Lo que el coronavirus está develando al mundo no es propiamente la incapacidad de los Estados para combatir un bicho que ha sido capaz de ponerlos de rodillas, sino lo perverso y dañino que ha resultado para la humanidad un modelo económico basado en el consumo de hidrocarburos, la acumulación de la riqueza sin límites, la sobreexplotación de los recursos naturales y el más importe, la desconexión de los seres humanos con el planeta.
Hoy, Estados Unidos, centro del contagio, pide ayuda mediante notas diplomáticas a algunos países euroasiáticos, a Rusia y Turquía, especialmente, para paliar la crisis de su inoperante sistema de salud; la Unión Europea deja a su suerte y en total abandono a tres de sus socios más distinguidos, a Italia, Francia y España, y mientras Alemania intenta imponer un sistema financiero transitorio lejos de las políticas del Banco Central Europeo para evitar el colapso de su economía, Francia y España abogan por un escape del euro para lejos de los pactos de la Unión aumentar el gasto público y disminuir el servicio de sus deudas. Mejor dicho, de la Unión Europea no está quedando nada. De otro lado India con sus 1300 millones de habitantes se cierra, y en China mientras Wuhan se prepara para volver a la normalidad, una parte importante de su industria militar es orientada a la fabricación de insumos médicos para abastecer la demanda mundial.
Y claro, mientras miramos los efectos económicos de la emergencia, incluido el desplome de las más importantes bolsas de valores del mundo, la inyección de capitales de algunos gobiernos para reactivar la economía de sus países, los efectos de una posible recesión mundial y la caída de los precios del petróleo, y nos sorprendemos que a hoy 28 de marzo hay ya más de 600.000 casos reportados de contagio en 192 de 194 países y que cerca de 27.000 personas han muerto, olvidamos, como siempre, que hay un ser vivo en el universo, más pequeño que un grano de arena, que viene demandando hoy más que nunca nuestra atención, el planeta.
Hoy, se calcula que el número de seres humanos en el planeta está entre 7.600 y 7.700 millones de individuos, que en el 2023 alcanzaremos los 8.000 millones y que en el 2030 llegaremos a los 8.600. Según el centro de estudios ambientales Worldwatch Institute con sede en Washington D.C. “En la situación actual la Tierra tiene 1,9 hectáreas de terreno por persona para cultivar alimentos…, Un estadounidense utiliza de media alrededor de 9,7 hectáreas. Estos datos, por sí solos, sugieren que, con un nivel de vida estadounidense, la Tierra solo podría soportar una quinta parte de la población actual, es decir, 1.500 millones de personas…”. También, la Organización de las Naciones Unidas ha predicho que la población mundial para el 2030 necesitará, por lo menos, un 35 % más de alimentos, un 40 % más de agua y un 50 % más de energía, y la organización internacional Global Footprint Network (GFN) con sede en Suiza, que la población mundial está consumiendo actualmente los recursos equivalentes a 1,6 planetas como la Tierra y que, si la evolución negativa se mantiene al ritmo actual, para el 2030, la humanidad consumirá cada año el doble de los recursos anuales.
También, en los últimos tres años, 2016, 2017 y 2018, en el mundo hemos destruido 57.5 millones de hectáreas de bosque, esto es como si, cada minuto durante tres años se hubieran perdido 150 canchas de fútbol; estamos enfrentando la mayor contaminación del aire en 3.000 millones de años desde el final del Plioceno y la sexta extinción masiva de especies de los últimos 65 millones de años; en 30 años, a partir de ahora, 4.000 millones de personas vivirán en tierras secas como consecuencia de la degradación de los suelos y, más de 1.000 millones y hasta 3.500 millones podrían padecer en el 2025 por escases de agua.
Y como si lo anterior no fuera suficiente para preocuparnos o, al menos para los que creemos todavía que otro mundo es posible, anualmente producimos 2.100 millones de toneladas de basura con las que se podrían llenar 800.000 piscinas olímpicas. Según la Organización Mundial de la Salud y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en el 2018 murieron cada día 24.000 personas de hambre o por causas relacionadas con el hambre, 821 millones la padecieron y 2.000 millones sufrieron su amenaza. En 2019, cerca de 35 millones de personas resultaron afectadas por inundaciones, 47 millones por oleadas de calor y 45 millones por sequías. Y ni hablar del deshielo marino en el Ártico y de sus efectos devastadores sobre el planeta y la vida marina.
Para algunos científicos ya no tiene sentido ni es posible separar el bienestar del planeta con la salud de los seres humanos, muchos de los retos sanitarios mundiales que afrontamos actualmente, incluidas las enfermedades infecciosas como el coronavirus, la malnutrición y las enfermedades no transmisibles, están vinculados al cambio climático y al deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas.
Hoy es el coronavirus y mañana será otro, quizás, más poderoso y letal, por lo que es el momento de reflexionar sobre el futuro de nuestro planeta, no podemos seguir permitiendo que el mercado nos gobierne, el modelo económico necesariamente debe cambiar. Nos quedan muy pocos años.