Es el momento de las acciones climáticas, de la implementación más allá de las promesas. Y eso es lo que se espera que ocurra en la actual COP27 que se realiza en Egipto.
El panel de expertos de la ONU ya ha alertado que el mundo está en una "encrucijada", que es "ahora o nunca", y que se necesitan acciones inmediatas para reducir las emisiones de dióxido de carbono y las de metano, por mencionar tan solo algunas de las que más contaminan la Tierra.
Si no se hacen cambios y se implementan únicamente las políticas ambientales que existen actualmente, la temperatura del mundo va camino a aumentar unos 2,8 ºC para el año 2100, según uno de los más recientes reportes de la ONU para Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés). Esto es muy por encima de los 2 ºC que pusieron como límite los jefes de Estado en el Acuerdo de París de 2015 y aún más lejano que la intención de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, en comparación con los niveles preindustriales.
Y aunque en los números parece una diferencia relativamente corta, en la realidad esto implica millones de muertos más por la crisis climática y más personas en todo el mundo que tendrán que dejar sus hogares por los impactos del calentamiento global. Además, los eventos climáticos como los ciclones, las olas de calor o las lluvias serán más extremos y más frecuentes, de acuerdo con las proyecciones que han hecho los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC en inglés).
Ahí radica la particularidad de esta Cumbre Climática. Las promesas ya se hicieron, como lo demuestra la meta que se trazó en la COP21 de París para limitar el calentamiento global, y los compromisos de reducción de deforestación y metano que surgieron en Glasgow durante la COP26.
Ahora los eventos climáticos cada vez más drásticos evidencian la urgencia de actuar. En el verano del hemisferio norte, las temperaturas fueron históricamente altas en el norte de África, Australia, Europa, el sur de Asia y Medio Oriente. Tan solo este 2022, por ejemplo, China padeció la ola de calor más fuerte y más larga de sus últimos 60 años. Como consecuencia, el río Yangtzé redujo sus caudales a niveles históricos y la producción de energía hidroeléctrica disminuyó. El resultado es que el gigante asiático, el mayor consumidor de carbón, disparó la producción de este combustible fósil.
La sequía en el Cuerno de África está a punto de producir una hambruna; mientras que en Europa occidental, cientos de personas fallecieron por las altas temperaturas.
Los extremos del clima también se evidencian con las lluvias prolongadas en países como Pakistán que, en agosto, tenía bajo el agua un tercio de su territorio. Los temporales también dejaron miles de muertos en Nigeria, Bangladesh e India.
Pérdidas y daños, en el centro de la discusión
Por eso, la implementación es la apuesta de Egipto como organizador de la COP27 y de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático. "Hoy una nueva era comienza y comenzamos a hacer las cosas diferentes. París nos dio el acuerdo, Katowice (donde se realizó la COP24) y Glasgow (donde se hizo la COP26) nos dieron un plan. Sharm el-Sheij nos encamina a la implementación", afirmó Simon Stiell, el secretario ejecutivo de la Secretaría de Naciones Unidas para el Cambio Climático, durante la ceremonia de apertura de la COP27. De hecho, la reunión de los líderes en la que discuten más de 120 jefes de estados y gobiernos, se llama la cumbre de alto nivel de implementación.
Stiell les pidió a los líderes que se concentraran en lo que llamó "tres líneas críticas de acción". La primera, dedicada precisamente a la implementación para "poner las negociaciones en acciones concretas", especialmente en lo que respecta al Acuerdo de París. La segunda, es que haya progreso en los temas más álgidos, que son mitigación, adaptación, financiación y "crucialmente" en pérdidas y daños. Y finalmente, que se avance en la transparencia y rendición de cuentas.
Y su llamado responde a las dificultades históricas que ha habido en estas cumbres climáticas. Uno de los debates más difíciles y que más divisiones ha creado entre los países desarrollados y las naciones en desarrollo ha sido precisamente el de pérdidas y daños. Este último grupo de países exige que los más contaminantes ayuden a los menos industrializados a mitigar y a adaptarse a los impactos del cambio climático. Ya que los países en desarrollo "son los menos culpables del cambio climático, pero verán un aumento significativo en el número de personas en riesgo en las próximas décadas", como lo advirtió Martin Griffiths, secretario general Adjunto de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas.
Para explicarlo en un ejemplo, todo el continente africano produce menos del 3% de las emisiones de dióxido carbono del mundo, pero es de los que más sufrirá con el calentamiento global. Según un reciente informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) y la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, en el peor de los escenarios, los eventos de calor extremo harán que partes de Medio Oriente y el norte de África sean inhabitables para hasta 600 millones de personas en la segunda parte de este siglo.
Al respecto, la cumbre climática en Egipto comenzó con una novedad pues por primera vez las pérdidas y los daños se incluyó como uno de los temas de la agenda. Para lograrlo, la presidencia egipcia de la COP tuvo diálogos informales durante dos días con diferentes países para convencerlos de cara a la definición de los temas, que se hizo el domingo.
Una COP en medio de la crisis energética mundial
Pero no todo son buenas noticias. Los diálogos climáticos de este año comienzan con una capa adicional de dificultad: la crisis energética. La pandemia de Covid-19 ya había afectado las cadenas de suministro y, desde que comenzó la guerra en Ucrania, Rusia ha cerrado la mayoría de sus gasoductos a Europa.
Esto no solo impactó los precios del gas, que subieron más que nunca en la historia reciente según la Agencia Internacional de Energía, sino que hizo que países como Alemania se volcaran a producir energía de combustibles fósiles, lo que aleja a la Unión Europea de su promesa de alcanzar la neutralidad de carbono para el 2050.
Panoramas como estos hacen que los objetivos de alcanzar las cero emisiones netas de carbono sigan "siendo inciertos", como lo advirtió la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés).
La respuesta es un llamado reiterado: una acción climática urgente y más ambiciosa antes de 2030 para lograr los objetivos a largo plazo del Acuerdo de París. En su último reporte de abril de este 2022, el IPCC calculó que para que estos límites se logren a finales de siglo, los gases de efecto invernadero se deben reducir en un 43% para 2030, pero contrario a ello se están produciendo más. Así las cosas, el objetivo de limitar el calentamiento global en 1,5 ºC parece cada vez más difícil de alcanzar.
En el mismo sentido, el informe calcula que con las Contribuciones determinadas a nivel nacional que actualmente plantearon los países miembros del Acuerdo de París, el mundo se encamina a un calentamiento de 2,5 ºC. Por lo que es necesario que los jefes de Estado sean más ambiciosos con sus acciones climáticas.
Pero en la práctica pasa lo contrario. En la COP26 de Glasgow, los países acordaron revisar sus planes para combatir la crisis climática. Desde entonces, solo 29 de los 193 Estados presentaron planes actualizados para este año, un hecho que Stiell calificó como "decepcionante".
"Las decisiones y acciones gubernamentales deben reflejar el nivel de urgencia, la gravedad de las amenazas a las que nos enfrentamos y la brevedad del tiempo que nos queda para evitar las devastadoras consecuencias del cambio climático descontrolado", señaló. Por eso, la COP27 de Egipto puede ser el escenario en el que los líderes del mundo se comprometan a actuar más ambiciosamente y desde ya.