En el Teatro Colón de Bogotá el Gobierno nacional anunció en un pasquín de dos páginas la hipotética creación de un millón cien mil empleos con la apertura de exportaciones por diez mil millones de dólares, así como cerca de un millar de compromisos más para sacar a la Colombia del desempleo actual, que supera el 10.5%.
No hace falta ser un economista avezado, con MBA y doctorado en el M.I.T., para observar a simple vista, que la crisis del empleo nacional se debe en buena medida a que 1 millón 175 mil venezolanos han venido "desplazados" para ocupar las plazas laborales de los colombianos. "Desplazados", sí, lo digo entre comillas, porque ahora el tema no es solo de supervivencia: vienen a cumplir el sueño americano en Colombia, y esto es, que una casa de estrato 4 puede ser comprada en Venezuela con menos de un millón de pesos colombianos; un apartamento de lujo, de 5 habitaciones, 315 metros cuadrados, con terraza y vista al mar, puede ser adquirido con 10 millones de pesos colombianos.
Los venezolanos no solo trabajan en Colombia para sobrevivir y enviar dinero para el sustento mínimo de sus familias, sino para cumplir con aquello que antes de la crisis les era imposible: vivir en Venezuela como ricos.
Quizá al comienzo hubo desplazados, sí, lamentable flagelo que conocemos bien por nuestro conflicto armado interno, pero los venezolanos ahora migran como empresarios de la mendicidad y del sueldo básico, lo que al cambio es riqueza contante y sonante (esto no es xenofobia ni chauvinismo, es la realidad económica actual). Así las cosas, toda crisis genera oportunidades, y en esta, hay oportunidades económicas para los vecinos venezolanos, y oportunidades políticas para el Centro Democrático y el actual Gobierno colombiano, que tiene la meta de acentuar las tensiones con Venezuela, al mismo tiempo que ofrece subsidios escolares, de alimentación, entre otros, para que dos millones de venezolanos se nacionalicen en Colombia y compensen así la caída de imagen del Gobierno en las urnas de cara a 2022.
Duque, por eso gobierna Colombia no para los colombianos sino para las elecciones; está más ocupado de Venezuela que de Colombia y no atenderá los 114 puntos del paro nacional; seguirá favoreciendo a los banqueros que financiaron su campaña (Sarmiento Angulo) y el virus del Coronabobos (el uribismo) se seguirá expandiendo igual, hasta que no comprendamos qué es lo que está sucediendo.
El mismo día que publiqué una columna preocupado sobre el tema, el expresidente Santos dijo que un conflicto colombo-venezolano es una posibilidad real, posibilidad que sellará la migración suficiente para cambiar la estadística en las urnas. El Congreso colombiano debe legislar urgentemente en contra del derecho a que los venezolanos nacionalizados en Colombia puedan votar en las próximas elecciones.
La mano de obra venezolana es una mano de obra más barata para los empleadores que desplaza la mano de obra colombiana y envía gran parte de su producido al vecino país (¿cuánto de nuestro PIB se convierte en BfS desestimulando la economía nacional y generando desempleo en Colombia?).
Nos guste o no, el socialismo venezolano se mantiene gracias a los colombianos. De otra manera, la crisis ya habría generado una revolución imparable al interior del vecino país con la caída de Maduro y Colombia no tendría semejantes cifras de desempleo.