Mientras que Alfonso Briceño baja del escaparate cuatro paquetes de plátanos verdes que Aldemar Molina, tendero de Fontibón, le acaba de comprar, dice que desde el miércoles 4 de mayo el precio volvió a dispararse.
En los corrillos de la central mayorista de Bogotá los pronósticos frente a los precios y al abastecimiento no son alentadores. Vendedores y compradores hablan entre ellos. Mientras discuten el alto precio de hoy, se cuentan que los camiones que traen comida desde el Meta no han podido ni siquiera salir de los municipios. –El paro nos jodió a todos— dice Aldemar Molina mientras de mala gana paga los $116 mil que le acaban de costar los cuatro paquetes de plátanos. La semana pasada los mismos le costaron $60 mil.
Es raro ver que los andamios de hierro del local 35 donde trabaja Alfonso Briceño y el de sus vecinos no estén atiborrados. Alfonso vende hace 14 años yuca y plátano en la bodega 11. Plátano hay poco y yuca no hay un solo paquete en este local esquinero. La poca que se encuentra en otros locales se está vendiendo en $40 mil. Hace un par de días el mismo paquete costaba $15 mil.
—Yuca no hay porque se quedó represada en el Meta durante tres días y cuando algunos camiones pudieron pasar, llegó quemada. Eso no se puede ni comprar ni vender— dijo Alfonso, quien en voz baja también contó que la guerrilla no dejó salir cuatro camiones de plátano que ellos ya tenían negociados.
El pasado lunes el conductor de uno de los camiones lo llamó para decirle que no podría cumplirle con el viaje porque la orden de los guerrilleros en el Meta fue no movilizar un solo camión y que no se iba a exponer a que le quemaran o dañaran el carro, como le pasó a Andrés García, un camionero a quien le rompieron el camión saliendo de La Unión, Valle del Cauca.
Andrés García iba para Cúcuta con un camionado de banano. Saliendo del municipio una turba de manifestantes se le atravesó y a piedra le destrozaron el carro. La historia la contó su amigo César Noguera, parado frente al camión que maneja, mientras seis coteros descargan el viaje de banano vallecaucano en la bodega 14 de Corabastos.
César Noguera también iba para Cúcuta pero terminó en Bogotá porque después de atravesarse medio país y esquivar algunos puntos con manifestantes no era seguro para él ni para su carro seguir el viaje hacia Norte de Santander. Logró vender el banano en la central de Bogotá. –Yo me salvé porque cargué en Trujillo y pude pasar antes de que bloquearan la carretera. César quedó atrapado y no pudo pasar. Los demás camioneros que venían de La Unión, detrás de él, tuvieron que devolverse. Esa comida que traían se va a perder— contó el camionero que escabulléndose de los manifestantes duró tres días para llegar a Bogotá. El viaje regularmente lo hace en 14 horas.
El desabastecimiento en la Central de Abastos es una realidad. Muchas de las bodegas están cerradas porque a algunos no les llegaron alimentos u otras, como las bodegas de papá, están medio vacías. Hoy el bulto de papa lo están vendiendo en 110 mil y la semana pasada costaba la mitad. En Boyacá, de donde mayoritariamente viene la papa, hay amenazas contra los camioneros que decidan transportar alimentos, eso es lo que dicen en los pasillos de Corabastos.
La cebolla cabezona y el tomate, reyes en la cocina colombiana, no se escapan del coletazo. Nelson Benavides, mientras se termina un caldo de costilla y se afana un tinto frío, cuenta que hoy ha vendido poca cantidad porque la canastilla de 42 libras que el lunes costaba $20 mil hoy miércoles está en $60 mil. En Corabastos es un juego de oferta y demanda. Si no hay nada todo se pone caro.
Llega el medio día y es extraño no ver mucho movimiento en la mayorista. Los camiones que ya deberían estar haciendo fila para entrar y venderle a los comerciantes no han aparecido. Nelson Benavides ya sabe que sus tres camiones cargados de tomate no van a llegar. Los conductores de los camiones que le traerían la cosecha ya comprada dijeron que no se moverían de Boyacá.
Así como Nelson, Alfonso y Antonio, un comerciante de papa de la bodega 13, hay miles de comerciantes a la espera de qué camiones puedan llegan con algo de comida y a cómo la están vendiendo. La sabana de Bogotá y sus cosechas es la opción más cercana para abastecer el mercado de tiendas bogotanas, donde el comprador de a pie es el que más siente el remezón del alza de precios que origina el paro que amenaza con no tener pronto final.