Chatare está ubicado a ocho horas de Inírida, en la Guainía. La única ruta para llegar allí es el río Guainía. Para llegar a esta comunidad indígena, después de dejar el río, hay que caminar selva adentro durante media hora.
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El Chatare de hoy es diferente al de hace algunos días. Hoy allí hay energía eléctrica, la cual le está cambiando el existir a los indígenas de la comunidad Papioca que lo habitan. La luz y la energía que hoy reciben de los paneles solares que el ministerio de Minas y Energía les instaló dentro del programa Comunidades energéticas, la usan para actividades que antes no podían hacer, una de ellas la de procesar y conservar los alimentos que cosechan, en especial el cacao, el alimento de los dioses al que se le atribuyen bondades nutricionales y medicinales.
En medio de aquella inmensa selva también está la única escuela de Chatare, desde donde el profesor indígena Isaac Gaitán, a la par de sus clases de sociales, con la que enseña a sus estudiantes en medio de su educación ancestral las maneras de cultivar y trabajar el cacao, una tradición que él protege y no quiere dejar perder, como indígena nacido en la región y nieto del “abuelo Gaitán” un indígena del Guaviare que fundó Chatare cuando llegó con su familia en 1917.
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Lo que busca el profesor Gaitán es que sus estudiantes se apropian de sus raíces y desde la escuela empiece la apropiación del territorio y del producto cacaotero.
El cacao se convirtió importante para la comunidad indígena de Chatare y otras tantas porque eran los únicos árboles que, pese a las tormentas y a los días de sequía, seguían fuertes y entregando frutos. El “abuelo Gaitán” sembró cacao durante 40 años.
El cacao no solo es parte de la gastronomía piapoca, también hace parte de sus diferentes tradiciones culturales y medicinales. Cuenta el maestro Isacc que esta entre otras cosas la comunidad usa esta planta como protección para la mujer y sus niños recién nacidos.
Para la comunidad indígena la llegada de la central de energía agrovoltoaica que cuenta con 175 paneles solares y 48 baterías, además de 209 sistemas solares fotovoltaicos más para la población dispersa del territorio, se convirtió en una aliada esencial para cumplir el sueño de la comunidad: comercializar sus productos de cacao a nivel nacional.
Ahora los indígenas papiocos ya pueden poner a funcionar la planta de transformación de cacao de una manera más avanzada. Pueden industrializarse y poner a andar sus molinos y enfriadores, además poden también acceder a la tecnología. La alejada Chatare también cambió. Ahora sus metas y hasta sus sueños tienen forma de desarrollo, oportunidades y mejores calidades de vida.