James Wan la tiene clara: los efectos especiales en una película de terror le restan potencia al susto. Uno sabe que detrás de una criatura elaborada digitalmente no hay más que un nerd jugando con un programa de computación. El director de origen malayo recurre al maquillaje, a dos o tres escenas espantosas de esas que te hacen saltar del asiento, a una banda sonora impecable, llena de susurros y de gritos espeluznantes, de violines chirriantes que parecen el lamento de una viejita llorando por su hijo. Pero tal vez el secreto que tiene este joven director de origen malayo sea el de no mostrar al monstruo. Es así de simple, lo que no vemos es más inquietante, más diabólico. Por eso ha decidido cerrar El conjuro y La noche del demonio 2 ocultándonos algo que aunque no vemos sabemos que es escalofriante, terrible, malévolo.
En la casa de los Lambert los caminadores de los niños se mueven sin que nadie los toque, las puertas se cierran solas, los árboles proyectan sombras de formas inquietantes y las cortinas movidas por el tiempo se asemejan a señoras recubiertas de vestidos antiguos que buscan con inquietud un niño que amamantar. No sabemos si lo que vemos es producto de imaginación o son vestigios del infierno en el que está sumergido Josh, el patriarca de la familia.
Cuando ya pensamos que nos vamos a ahogar en el espeso pantano del terror Wan nos arroja un salvavidas y nos regala un chiste o un personaje gracioso. En La noche del demonio 2 aparecen los cazafantasmas más desparpajados desde que Bill Murray y Dan Aykroyd encontraran en una biblioteca a pegajoso. Estamos temblando pero también reímos, que sofisticada forma de atormentarnos tiene este realizador.
Y de pronto Wan pierde el pudor y nos muestra sin que lo esperemos el rostro desfigurado de una madre histérica, o la amarga sonrisa de un viejito sumergido en las penumbras del más allá. Cuando golpea lo hace con fuerza, nos sobresalta. Él sabe que lo espantoso funciona mejor si va de la mano de un buen guion, de una fotografía llena de negros, de rojos, de una atmósfera. Porque el terror es ante todo atmósfera.
Gracias a este joven de 34 años el cine de horror ha vuelto a cobrar la dignidad perdida. Ha logrado hacer de su equipo una familia que lo sigue a todas partes. Patrick Wilson y sobre todo Rose Byrne son dos de sus descubrimientos. Cada una de sus interpretaciones nos sobrecoge, nos angustia y lo más importante nos hace sentir identificados, es decir, sus actuaciones son tan buenas que creemos que a nosotros también nos pueden pasar estas desgracias.
La noche del demonio 2 es menos miedosa que su primera parte o que El conjuro pero es mucho mejor película. El guion es laberintico y le agrega elementos como asesinos en serie o complejos de Edipo que le han parecido a la mayoría de críticos exagerados y hasta incongruentes pero a mí me han parecido fantásticos y sobre todo originales. Cuando creíamos que el género estaba muerto La noche del demonio 2 lo renueva combinando viajes astrales, asesinos seriales, madres posesivas, posesiones demoniacas y un humor desternillante.
Eso sí es indispensable para la total comprensión de la película que hayan visto la primera parte, si no lo hacen seguro se perderán en la compleja trampa que le ha tendido James Wan no sólo a la familia Lambert sino a nosotros, los inocentes espectadores.