El origen de la noción “izquierda” o “derecha” en la política remite a datos históricos relacionados con el proceso revolucionario francés de 1789 y se corresponde a hechos involuntarios en un hotel de París, donde se debatía el apoyo a la monarquía. Los franceses buscaban definir por votación a mano alzada que el Rey Luis XVI no pudiera intervenir en las decisiones tomadas por la Asamblea. Los participantes se fueron ubicando en lugares estratégicos del lugar; a la izquierda se agruparon los que buscaban la reforma, a la derecha junto a las sillas de honor, los que respaldaban a la monarquía, pero unos cuantos estaban indecisos, los que se quedaron en la mitad del salón: “el centro”.
Situarnos en este contexto nos debe llevar a pensar el nivel de responsabilidad histórica frente a cada una de nuestras prácticas cotidianas, las cuales convergen en el ejercicio de ser; ser familia, amigo, ciudadano, vecino, hermano, padre y sobre todo ser político. Nociones que invitan a reflexionar sobre el lugar que tomamos frente a esta realidad e intuir de qué lado y a quién beneficia dicha posición.
En el debate político colombiano se invita constantemente a “no polarizar” excusa frecuente para no admitir abiertamente que no hay un interés en rechazar la continuidad de las políticas de explotación de la clase trabajadora, ni disminuir las prebendas y exenciones a los grandes oligarcas y terratenientes del país. Entonces, ¿podemos hablar de un “centro” en la política colombiana? Si es así, ¿le conviene un “centro político” a nuestra sociedad hoy? Comencemos a deshilar el mazo. En el contexto francés, los que se denominaban moderados o de la llanura, algunas veces llamados “los sapos del pantano” fueron los que apoyaron a los burgueses industriales que retuvieron el poder en reiteradas ocasiones, Kropotkin los describe como “indecisos y sin convicciones firmes”. ¡Vaya parecido al contexto colombiano!
Uno se encuentra con múltiples personas indecisas frente a cuestiones que tienen que ver con la vida e integridad. Un centro que se esconde en la moderación para permitir beneficios tributarios, detrimento de los recursos públicos con la creación de altos cargos burocráticos y la posibilidad de diseñar las políticas a su acomodo, permitiendo con su indecisión que se gesten reformas retrógradas que propenden por exprimir a la clase media y baja para cubrir el hueco fiscal ocasionado por su mismo despilfarro. Manteniendo en el poder a una clase dirigente, que a costa de la política extractivista compromete los recursos naturales, desplaza comunidades enteras, dejando en evidencia a favor de quién juegan.
En Colombia, según datos de Indepaz (13 de abril), en lo que va del año han ocurrido 28 masacres con 102 víctimas y en los últimos tres años van 149 masacres. ¡Vaya horror! El país se baña en sangre mientras nos miramos al espejo sonrientes porque “nosotros no polarizamos”.
Es momento de hacer un alto y reflexionar si conviene en el contexto colombiano un lugar político de centro; no olvidemos que en las elecciones del 2018 estos decidieron, en su mayoría, avalar la continuidad de un proyecto de gobierno que ha permitido el incremento sustancial de la violencia y masacres, aumento de la inequidad social, desconocimiento de las víctimas del conflicto armado, se opusieron al desarrollo de una política de paz, a una propuesta de desarrollo territorial, a la búsqueda de consenso por medio de políticas de diálogo en los territorios y la sustitución de cultivos ilícitos.
Si hemos de aceptar la tesis que hay un centro en la política colombiana, es indispensable pensar si es conveniente ser de centro para que sigan gobernando los mismos grupos económicos y políticos que han causado miles de muertos y desplazamientos ya sea por acción directa o indirecta. Recordemos que en Colombia ser de centro y no tomar partido es “tomar partido en favor de…”. Y usted, ¿de qué lado está?