Coronavirus: ¿el culpable de todo lo malo que pasa en Colombia?

Coronavirus: ¿el culpable de todo lo malo que pasa en Colombia?

La llegada del virus al país probablemente se vuelva el pretexto para justificar el alza del dólar, el alza de impopularidad, la quiebra de negocios o el desempleo

Por: Manuel Humberto Retrepo Dominguez
marzo 12, 2020
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Coronavirus: ¿el culpable de todo lo malo que pasa en Colombia?

La Colombia del siglo XXI, marcada con el cambio en la constitución, que permitió la reelección del presidente, puso en jaque como un virus la estabilidad del Estado de derecho, aceleró la destrucción de la independencia de los poderes públicos, además de contribuir a la fragmentación y polarización de la sociedad y de poner en retroceso garantías a un buen número de derechos humanos. El virus engaña, entra al cuerpo, destruye su estabilidad y hace confluir todas las decisiones en una sola: eliminar al enemigo. Así es también la doctrina de la seguridad aplicada por el poder hegemónico, capaz de servirse del virus para imponer sus decisiones sin siquiera dar lugar a la menor objeción u oposición. ¿Quién puede oponerse a las decisiones y protocolos para combatir el contagio? Nadie. Por eso la peste global, le permitirá al poder reafirmar su autoridad, facultado para silenciar unas cosas, imponer otras y recomponer equilibrios de gobernabilidad y legitimidad perdidas.

Al gobierno, al de aquí y a muchos otros de los cien países en alerta de peste, le quedará fácil y creíble, indicar que la peste es el enemigo principal y sobre él hacer caer todas las culpas desde la caída abrupta del precio del petróleo, la inesperada arremetida del dólar en alza que devalúa el peso hasta sus máximos conocidos, la contracción de las bolsas de valores, la volatilidad de las acciones y la quiebra anunciada de cientos de negocios, empresas y empleos, que dan un preaviso de recesión global. Eso ya es suficiente para orientar la mirada colectiva hacia otro lado, ponerla lejos de la agenda social, que tiene por objeto buscar salida a los problemas que eviten paros, eliminen violencias y creen medidas que reduzcan la desigualdad y eviten las consecuencias previsibles de aceleración del empobrecimiento, perdidas de poder adquisitivo, incremento de la marginación y muerte.

El gobierno tendrá un margen no menor a tres meses, para sacarle réditos a la peste, podrá hacer experimentos de aislamiento, encierro, veto, estigmatizaciones, condena y desconfianza y lo que haga o diga podrá empezarlo o terminarlo anteponiendo datos y creando relaciones con la peste, que promete ser útil para instalar temporalmente una manipulable paranoia, miedo y temor al contagio, que haga olvidar los grandes males de la política como la corrupción, la violación sistemática de derechos humanos y las responsabilidades por los crímenes de Estado, por omisión o intervención directa, como lo señaló el informe de la ONU y lo ratificó Human Rights.

El consenso global alcanzado respecto a que el mundo está ante una pandemia, basta para que la sociedad convulsione y sufra por el evidente regreso a la era viral, que parecía desplazada por la era neuronal, en la que apremian la “depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome del desgaste ocupacional (SDO)” (Byun-Chul Han, La sociedad del cansancio). Las dos eras, viral y neuronal, se juntan, la una lleva a la otra y las dos concuerdan en el aislamiento como fórmula letal de destrucción de toda relación colectiva. La peste servirá para reforzar la lógica del amigo y el enemigo, propia de la guerra fría, y subliminalmente traer de regreso la táctica de atacar y defenderse del extraño, del otro, del que llega, del de afuera, del opositor, del contrario, del vulnerable que queda expuesto a recibir la fuerza de la guerra preventiva que fue presentada para prevenir el terrorismo pero sirvió para ejercerlo, a favor del modelo de acumulación capitalista global que multiplica ganancias cundo sube el dólar, se quiebran empresas o se pierden empleos. Detrás de la tos, el estornudo o la fiebre sospechosa, puede haber peste, pero también hay discursos sociales negados por discursos biológicos e incitaciones a limitar libertades en nombre de evitar el contagio y perseguir al apestado, que puede meterse en el cuerpo de otro como un intruso que viola, destruye y causa un tenebroso pánico empujado con replicas y repeticiones mediáticas de casos y recomendaciones a suspender, negar, evitar la vida en colectivo.

Los habitantes del planeta en 40 días del asedio de la peste se han convertido en pacientes, en enemigos difusos, que en cualquier lugar pueden atacar o ser abatidos, porque la víctima del virus puede ser usted y convertirse en un instante en el enemigo público merecedor de repulsión y odio. De ahí la dificultad de oponerse a o negarse a cumplir la invitación institucional de los gobiernos a acatar el Estado de sitio de facto, que hace a cada quien responsable de su cuidado o su tragedia por contagio.

Los virus locales cedieron su lugar a la peste global que nació en la China, se reproduce en Europa y después de su ataque morirá en América, dejando a su paso las huellas absurdas de una Italia con 60 millones de habitantes en cuarentena, convocados a negarse, no mirarse, evitarse, no pararse frente a otro a menos de metro y medio de distancia, no toser, no estornudar, no abrazarse, no besarse; o de una Francia que prohíbe manifestaciones, movilizaciones y reuniones de más de mil de personas, justo allí donde los chalecos amarillos hace dos años se niegan a abandonar las calles esperando la dimisión del gobierno. Esa misma ruta amparada en el temor a la peste la seguirán en Brasil para derrotar las grandes movilizaciones contra el fascismo de Bolsonaro y lo mismo ocurrirá en Chile y Colombia. Otros lugares como Singapur con 8 millones de habitantes y 160 contagiados no se inmuta, no parece importarle la peste y no se ha preocupado por buscar infectados ni emitir prohibiciones.

P.D.: Mientras la peste se incuba y se muestra imbatible: el “caso Ñeñe” aparece con una cadena de delitos e implicados de alto nivel que podría llevar a la caída del reino del partido de gobierno y del presidente; Un ministro insinuó que la receta para combatir la peste debe ser una reforma laboral; las pruebas piloto para el uso de fracking continúan; se preparan protocolos que permitan, por vía del control a la peste, inmovilizar la movilización que el Esmad no pudo; y gran alegría por el regreso de Ángela María al congreso, donde hace tiempo debía estar.

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