguzgfaBGo
Cortázar, el perseguidor
Antes de ir con El perseguidor, que es más bien El perseguido, y a fin de que cada oyente pueda crear su propia atmósfera, quizá valga la pena entrar en la de Dizzy Gillespie, con el tema Dizzy atmosphere, es decir, la atmósfera creada por los Dióscuros del bebop: Charlie Parker en el saxo alto y Gillespie en la trompeta.
http://www.youtube.com/watch?v=lHuJ2CkEGO0
Dentro de la relación Cortázar/jazz/juego/humor/búsqueda, no podría dejar de citarse a El perseguidor, relato que por vía de J. Carter devuelve un reflejo problemático, existencial, metafísico: con quien, de paso, homenajea a Ch. Parker en un pretexto perfecto de tributo a sí mismo, pero nunca de autoalabanza o espejo narcisista. En efecto, Johnny, quien pese a la apariencia no es Charlie sino Julio, tras su penoso periplo vital, lleno de angustia y dolor, se convierte en el punto de partida de muchos otros personajes de su obra, siempre perseguidores por buscadores de un sentido para el existir del hombre en el mundo. Cortázar: ‘En El perseguidor quise renunciar a toda invención y ponerme dentro de mi propio terreno personal, es decir, mirarme un poco a mí mismo. Y mirarme a mí mismo era mirar al hombre, mirar también a mi prójimo. Yo había mirado muy poco al género humano hasta que escribí El perseguidor’. Recuerdo que, además, apunta a diferenciar entre el sentido de ver y mirar.
Ponerse en el terreno personal significa mirar hacia adentro. Y mirar al prójimo: que el yo está en el otro. Que hay que ponerse en el lugar del otro, principio básico de la tolerancia, una de esas palabras violadas hasta la saciedad por los sátiros de la política, los de la intolerancia, la única que no discrimina: v. gr. en Colombia. Podría decirse que en dicho relato no son Johnny ni, menos, Charlie los perseguidores… sino Cortázar. Es él quien desde el comienzo del relato percibe la miseria del ser humano en la de Johnny; quien a fuerza de fumarse sus porros es capaz de contraer o dilatar el tiempo; quien se para en una esquina a ver pasar lo que piensa, pero es angustiosamente impotente de pensar lo que ve. Quien se pregunta cómo se pueden pensar quince minutos en minuto y medio… y, lo que es más grave, llegar a vivirlo. Es él quien al tiempo cronológico, el de los relojes, le opone el tiempo interior, el del ocio, quien descubre, aunque no se diga, que el tiempo es el reloj de la muerte.
En últimas, Carter no es Parker sino Cortázar, el ‘dueño de una música que no facilita los orgasmos ni las nostalgias, de una música que me gustaría poder llamar metafísica y quien parece contar con ella para explorarse, para morder en la realidad’ que, por la rejilla de la angustia, ‘se le escapa todos los días’. Cortázar que es Carter que es Balder, podría decir, como éste, que siempre buscó el conocimiento en medio de las tinieblas y la potencia en la debilidad pues ‘de esa incoherencia, de esas debilidades, nacerá siempre la interminable, indestructible fuerza de la gran literatura’, dirá en el prólogo a la obra completa de Arlt. Aquella que aun mal escrita tendrá siempre la violencia de un cross a la mandíbula de los defensores del statu quo, la mediocridad, la ignominia, la violencia: de esa desmesurada violencia del poder, disfrazada de búsqueda de soluciones, que cierra escuelas y hospitales y abre cuarteles y cementerios. Que cambia saber por guerra, salud por dolor, vida por muerte.
Contra esto, Cortázar propone que, si el hombre quiere ser libre, deberá dejarse los hábitos adquiridos, recuperar la capacidad de asombro, sustituir el pragmatismo por la gratuidad de los actos. En fin, cambiar razón por imaginación, actitud que lleva a Johnny Carter, alias Ch., alias Julio, a decir: ‘En realidad las cosas [en verdad] difíciles son otras distintas, todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento. Mirar, por ej., o comprender a un cerdo o a un gato. Esas son las grandes dificultades’. Para entender mejor lo difícil, como comprender a los gatos, nada mejor que citar al que los adoraba y, como prueba, bautizó a uno de ellos Teodoro (por Adorno): ‘A mí me ocurrió que en mitad de una reunión de negocios pensé, sin saber por qué, en los gatos, que no tenían nada que ver con el orden del día y descubrí bruscamente que los gatos son teléfonos. Así nomás, como siempre las cosas geniales’.
Un grito repetido por mil centinelas
Sobre la relación Cortázar/cine, se citan apartes de un texto publicado originalmente en revista Sur (mar/abr.1952) pero escrito en París sobre Los olvidados de Buñuel, en 1951, cuando es becado por el gobierno francés y luego traductor de la UNESCO. Texto publicado en Colombia por el Magazín Dominical No 561 (30.ene.94): una poderosa declaración de principios contra el maniqueísmo, muestra sin par de poesía y análisis, crónica como novela de la vida, observación detallada sobre lo que pasa en la calle y quienes juegan al gran juego de la realidad, caso perfecto de dialéctica entre palabra e imagen, de sensibilidad que no distrae ni engaña, sobre el ‘malo’ en teoría: ‘El Jaibo se ha escapado de la correccional y vuelve entre los suyos, a la pandilla, sin dinero y sin tabaco. Trae consigo la sabiduría de la cárcel, el deseo de venganza, la voluntad de poderío. El Jaibo se ha quitado la niñez de encima con un sacudón de hombros. Entra en su arrabal al modo del alba en la noche, para revelar la figura de las cosas, el color verdadero de los gatos, el tamaño exacto de los cuchillos en la fuerza exacta de las manos. El Jaibo es un ángel: ante él ya nadie puede dejar de mostrarse como verdaderamente es. Una pedrada en la cara del ciego que cantaba en la plaza, y la fina película de las formas se triza en mil astillas, caen los disimulos y las letanías, el arrabal brinca en escena y juega el gran juego de la realidad. El Jaibo es el que cita al toro, y si la muerte alcanza también para él, poco importa; lo que cuenta es la máquina desencadenada, la hermosura infernal de los pitones que se alzan de pronto a su razón de ser. Esta noche me acuerdo del Sr Valdemar. Como las gentes del arrabal de Buñuel, como el estado universal de las cosas que lo hace posible, el Sr […] está ya descompuesto, pero la hipnosis lo retiene en una estafa de vida, una apariencia satisfactoria. El Sr […] está todavía de nuestro lado, y todos rodeamos el lecho del Sr […]. Entonces entra el Jaibo’. Esto es como si hubiera escrito su parte en el filme a partir de una reflexión humana, humanística y humanizante en la que no caben equívocos ontológicos ni perversiones racistas o de clase sino, simplemente, la mirada sobre el hombre sin distinciones de raza ni sexo ni credo político o religioso. (Continuará…)
A Santiago & Valentina, tan cronopios como el Mayor de ellos, pero sin obligación de ningún tipo.
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata O. y Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES (20.feb.21). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]