Julio Verne en su libro “Soberbio Orinoco” escrito en 1898 catalogó a la región como “espita” por sus caudales de agua, los cuales tenían que protegerse según la visión del autor para evitar un colapso del medio ambiente en ese sector del país. Como lo descubrió en sus escritos “Dixon Moya de la revista semana del 20 de marzo del 2005, donde se plasman lugares de Colombia en el libro del autor.
Julio Verne nos expuso lo que podría ocurrir hacia el futuro hace cien años, si no tomábamos consciencia de velar por estos grifos naturales que abastecen al país, pero los colombianos comenzando por nuestros dirigentes, no tenemos la capacidad lectora de recordarlo.
La invisibilización que ha tenido el llano por parte de quienes manejan los destinos de la región, quienes dejaron el poder en manos de inversores y gobernantes del este del país, nunca hicieron un tratamiento integral del problema ni se detuvieron a estudiar el verdadero foco que estaba acabando con la flora, fauna y corrientes subterráneas hídricas y nacederos, minimizando el patrón del efecto con el cambio climático, porque como dice el investigador, columnista del mundo.es, del 21 de marzo del 2014, “Aquí en Casanare hacen lo que se les antoja, vierten a los ríos aguas residuales a temperaturas altas, inyectan líquidos desechables sin depuración en la tierra, provocando una fuerte contaminación”
Mientras que, la prensa nacional se rige con argumentos del gobierno en manos de la ministra de ambiente, que se escuda en el cambio climático, a la vez que en su profundidad de pensamiento dice “la muerte de los miles de animales salvajes no tiene problema, estaban reproduciendo mucho” y lo expresa para no entrar en conflicto ni con las siete compañías petroleras, ni con los 140 bloques ni con los cultivadores de palma africana, arrocera y ganadería extensiva, ni muchos menos, entrar a debatir con los grandes centros inversores que están deforestando las selvas llaneras, usándolas para monocultivos, pero especialmente para incrementar ganadería, aunándose la canalización que se hace de ríos y nacederos hacia las propiedades, llamados distritos de riego.
Con la muerte de 20 mil especies animales y 40 mil cabezas de ganado más las que no se han contabilizado al día de hoy, tienen un culpable de esta hecatombe ambiental; es más, el gobierno lo sabe y está en manos de quienes manejan las grandes inversiones en hidrocarburos entre las cuales figura Ecopetrol. Voy a atreverme a explicar en palabras simples el gasto de agua y la contaminación que sufren los acuíferos y aguas subterráneas, debido a la exploración como su explotación. Cuando se hace exploración para detectar un posible yacimiento petrolero, se hace por medio de “Sísmica”, pequeñas explosiones que producen una radiografía que identifica un potencial yacimiento subterráneo de petróleo. En la exploración el contacto agua–petróleo es fundamental para determinar el sitio. Pero este sistema es contraproducente para los aljibes y corrientes subterráneas, porque la explosión destruye las capas del suelo y subsuelo haciendo que se pierdan volúmenes de agua hacia el interior de la tierra a la vez que, se produce una alta contaminación con los distintos elementos de petróleo.
En la explotación del petróleo es más significativo el uso de agua; en su fase inicial la presión interior del pozo por los distintos compuestos que lo acompañan, hace que se depure sin compresión de agua, pero, cualquier fuga que tenga los tubos que van al fondo del pozo entra a contaminar los acuíferos y aguas que están al interior de la tierra, por lo cual, estas corrientes subterráneas no sirven para consumo humano. Pasados los días y a falta de presión, al pozo se le inyecta agua tomando como referencia que por cada galón de petróleo extraído se inoculan 10 galones de agua, y para refinar ese galón de petróleo se utilizan 7 mil litros de agua.
Esto, porque una vez extraído el crudo se tiene que tratar con productos químicos y calor para eliminar el agua y separar los distintos elementos adheridos al hidrocarburo. Los residuos que quedan en la caldera, como el ácido sulfúrico se destila con vapor de agua a más de 426.7 grados centígrados. Por donde se mire al agua se consume en volúmenes que los ciudadanos de a pie no entienden.
De otra parte, la magnitud en gasto de agua de las empresas petroleras se encuentra en su rendimiento o recuperación para producir crudo. Si se quiere incrementar la productividad en al menos un 60 o 90 por ciento, se debe a la inyección de agua para incrementar la presión del pozo. Ahí es cuando los expertos deducen que por cada galón que se extrae se introducen 10 galones del preciado líquido. Un ejemplo claro de esto se visibiliza cuando el ministro de minas y energía nos dice, que para el siguiente mes la producción se incrementará en un 200%; es cuando pasa de 980 barriles diarios a más de 1000 barriles. Otro dato importante lo plasma en su página, slb.com, cuando nos dice “las compañías petroleras producen un promedio de 3 barriles agua por cada barril de petróleo” haciendo referencia a que son aguas residuales a temperaturas altas, contaminadas e inyectadas en la tierra, fomentando contaminación y quema del terreno.
En conclusión, hagamos un ejercicio de suma y resta. Un barril de petróleo americano tiene 42 galones son 159 litros. El galón tiene 3.7854 litros; miremos el gasto de agua. Si para extraer un galón de petróleo se inyectan 10 galones de agua, cuantos litros de agua son? La respuesta es que se utilizan 37.854 litros de agua para obtener un solo galón de petróleo que tiene 3.7854 litros. La diferencia es abismal. Y si multiplicamos el gasto real de agua para un barril que tiene 42 galones de petróleo sabiendo que por un galón del combustible se aplican 10 galones de agua tendríamos que para extraer un barril de petróleo de 42 galones se utilizan 1589.868 litros de agua sin tener en cuenta que en la refinación se utilizan 7000 litros de agua.
Está sustentado el gasto del preciado líquido en las petroleras del sector. Multipliquemos por cada una y tendremos el desastre ambiental del Casanare. Sin contar con los cultivos de palma, arroz, etc., los datos son por día no por mes. Bogotá es un consumidor compulsivo de agua. El 75% viene de los páramos de Chingaza y Sumapáz, provisión que se toma de la cuenca de los llanos orientales.
Los efectos de la hecatombe son los malos manejos de regalías, gasto inútil del erario, aprobación de licencias a los petroleros sin consentimiento oficial, y un conjunto de actividades que han quedado como elefantes blancos y nacimiento de nuevos ricos.