¿Copialina, plagio o copyleft?
Opinión

¿Copialina, plagio o copyleft?

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abril 22, 2014
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En su excelente libro La lámpara maravillosa: Cuatro ensayos sobre la educación y un elogio de la lectura, William Ospina hace una provocadora reflexión: …”Me llama la atención ver que las pruebas universitarias tienden a fortalecer sus instrumentos para detectar cuándo los alumnos que están presentando los exámenes cometen el pecado de aliarse con otros para responder, y copian las respuestas. Pero tantas veces en la vida necesitamos de los otros, que pensé que también debería concederse algún valor a la capacidad de aliarse con los demás. ¿Por qué tiene que ser necesariamente un error o una transgresión que el que no sabe una respuesta busque alguien que la sepa?”…

Tanto William Ospina como Noam Chomsky reflexionan si acaso una educación basada en el individualismo y la competencia, una educación para el neoliberalismo, no ha demostrado grandes carencias. Me he preguntado esto miles de veces y recientemente pienso en el tipo de profesionales que, por ejemplo, diseñan los pozos petroleros que matan de sed a toda una región geográfica, por ejemplo. Por eso, a riesgo de ser lapidada por varios de mis colegas docentes, me sumo a la idea de ver el trabajo en equipo de otra manera, incluso si en su ejecución se traspasan ciertas barreras individuales como permitir las copias autorizadas entre amigos. Es más: si las respuestas se pueden copiar, es porque las preguntas apuntan a datos o información que se puede memorizar, algo que debería estar superado en nuestra educación.

Sin embargo, la copia pactada entre dos o más personas que puede afianzar vínculos y trabajo en equipo, dista mucho del siguiente recurso, que se ha convertido en hábito y también en fantasma en algunos ambientes, sobre todo académicos: el plagio.

Hijos de expresidentes, honorables congresistas, poetas de renombre, cantantes y colegas míos, profesores universitarios con varios posgrados, aparecen entre la lista de personas que han copiado la producción intelectual de otras personas, sin autorización y peor aún, sin dar los créditos o citar a las o los autores. En el ambiente leguleyo que hemos creado en nuestro país, hay una ley que protege los derechos de autor que eleva a delito el plagio y lo castiga severamente, hasta con ocho años de cárcel.

Muchas veces, los mismos docentes que castigan de manera implacable la copia entre sus estudiantes, recurren al plagio. De nuevo afirmo que el modelo educativo neoliberal, es un escenario ideal para que se extienda como pólvora este hábito. Al convertirse la docencia universitaria en una especie de “maquila intelectual” en la que se trabaja a destajo, se ganan puntos y bonificaciones por textos y publicaciones indexadas y por consultorías contratadas por la empresa privada, hay docentes que caen en la aberrante tentación de copiar ideas, reflexiones y textos académicos ajenos y apropiárselos.

En otros escenarios ha habido intentos muy interesantes por abordar de manera diferente el asunto de la propiedad intelectual, como el movimiento de copyleft. El copyleft  consiste en permitir la libre distribución de copias y versiones modificadas de una obra u otro trabajo, exigiendo que los mismos derechos sean preservados en las versiones modificadas. La efectividad de ejercerlo puede depender de la legislación particular de cada país, pero en principio se puede utilizar para programas informáticos, obras de arte, cultura, ciencia, o cualquier tipo de obra o trabajo creativo que sea regido por el derecho de autor.

El término surge en las comunidades de software libre como un juego de palabras en torno a copyright: «derecho de autor», en inglés (literalmente «derecho de copia») con otro sentido, el de left: pretérito del verbo dejar o permitir. Se considera que una licencia libre es copyleft cuando además de otorgar permisos de uso, copia, modificación y redistribución de la obra protegida, contiene una cláusula que dispone una licencia similar o compatible a las copias y a las obras derivadas[1].

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El símbolo del copyleft es también un juego de espejo con el de copyright

Me apunto en este movimiento. Considero que el tema de la construcción del conocimiento siempre es y debe seguir siendo, un proceso social, un reconocimiento a la posibilidad y necesidad de crecer como humanidad, de expandir la mente social, la ciudadanía del conocimiento. Por lo tanto, creo que hay que liberar el conocimiento, en lugar de privatizarlo.

El gran aporte del copyleft es que, una vez liberada una producción, intenta protegerla de que sea privatizada más adelante.

El 15 de abril apareció en la editorial de un periódico regional mi columna “Activa tus antiácidos”, sin dar créditos a mi autoría. Como no creo en la propiedad intelectual, me niego a hablar de plagio. Por el contrario, quiero decirle al señor editor que me halaga que le haya gustado mi columna, me hace sentir útil, me deja optimista que medios regionales se interesen en dar un tratamiento diferente a estos temas. Por supuesto, me preocupa la calidad del periodismo, un poco el facilismo y la falta de cuidado al citar las fuentes. Por eso le propongo con el mío y cualquier otro texto que le guste: por favor, no lo privatice… reconozcámonos, agradezcámonos, crezcamos juntos y juntas. Como dicen mis amadas amigas de la productora de Información de Género Infogénero: “La mejor manera de proteger la creatividad es compartiéndola”, así que siga liberando y compartiendo la información, citando a las personas que la generan. Le agradezco.

[1] Wikipedia,

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