Las deliberaciones de Cali, realizadas al calor de la COP-16, dan cuenta de cómo se ha generalizado en el mundo la conciencia sobre el grave deterioro que sufre nuestra casa común, como tan bellamente algunos denominan a nuestro planeta tierra.
Las coincidencias que en tal sentido se han dado entre las casi 200 delegaciones asistentes, dentro de las cuales no son pocos los científicos, expertos, activistas y representantes gubernamentales que las conforman, evidencian lo bien fundadas que están las preocupaciones del conjunto pensante que nos conforma como humanidad, y la disposición que se ha ido formando para evitar que al menos siga avanzando el grave deterioro ambiental que está causando la desaparición de numerosas especies y amenazando incluso la supervivencia humana.
A pesar de lo poco que se ha conocido sobre el cumplimiento de su agenda, los avances deben ser notabilísimos, pues no otro podría ser el resultado al que se puede llegar con el entusiasmo y la aplicación de esfuerzos que le están poniendo los delegados oficiales, así como otros asistentes que, en representación de comunidades étnicas, negras y organizaciones sociales, han llegado, aunque por otros caminos, lo cual no significa que no se les estén integrando debidamente a las deliberaciones.
Señalamiento especial merece el gran número de otras personas, muchas de las cuales han llegado animadas por la trascendencia del evento, pero otras, también muchas, por el innegable atractivo turístico de una ciudad que merecidamente se ha ganado un destacado puesto en tal campo de la actividad económica. Esto lo demuestran los elevados índices de comercio y ocupación hotelera que se han presentado, lo cual es bueno por su repercusión favorable, aunque temporal, en el nivel de vida de los caleños y en las finanzas locales. Sin embargo, puede no serlo tanto para la generalidad de los ecosistemas en que es tan rica la Sultana del Valle, si no se tomaron con anticipación las medidas necesarias para preservarlos.
Pero no nos vayamos por el lado negativo. Como lo dice la Chimoltrufia, no nos hagamos tarugos, y esperemos confiados que las pautas de solución que se adopten no se queden en los meros síntomas del problema, y vayan a sus causas reales, que es donde hay que atacarlo. Esas causas están en el manejo de los grandes capitales del mundo, cuyos pocos dueños los orientan a la producción de más y más ganancias, sin importarles el grado de depredación que pueden causar en tan criminal propósito.
Si el problema no se ataca por dicho frente, no serán muchos los COP adicionales que se podrán realizar. Dentro de muy pocos, la suerte estará echada.