Cualquiera que desprevenidamente fuera a leer los perfiles de Jon Lee Anderson o el cineasta Michael Moore diría que son destacados periodistas y documentalistas. La misma trayectoria de Anderson impresiona: “Es uno de los grandes cronistas de The New Yorker. Empezó en 1979 como reportero del semanario peruano The Lima Times. Con el tiempo, ha escrito para medios tan destacados como el New York Times, The Financial Times, The Guardian, El País, Harper’s y Time. Entre otros, ha escrito los perfiles de Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, el rey Juan Carlos, Sadam Husein, y Hugo Chávez. Ha cubierto más de una decena de guerras alrededor del mundo.” Simultáneamente la biografía del productor estadounidense reza que “Michael Moore es un “cineasta, documentalista y escritor estadounidense, conocido por su postura progresista y su visión crítica hacia la globalización, las grandes corporaciones, la violencia armada, la invasión de Irak y de otros países y las políticas del gobierno de George W. Bush y sus antecesor.”
Pero la verdad es otra: Moore y Anderson, cortados con la misma tijera, de periodistas ni de documentalistas tienen un pelo. Ambos lo que son es unos panfletarios de extrema izquierda que buscan a través de la manipulación, ensalzar a sus héroes (Castro, el Che y Chávez en el caso de Andersen); o destruir a sus enemigos (Bush, Reagan y Trump en el caso de Moore). El término objetividad o imparcialidad no se encuentra en el léxico de Anderson o Moore. Hace unas semanas escribíamos sobre Moore: “Más que un panfletario y un manipulador emocional, Moore es y ha sido un instrumento de propaganda política, como lo deja en evidencia el libro titulado Michael Moore is a Big Fat Stupid White Man (Michael Moore es un gordo blanco y estúpido). El analista Peter Wicks hace el siguiente análisis.
sobre el cineasta: “Si bien es preocupante que mucha gente no se de cuenta de los errores y engaños de Moore, es más preocupante que muchos que se han dado cuenta, estén dispuestos a pasarlo por alto porque comulgan con las ideas políticas de Moore. Aparte de una absoluta hipocresía, el problema de esa postura es que a la Izquierda no le importa nada la calidad del debate público, solamente el resultado. La propaganda corrompe, siempre. Los progresistas serios deberían rechazar las tácticas de Moore y deberían rechazar a Moore.”
El término objetividad o imparcialidad
no se encuentra en el léxico de Anderson o Moore
Anderson hace pocos días se convirtió en el principal periodista acusador del expresidente Álvaro Uribe en calidad de “violador”, en una estrategia calumniosa de propaganda política internacional para afectar a Uribe y al Centro Democrático. Las falsas y bellacas denuncias de Anderson fueron acogidas por los medios de izquierda colombianos, que hace pocos días sugirieron que Uribe podría ser un “violador”. La connotada periodista, María Isabel Rueda hizo el siguiente comentario: “Anderson cayó fácilmente en el juego repugnante en el que entraron muchos esta semana: el de adivinar quién violó a Claudia Morales. Eso, como efecto de la decisión de la periodista que resolvió hacer pública una agresión sexual de la que fue víctima hace alrededor de 15 años. Su columna de opinión se tituló: ‘La defensa del silencio’, en la cual precisamente no guardó silencio, sino que habló.”
Para mayor ilustración sobre la enorme capacidad de manipular de Anderson, el connotado periodista español Antonio Muñoz Molina afirma en relación a un sesgado y malintencionado artículo de Anderson sobre la crisis en Cataluña: “Hasta el reputado Jon Lee Anderson, que vive o ha vivido entre nosotros, miente a conciencia, sin ningún escrúpulo , sabiendo que miente, con perfecta deliberación, sabiendo cuál será el efecto de su mentira, cuando escribe en The New Yorker que la Guardia Civil es un cuerpo paramilitar”.
Michael Moore - John Lee Anderson