Todos escuchamos hasta la saciedad, una palabra de 10 letras, llamada CORRUPCIÓN y es así como nos hemos familiarizado con palabras tales como, peculado, cohecho, concusión, prevaricato, entre otros… Además existen varias condiciones estructurales de nuestro país que sirven para caldo de cultivo para la famosa frase de 10 letras, como son el clientelismo, la cultura del atajo, malversación de fondos, falsedad documental, sobornos, tráfico de influencias.
Este fenómeno siempre ha estado en la historia de la humanidad y no nació ayer. Luchar contra ella es como la condena de Sísifo. Es así, como el primer caso de corrupción se remonta al antiguo Egipto, conocido como el caso de Tebasgate, donde se evidencia la existencia de corrupción y nepotismo. Este caso de Tebasgate trata del encubrimiento de un robo de joyas y oro escondidos en las tumbas del faraón.
Este virus de la corrupción se extendió hasta nuestros días, pasando por la corrupción de la Grecia clásica y el Imperio Romano, ni siquiera la iglesia católica se salva de este mal.
Los tentáculos de la corrupción han llegado tan lejos que tocan hasta temas ambientales. No hay que ser Sherlock Holmes, ni mucho menos el Dr. Watson, para darse cuenta que este fenómeno se ha incubado en la atmósfera ambiental. La corrupción es un parásito que todo lo corroe, deteriora, arruina, destruye y carcome.
El medio ambiente paga los platos rotos de la corrupción y junto a él, lo paga también toda la especie humana.
El sector ambiental se ha convertido en una caterva de conspiración, nuestros paisajes poco a poco se van fracturando, se rompen, se destruyen y son irreconocibles, todo lo anterior en un paraíso de indiferencia, cada vez el medio ambiente está más exangüe. No podemos seguir con una actitud axiológica, no podemos seguir siendo un muerto viviente (valga el oxímoron). Esto ya es mucho hartazgo, cansancio, aburrimiento…
Vemos una huella, herida, cicatriz, daño y quebranto, que deja la minería ilegal. Vemos una selva húmeda transformada, fragmentada, cada vez hay más tierras muertas, por cráteres gigantescos. El suelo se ve blanco y amarillo por los Terminator de las palas mecánicas y por los elementos químicos usados como mercurio y por el anión monovalente del cianuro, que es una sustancia muy tóxica y que son usados para aislar el oro de los otros minerales, causando daño irreparable a las capas del suelo y filtrándose a las fuentes hídricas, afectando ecosistemas.
Vemos tráfico de influencias para obtener permisos ambientales en temas petroleros, mineros o agrícolas. Vemos mordidas, coimas para que autoricen un mal informe, sesgado y mentiroso del impacto ambiental. Vemos daño generado por las hidroeléctricas, donde la Contraloría encontró que en las 8 centrales analizadas las licencias ambientales habían sido modificadas muchas veces y en la mayoría de los casos lo ejecutado es diferente a lo concertado. Vemos alteración de los ecosistemas acuáticos e impactos en pesca, cambios en régimen de ríos, alterando ciclos naturales de crecida.
Cada año en nuestro país aproximadamente se pierde 120 mil hectáreas de cobertura boscosa, esto quiere decir que cada hora se tala 14 hectáreas de bosque, conllevando a la deforestación y un pésimo manejo de bosques, la tala ilegal hace daños irreparables, cortan arboles in limite, no les importa si el árbol es el hogar de una especie animal en peligro de extinción.
COLOFÓN: La corrupción no es un tema que tenga solución exprés, por encima de todas las vicisitudes, debemos tener conciencia social sobre el cuidado de la biodiversidad y su importancia en la especie y el bienestar humano, todos debemos tener una responsabilidad individual en el cuidado del medio ambiente, tenemos un problema de educación ambiental que debemos solucionar, debemos generar conciencia del papel importantísimo que cumple la sociedad en el cuidado del medio ambiente.