El domingo 27 de septiembre duramos veinte minutos a bordo del Carpati-- uno de los jeeps clásicos del Eje Cafetero colombiano-- hasta llegar a la vereda El Dorado ubicada sobre la vía que conduce de Samaná a Pensilvania, en el departamento de Caldas.
Allí hay una sequía que preocupa a todos los vecinos.
La vereda se está quedando sin agua porque durante muchos años los campesinos tumbaron el monte para cultivar y para hacer oficios de ganadería. Ahora se han dado cuenta del daño ocasionado y quieren reivindicarse con la naturaleza, pues la bocatoma que les provee el agua a más de cincuenta familias, se está secando.
El problema es que las tierras en las que otrora estaban los bosques que proveían el agua ya tienen dueño, un campesino apodado El Ovejo, cuya terquedad le hacía impedir que la gente reforestara el bosque, hasta que se vio afectado por la escasez hídrica. A esta situación se sumaba que los niños no podían ir a estudiar porque sin agua no había restaurante escolar y tampoco se podían usar los baños de la escuela.
Con el diálogo, los campesinos, en compañía de la Legión del Afecto y el programa Familias en su Tierra del Departamento para la Prosperidad Social DPS, convencieron a El Ovejo para que entre todos se hiciera una siembra de quiebra barriga, una planta especial para el agua sobre la cuenca de la cañada. Juntos realizamos una actividad de integración y afecto por el bien de la vereda.
Foto: Legión del Afecto
Historias de violencia que han sido superadas
En El Dorado las huellas de la violencia no se borran, pero los campesinos saben sobreponerse, como Don Guillermo que a pesar del asesinato de uno de sus hijos por parte de los paramilitares, está dispuesto a ayudar por el bien de la cuenca:
“Un día por la tarde estaba lavando cafecito. Cuando menos pensé llegaron unos cincuenta muchachos y muchachas en botas y armados, me dijeron: ‘Don Guillermo si no se quiere morir váyase rápido porque esto se va a calentar’, y yo salí corriendo para donde una hermana. Me tocaba ir pegado de las paredes y de los barrancos de las carreteras, agachado para que no me pegaran un balazo, y como pude llegué hasta donde mi hermana, acá en El Dorado. Me tocó quedarme como ocho días mientras pasaba todo y yo sin ropa, eso fue muy duro. Pero ahí no termina, a mi también me mataron un hijo de 21 años por no hacerle caso a los paramilitares. Pero qué más podemos hacer, seguir trabajando porque ni modo; lo bueno es que ya podemos salir a donde el vecino y ayudarnos entre todos como hoy estamos trabajando por esta cuenca para que no quedemos sin agua, esto esté grave, esta sequía juventud”.
En medio de estas historias, hubo un momento en el que un campesino se paró e invitó a todos a hacer un circulo mientras decía: “vamos a jugar”. Se vivió algo diferente en el patio por donde pasaron las FARC, donde les prohibían salir a los campesinos o donde los despojaban de sus cosas o animales. Este hombre empezó a correr alrededor de todos, con una ramita en sus manos y cantando el “tuntún de la calavera, el que se duerma le doy una pela” y le entrega la ramita a una mujer que lo perseguía antes que llegara a su puesto. Y es que los grandes también juegan y se divierten como los niños.
Foto: Legión del Afecto
Además de esta actividad pudimos acompañar a la vereda Villeta, donde la gente dice que había un punto en el que, en tiempos de la violencia, pasaba una volqueta con muertos y los botaban allí; era un punto por el que nadie podía transitar. Sin embargo, y con el apoyo afectivo de la Legión del Afecto, generaremos que los habitantes de estas veredas sean recordados como gestores de paz, no recordando la guerra, sino ayudando al mejoramiento de los recursos naturales y la biodiversidad.
