La tierra se encamina hacia una encrucijada que tiene a la humanidad ad portas del inicio de viaje sin regreso. Cada uno de nosotros tenemos en nuestras manos y cabeza el destino de la especie, su supervivencia y legitimación como homo sapiens sapiens, digno título que no hemos demostrado por causa de una irracionalidad cada vez más perturbadora.
Los días y noches que podamos vivir serán realmente una fantasía milagrosa, pues, en manos de la barbarie estamos y, en cualquier momento, un estallido puede dar inicio a un holocausto de la especie por la especie.
El Universo se seguirá expandiendo. Los planetas seguirán girando y las estrellas consumiéndose poco a poco. Agujeros negros se seguirán tragando la luz tan fácil como el hombre lo hace con un sorbo de agua, y las montañas de la Tierra, también seguirán su proceso de formación y extinción a partir de la deformación de la corteza terrestre. Los movimientos orogénicos seguirán recordando que el planeta tan dinámico como nunca seguirá su proceso aún sin la existencia de la especie humana. Todo seguirá su cauce normal mientras nosotros dormimos el sueño de la eternidad y la nada producto de nuestros desaciertos.
Estamos en una encrucijada. Nadie nos va a traer la solución desde afuera. No es cierto el mito divino que viene a rescatarnos de la destrucción, no es cierto la mentira de un mundo trascendente donde algunos vivirán eternamente la dicha, y otros, la derrota y la desgracia del fuego eterno. El fuego lo tenemos aquí, en el presente; está a punto de devorarnos.
La incapacidad que nos gobierna para entendernos como una especie frágil, la falsa percepción que tenemos acerca de la naturaleza como un ente externo a nosotros, o mejor, el considerarnos independientes de ella y, por tanto, invencibles e intocables a pesar de la tragedia que consume nuestra casa común, nos condena con anticipación.
El coletazo de la modernidad insiste en destruir un mundo lleno de falsos mesías producidos, creados por individuos cuyos intereses los necesita para anestesiar su conciencia. Hay un deterioro constante de ese mundo externo producto de la negación de fenómenos evidentes a leguas como es el deterioro del clima, el cambio climático como un elemento extremo que pone en riesgo la supervivencia de todas las especies de la Tierra. Vemos que el mundo arde en llamas y los magnates de la Tierra niegan la tragedia así sus frentes estén sudando por el terrible ascenso de la temperatura. Australia es la tragedia más dantesca y a la vez la precursora del infierno que se nos avecina. Y no hay luz al final del túnel, por eso, muy acertadamente, Guattari, en sus Tres Ecologías, adujo que: “las relaciones de la humanidad con el socius, con la psique y con la “naturaleza” tienden, en efecto, a deteriorarse cada vez más, no solo en razón de contaminaciones y de poluciones objetivas, sino también por el hecho de un desconocimiento y de una pasividad fatalista de los individuos y de los poderes respecto a estas cuestiones consideradas en su conjunto.”
Difícil e indefendible considerar como suficientemente ilustrada a la alta élite respecto a las consecuencias que trae el cambio acelerado de nuestro clima mundial, no pareciera lógico pretender creer, que, de manera sincera, dichos magnates se realicen un harakiri destruyendo el planeta que ellos habitan. Quisiera creer, en verdad, que sus actos, más que egoístas, son producto de una falta de conocimiento y no de actos de mentecatos que, a sabiendas de que el planeta está ardiendo y moviéndose, han decidido condenar a la especie humana a la extinción definitiva.
En la escuela debemos estar alertas. En la actualidad ya no se deberá educar para un futuro de progreso material como hasta ahora se intenta hacer, la situación es mucho más complicada, ya que nuestro deber está en educar para defender la supervivencia nuestra en este planeta. Voltear la mirada a esta realidad es equivalente a autoinfligirnos una puñalada en la aorta. Es caminar sin ninguna resistencia hacia el fin del mundo, es caminar hacia la nada. No es necesaria una guerra entre naciones para ver en peligro nuestra continuidad en este Universo. Con la que le hemos declarado a nuestro planeta es más que suficiente, y ya sabemos quien tiene perdida la batalla final si no se sienta a dialogar de la mejor manera con ella, nuestra Madre Tierra. En nuestra voluntad de hacer las cosas correctamente está la solución. La Pachamama solo escucha y espera actos razonables. Hasta la próxima.