El problema de Colombia no es ideológico, ni político. El gran inconveniente de este país son los corruptos que por año se roban 50 billones de pesos del erario público. Esa monstruosa cantidad es la que sostiene las redes mafiosas de la corrupción y es la causante de que Colombia tenga que hacer una reforma tributaria todos los años. De hecho, esa misma suma es la causante de que no tengamos buena salud o buena educación, infraestructuras o desarrollo.
Los corruptos son los ricos del país, de ahí la tan profunda desigualdad y concentración de la riqueza. Colombia es un país donde todo está negociado, desde los servicios públicos, en manos de transnacionales, hasta la naturaleza y el agua, víctimas de las depredadoras transnacionales que sin ningún remordimiento cada día consumen vida en hectáreas verdes y agua.
Además, aproximadamente un 30 % de su población sobrevive en la miseria y la clase trabajadora del país subsiste en su gran mayoría con salarios de hambre. Para la muestra un botón que ilustra con facilidad los extraordinarios niveles de corrupción: en el Senado que acabamos de elegir hay 40 personas cuestionadas con temas graves de corrupción y vínculos con sectores delincuenciales.
De otro lado, el hambre y la necesidad siguen doblegando al votante regular, mientras una masa gigantesca de colombianos se ubican en la abstención, a la espera de un líder que logre inspirar tan complejo sector social. El colombiano promedio vive de la esperanza y la fe de que algún día podamos ser tan felices como Finlandia, el país más equitativo del mundo, con el mejor ingreso per cápita y con uno de los niveles de calidad de vida más altos del mundo.
Sin embargo, ellos lo lograron limpiando con medidas extremas la corrupción existente hace unas décadas, usando modelos como el anunciado hoy por Alemania. Además, su tipo de gobierno es presidenciable y parlamentarista, y consiguió su equilibrio social a partir de la disciplina social y el estudio de alta calidad, hoy el mejor del planeta. Finlandia sí que es una verdadera quimera para países como Colombia.
En fin, el problema de Colombia no es ideológico ni político, nuestro verdadero obstáculo radica en la alta descomposición de sus líderes e instituciones. En Colombia robar es una hazaña admirada por muchos, esos que ven en ellos un ejemplo a seguir para una vida fácil y llena de privilegios.
Mientras tanto el pueblo desnudo muere física y emocionalmente de hambre en el peor de los mundos, en medio de las privaciones sociales más aberrantes, que para ellos son el pan de cada día. Por eso no se deje engañar o embobar con cortinas de humo, las grandes problemáticas sociales de este país tienen un solo generador un solo responsable... la corrupción.