Y cuando camino por el parque, en este tiempo de pandemia, sin quererlo escucho la conversación de las palomas.
—No, no creo que nos saquen de este lugar. Tampoco que se agote la comida mientras crecen las colas en los bancos.
—Sería un problema más que se añadiría al COVID-19. Sin trabajo los maiceros, aumentaría el desempleo en estos tiempos críticos.
—Me gusta estar en este sitio porque hace posible las tres cosas más grandes en la vida de una paloma: techo, amor y comida.
—Mas como son las cosas, porque dicen que la naturaleza corrosiva de nuestros excrementos deteriora la infraestructura…
— ¡Calumnias de la oposición! Parece que se les olvida que, al final del diluvio universal, Noé envió una de las nuestras y ella volvió con una ramita verde de olivo. Tenemos aceptación social como se puede ver en diversas plazas del mundo.
—Acuérdate que nosotras estuvimos en el bautismo de Maestro cuando el Espíritu Santo descendió en forma de paloma.
—Pero se olvida que somos desplazadas como muchos compatriotas. Vivíamos en los bosques y se nos obligó a emigrar.
—Y somos calumniadas, víctimas de las fake news (noticias falsas). Dizque transmitimos salmonella, psitacosis, gripe aviar, escherichia coli, infecciones fungosas... y no faltará que se diga que portamos el coronavirus.
—Claro que el runrún no falta. Dicen que somos muchas, que no utilizamos anticonceptivos y que nos reproducimos como ratas.
—No falta el biólogo que nos bombardea antifertilizantes.
— Somos decorativas también un atractivo turístico.
— Nos estampan los fotógrafos en los celulares junto a los niños.
—He escuchado las murmuraciones disque nos van a sacar, porque hemos invadido el espacio público.
—Eso son cuentos que se los lleva el viento. Las autoridades no harán nada. Fíjese no más en los andenes llenos de huecos, sin tapas los medidores de aguas, sifones sin rejillas. Y bla, bla, bla.
—Recuerdo que un intruso le pidió a los curas que contrataran un halcón de esos que tienen en los aeropuertos. Para ajustarnos colocaron unos búhos de fibra de vidrio en un edificio contiguo a la basílica.
—Y no falta él que propone un dron que nos fustigue.
Los vendedores ambulantes con los carritos heladeros dan vueltas por el rectángulo del parque. Los voceadores de lotería promocionan el billete de la suerte. Las bancas en los distintos lugares de la plaza alojan a los viejos tomando el sol de la mañana. La estatua del héroe parece indiferente a lo que sucede en tiempos de pandemia. Las puertas de la basílica estaban cerradas, pues, quizá, temprano se realizaron los oficios religiosos. Con celular en la mano y con el espíritu en el ciberespacio muchos caminan.
Y los zuros vuelan al refugio cuando llega la lluvia.
—A la larga no hacen nada.
—Chismes vienen, chismes van.
Eso es como la obra de teatro Esperando a Godot, quien nunca llega. Mientras tanto seguimos depositando nuestros ahorros sobre monumentos, estatuas, tejados, calles y aceras.
—Nosotras somos pacíficas, no como otra paloma.