Iván Duque, el que puso Uribe, dejó perder el ultimo recurso que tienen las dictaduras para distraer a sus pueblos: el circo, sea futbolero o de otro tipo. Su fracaso para con sus patrocinadores es evidente, dejó escapar para Colombia la realización de un torneo futbolístico internacional que ya se tenía en el bolsillo, solo tenía que realizarla, y para eso contaba con todo el poder del estado, plata y apoyo mediático. Pero ni eso pudo. Uribe debe estar entendiendo que la ineptitud de un títere no se manifiesta solo en obediencia ciega al titiritero, también en incapacidad total para realizar cualquier tipo de gestión por sí mismo, todo deben hacérselo, sea armar gabinete o masacrar manifestantes.
En menos de tres años Duque llevó a Colombia a un escenario peor que el de Venezuela, porque Colombia no está sometida a bloqueo por parte de las potencias del capitalismo mundial. Sin embargo, Colombia se llenó de inmigrantes venezolanos, en buena medida por la acción del estado colombiano, que ayudó a destruir la economía del país vecino y estimuló el golpismo allá. La consecuencia fue que millones de venezolanos fueron empujados a la emigración, incluyendo a Colombia; fue como un tiro al pie por parte del mismo gobierno colombiano. Aunque Duque dijo hace tres años que Maduro tenía los días contados.
En el frente interno también brilla la ineptitud de Duque. Su gestión estuvo más orientada a destruir el proceso de paz y evitar la materialización de promesas como la obtención de verdad y la comparecencia ante la JEP por parte de todos los responsables de crímenes cometidos dentro del conflicto que a atender los grandes problemas que afectan a los colombianos; su gestión se orientó a garantizar la impunidad de su titiritero, descuidando la administración del estado. Su manejo de la pandemia fue desastroso, le entregó billones a los más ricos, especialmente a los banqueros, y abandonó a su suerte a los más pobres; eso sí, en medio y con excusa de la pandemia, se hicieron negociados gigantescos por parte de los dueños de la contratación estatal; fue incapaz de llevar a cabo una campaña eficaz de vacunación, y la cifra de muertos, más de 83.000, nos ubica entre los primeros a nivel mundial.
Tributariamente, el gobierno de Duque fue criminal, en la reforma de 2019 exoneró al gran capital del pago de 9 billones de pesos para el año 2020, que serán 15 billones en 2022. Para compensar ese dinero, quiso aprobar en el congreso una nueva reforma tributaria que le sacaría entre 23 y 26 billones de pesos a los colombianos, comenzando por impuestos a la comida, dentro de la hambruna que causó la pandemia. El cuento fue que no había plata, sin embargo, querían gastarse 14 billones en aviones de guerra. Y cuando los colombianos salieron a protestar, no vaciló en masacrarlos con el uso de la policía y fuerzas paramilitares. Van más de 50 asesinados, decenas de mujeres abusadas sexualmente, cientos de torturados y desaparecidos. Y miles de colombianos víctimas de agresiones por parte de la policía, que parece estar librando una guerra contra su propio pueblo. Hay más de 500 videos que lo prueban.
Su ultima metida de pata es el nombramiento de la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, como nueva canciller. De esa manera Colombia cuenta con la única canciller que tiene en su pasado el haber financiado con 150.000 dólares la operación jurídica que puso en las calles en Estados Unidos a un narcotraficante, su hermano, quien coordinaba una red de mulas colombianas que introducía heroína en los Estados Unidos; una tragedia familiar, dijo la gran prensa. A eso se suma que en el pasado tuvo sociedades comerciales en negocios inmobiliarios del reconocido narcotraficante Memo Fantasma. Duque le puso a Colombia un lujo de representación en el mundo.
La ineptitud de Duque queda como enseñanza para las fuerzas vivas de la sociedad, los gremios, los partidos y los mismos ciudadanos: no se puede ser tan irresponsable con los asuntos públicos como para aceptar que la administración del estado sea confiada, a ciegas, a la decisión de un hombre, sin examinar su hoja de vida y sus capacidades como administrador. Duque nunca ha sido nadie políticamente; fue empleado varios años en el BID porque Santos lo llevó allá, después fue senador porque Uribe lo incluyó en la lista del Centro Democrático al senado en el 2014, a dedazo limpio; de ahí saltó a la presidencia, por ser el que Uribe dijo, una nulidad política. Precisamente por eso Uribe lo llevó hasta allá, una nulidad política jamás lo traicionaría. Uribe apostó su impunidad judicial a cambio de poner a un inepto al frente del timón de un barco en el que viajamos 50 millones de colombianos. Y el capitán inepto hizo que el barco encallara.
Duque dejó a Colombia sin pan y al uribismo sin el circo.