En algún nano instante, yo tiemblo: simula ser la imagen de El Grito. Casi fantasmagórica y fractal, se ve una figura desencajada y un tanto macilenta que, indudablemente, está al acecho, a juzgar por lo que sucederá. Es una Paloma. Se apresta a intervenir. Espera su momento. Ya viene. En su cara hay gestos como si estuviera enganchada en una rama. No hace currucutú, currucutú. Ella sabe, según algún guion preconcebido, que está en turno. Le han encomendado una labor de loba omnívora. Como si estuviera protegiendo lobeznos, está dispuesta a sangrar a sus víctimas. Como si alguien avezado hubiera licitado un casting, su partido no pudo haber concertado una figura implacable más adecuada.
Pero qué es lo que ha pasado para que una mujer, quizás preciosa, asuma este papel tan desproporcionado. No es suficiente que ella provenga de un apellido pues allí reposan otras voces abuelas contrastantes como las de Álvaro Pío y Guillermo León. No ella ha debido estar siendo objeto de un entrenamiento especial; no precisamente circunstancial ni anecdótico.
Quizás podamos develar algo apoyándonos en Rossana Rossanda quien postula:
“El cuerpo, el sexo, (…) se resisten poderosamente a la abstracción jurídica, esa reductio ad unum que niega la disimetría y que es el fondo de la cultura y el poder masculinos”.
La frase podría ser absolutamente clara y definitoria, incluso muy profunda y suficiente; pero según mi gusto particular revela unos fenómenos infinitesimales (micropolíticos según Deleuze y Guattari en Mil Mesetas) de eventual castración. A medida que la intervención avanza, la voz y los gestos de Paloma van transformándose hasta que adquiere la semiosis plena del trabajo que ha venido a cumplir. Al final sus fauces exhaustas muestran dientes sanguinolentos.
Pero, no estoy solo en mi conmoción. Es irrefutable. Tal es la fiereza de su voz y de sus gestos que el macho alfa que tiene adelante gira lentamente de su asiento conminado por lo que escucha: su torso se voltea hasta quedar expectante, hasta que ella da la dentellada final. Es una puesta en escena de una ardorosidad inclemente, en crescendo. Ningún papel pudo ser mejor interpretado. El casting ha sido un éxito.
Y entonces qué es lo que se ha ganado y qué es lo que se ha perdido. ¡Ay!, ¡qué ha sido!
Rossanda traduce, en un latinajo espectacular muy propenso a su lengua romana matriz, que muy a pesar de la resistencia del cuerpo y el sexo, la abstracción jurídica de lo que deviene, es sometida al reductio ad unum; asumiendo que traduzco al español vulgar significa eliminación de las diferencias; consistiría en entender que se reprime hasta el extremo de producir poco menos que un dilema Frankenstein. Nota: estoy expresando la forma más suave y grácil de lo que tengo en mente.
Sin embargo, el alcance es imposible. Por eso el impacto se queda y tan solo se traduce como una haecceidad, pues los órganos del cuerpo ni del sexo pueden tomar otras formas que no provengan del género. La forma es irreversible. Entonces cumplir una función masculina, así se aterciopele con la socialización admitida de la política (parte de la juridicidad aducida), es profundamente traumática y deformante. En la antigüedad clásica, las mujeres guerreras se veían obligadas a asumir anatomías trocadas, teratologías de uniforme militar incluso. Las amazonas serían un ejemplo claro y concreto que se confundían casi con el caballo.
Disimetría, no es una simetría dislocada, es falta de simetría; es decir negar la falta de simetría consiste en un practicar un ejercicio de extrema violencia tanto contra el sexo como contra el cuerpo. Es en esa práctica asumida, quizás voluntariamente, o inducida por un papel desproporcionado, en que el gesto de Paloma ocurre.
Lo que ve el televidente es de una fiereza espectacular. Hasta el macho alfa, más alfa, se conmueve y teme. Si esa fiera fuere contra él, saldría también despedazado y en jirones. Atención, podría pasarle lo mismo que a EE.UU en Afganistán: en su obsesión por Rusia, inventaron a nadie menos que a Osama Bin Laden.
Gilles Deleuze y Guattari desmenuzan el concepto de haecceidad. Están aburridos de tratar lo simbólico como si no fuera una entidad empírica. Por eso la definen tan rigurosamente como teniendo un propio cuerpo, o más bien, una corporeidad, armada con su latitud y su longitud, cual haciendo parte del espacio tiempo gravitacional. Agregándole la presunción luminosa de A. Einstein estamos en las inmediaciones de un fenómeno local. Y al fin llegamos adonde quería llegar.
Entonces demos pasos hacia alguna conclusión. Indudablemente que los gestos de Paloma le pertenecen a ella. Al ser un fenómeno local tan íntimamente gravitacional le serían, o le deberían ser, poco menos que inmanentes, haciendo parte de su piel. Incluso podríamos acercarnos a alguna definición cuántica: sus gestos le orbitan como haciendo parte de un contexto electrónico particular y único.
Entonces la deformación debe ir más allá de ese cuerpo y, si se quiere, aventurar un intento de copar el hemiciclo. O como dice George Gamow, en su Biografía de la Física, en la estructura atómica, los electrones lucen a tal distancia como moscas en una catedral. Así, Paloma se deforma, buscando apoderarse del hemiciclo. Paloma regresa a su forma líquida, su grito logra tomar la forma del recipiente donde se derrama. Paloma se desintegra. En el afán de cumplir un propósito partidista desmedido Paloma desaparece como Paloma.
Si Paloma se pierde y difumina tras su grito, ¿su partido gana?
Para descifrar esto parece propio elucidar qué estaría pasando en la eventual trastrocación de Uribe. Él no estaría obligado a ninguna reductio ad ununm pues estaría dentro de su cuerpo y sexo, expresando su masculinidad, sumum de la juridicidad y espíritu de cuerpo que interpreta. Sin embargo, podemos llegar a suponer que sufre, adolece íntima y profundamente de placer: tiembla de emoción. Es imposible asistir a la desintegración de una Paloma sin notar el propio vuelo proindiviso que toman las plumas. Es indudable y lamentable que la difuminación de Paloma significa una erosión, disuelta y deletérea en un discurso tipo Big Bang. Y es imposible que él y su partido se mantengan incólumes ante semejante y descomunal desperdicio como si quisieran invitarnos a la creación de un nuevo universo. ¡Eso es!
Cabe pensar en por qué crear e impulsar una escuela tan cruel de negación de las disimetrías. A qué nuevo cuerpo de juridicidad estaría apuntando tal descabello. Para qué batalla estarían preparando mastines. Eso es lo que la opinión pública debe analizar tan implacablemente como sea posible.
Ante el panorama ofrecido por Paloma, llamo la atención sobre el expuesto por Angélica Lozano. ¿Podrán observar el contraste y darme la razón sobre por qué debí hacer esta exposición crítica?
Notas. Leo estupefacto en Wikipedia que una versión original de Edvard Munch, ha sido subastada por la friolera de 120 millones de dólares. La cita de Rossana Rossanda aparece en P. Ingrao, R Rossanda. Appuntamenti di fine secolo. Roma, Manifesto libri. 1996; pero la he tomado de Miserias del presente, riqueza de lo posible, de André Gorz, que empiezo a leer.