Córdoba y Urabá aterrorizadas por los paramilitares

Córdoba y Urabá aterrorizadas por los paramilitares

¿Cuál es el panorama de estos lugares luego de recibir la amenaza de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia?

Por: Víctor Alfonso Moreno Pineda
abril 01, 2016
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Córdoba y Urabá aterrorizadas por los paramilitares
Foto La Chiva de Urabá

Y aquí estamos: encerrados y atemorizados. Hoy no hubo clases y el comercio cerró en todo el departamento de Córdoba y el Urabá antioqueño. La sensación, en mi caso, no deja de ser desagradable, aunque el miedo es nulo. Esto es el terrorismo.

No se necesitó que explotara una bomba o que hubiera una masacre, porque, de hecho, en este país estamos acostumbrados a que las masacres y los bombazos pasen desapercibidos, disimulados. Bastó solo con unas fotocopias amenazantes. El resto lo puso la gente que desde la tarde de ayer comparte mensajes —muchas veces falsos— en el que informan de un muerto aquí  o de un tiroteo allá.

Vi en redes sociales como un mismo carro fue incendiado en Arboletes, en Tierralta, en Berástegui y en Lorica. Y nosotros seguimos el juego y lo creímos. Repetimos como rezandero lo que escuchamos. Y aún peor: lo dimos por verdadero. En Planeta Rica daban por cierto algo que pasó en Valencia y en Valencia daban por cierto el mismo hecho, aunque ocurrido en Planeta Rica.

A esta hora el paro armado, como impunemente le han llamado a esta estrategia del terror, ha triunfado. Y con él los sectores oscuros de la derecha colombiana que están en contra de la Paz.

En todos los pueblos de Córdoba la soledad es absoluta. Hay un luto siniestro que nunca se había sentido. La idea que da vueltas, ese cuentecito jocoso atribuido a García Márquez que leí muchas veces en la escuela, es una realidad. Mientras escribo esta nota hay un silencio mortuorio. A esto debe saber el terror.

La prensa local ha cumplido con su cuota de responsabilidad. Ha compartido información falsa o apresurada. No ha reflexionado. Ante la violencia, lo mejor será siempre la prudencia antes que el chisme descarriado.

Las autoridades se han encargado de identificar al enemigo. Y lo han mal nominado. Los han llamado Clan Úsuga, Urabeños, Autodefensas Gaitanistas de Colombia. ¿Qué importa el nombre? Son una realidad, representan a un sector, a una ideología del país. Son los mismos de antes, pero más dispersos. Con cabecillas en cualquier pueblo donde haya alguien con plata para pagar una extorsión.

Son de derecha, aunque mañana pueden ser de izquierda. Representan la violencia de este país. Pero también la pobreza.

El que hoy reparte panfletos, mañana extorsiona y después vende las dosis de perico en el pueblo. Y claro, cuando hay elecciones presiona a la población para que voten por determinado candidato. Política y crimen en Colombia se mezclan en la sangre que derraman.

El gobernador Edwin Besaile y el presidente Santos estaban avisados. Todo el mundo sabía desde la semana anterior de los pasquines y, sin embargo, no hubo medidas ni precauciones. Hoy solo te recomendaban cerrar tu negocio. Huir.

Anoche, mientras regresaba de Montería, un agente de la policía me detuvo y me advirtió de la realidad del paro armado. “No ande a altas horas por la carretera. No dé papaya”, me advirtió. Y hasta allí llegó su función.

El poder —que es Santos y su ostentosa forma de gobernar, que es Uribe y sus amenazas y cortinas de humo— es incapaz de brindar seguridad a los colombianos. O por lo menos no lo hace con la misma diligencia con que nos obliga a pagar tributos.

En medio del terror y del silencio que este nos prodiga, está la población cordobesa. Treinta y dos municipios silenciados. Hoy la prensa y algunos sectores de la política nacional reconocen que el monstruo paramilitar sigue vivo. Y no es mentira.

Pero con ello también logran impregnar a nuestros pueblos —sanos, mansos, ignorantes— del estigma paraco que surge nuevamente fortalecido e indemne.

Mucho daño nos ha hecho la política local arrodillada al poder. Mucho daño nos ha hecho el paramilitarismo importado. Para la fría y encumbrada Bogotá, Córdoba y la preciosa región del Urabá es tierra de nadie.

Pero no nos confundamos: hoy fue Córdoba y el Urabá. Mañana puede ser el Sur de Bolívar, Norte de Santander o el Cauca. Las regiones en Colombia se miran con desprecio, son tierra de bárbaros.

Que el paro, cuya principal arma ha sido el WhatsApp, nos permita reflexionar sobre lo que somos: una región a merced del terror y de la violencia. Sin Dios ni Ley. Y que le permita también saber a Santos que no se puede negociar con una sola cara de la moneda.

@victorabaeterno

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