Las decisiones políticas sobre los Acuerdos y el fin del conflicto, serán la derrota de una idea que desde los tiempos de la restauración conservadora, con Mariano Ospina y Laureano Gómez en los 40, impuso desde arriba una guerra que creíamos perpetua. El magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, instigado por el mismo discurso que hoy azuza el odio y llama a la muerte, fue usado incluso para lanzar una guerra de exterminio contra el pueblo liberal que, perseguido, expulsado de sus parcelas y viviendas, traicionado y abandonado por las jefes del partido liberal, un día dijo basta y se alzó en dignidad y armas contra el poder conservador, por la defensa de sus vidas, sus propiedades y sus familias. Seguimos, con cortes y nuevos actores, en una guerra que hoy empieza a llegar a su fin, y con ella la derrota histórica y contundente del No al plebiscito y a los Acuerdos de La Habana.
Estamos en un momento definitivo que trazará el rumbo de la sociedad, del Estado y las instituciones. Este instante único y lo que suceda cambiará para siempre lo que éramos, por lo que podamos y queramos ser como sociedad y Estado.
El histórico levantamiento armado en Colombia, no un fin per se, llega a sus últimos días. No están todos aún pero no hay vuelta atrás, insistir obstinadamente sería un suicidio que nadie desea, salvo aquellos interesados en perpetuar la guerra contra todo un pueblo.
Tres hechos contundentes serán la derrota de esa forma criminal de hacer política que se prolongó por tantas décadas en Colombia. Con ellos el uribismo, el Centro Democrático y la extrema derecha, enfrentan el fin de su ciclo de dominio e influencia en la vida política de Colombia.
La Conferencia de las FARC-EP, entre el 13 y 19 de septiembre, máxima instancia de decisión de esa guerrilla, ratificará con toda probabilidad lo acordado y decidirá su tránsito de ejército rebelde a partido o movimiento político legal. Será un hecho incontrovertible para los incrédulos y los escépticos que siempre juzgaron a las FARC incapaz de cambiar y de hacer el tránsito a movimiento político, de darse las condiciones y garantía para este paso.
La firma del Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, sellará el fin del largo ciclo de confrontación entre las FARC-EP y el Estado colombiano. El mundo de testigo y Colombia entera, corroborarán lo que el Centro Democrático y la extrema derecha se opusieron siempre a que fuera realidad.
El cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, al que ya se acogieron ambas partes, será otra demostración concreta de que si es posible la reconciliación entre hermanos y dos fuerzas que fueron enemigas durante más de cinco décadas, combatiéndose sin descanso, causándose grandes bajas, al tiempo que fue creciendo una inmensa tragedia que afectó a millones de colombianos que no eran parte de la confrontación, hoy dignamente reconocidas en los Acuerdos como Víctimas con derecho a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
La concentración de los frentes de las FARC-EP en las 22 Zonas Veredales Transitorias y los 6 campamentos donde harán la dejación de la totalidad de las armas a la Organización de Naciones Unidas, será otro hecho significativo que dejará sin argumentos a los que desean el retorno a la guerra.
El plebiscito del 2 de octubre, será la decisión política más importante que tomará el pueblo, tras más de 60 años desde el último plebiscito que se hizo en 1957. Será el mecanismo de participación popular que le dará legitimidad a los acuerdos alcanzados y al fin del conflicto armado.
Todos estos hechos políticos irrebatibles, jugarán a favor del Sí de una manera convincente, dejando al No sin nada nuevo que decir en su campaña aparte de las mentiras y mitos que ha propagado sobre los Acuerdos y el fin del conflicto armado.
El imperativo ético por el Sí al plebiscito será la manifestación popular mayoritaria de que son preferibles unos acuerdos imperfectos e incompletos, a la continuación de una guerra que nos dejó una inmensa tragedia humanitaria, la división, la intolerancia y el odio.
La participación mayoritaria en el plebiscito y el acompañamiento y verificación de la sociedad a los acuerdos en su implementación y desarrollo, serán la garantía de que lo acordado tras tantos muertos y tanto esfuerzo no fue en vano. Por eso la conquista de la paz no puede ser un asunto exclusivo de Santos o de Uribe, sino una construcción colectiva de los colombianos, y nuestro mayor reto del momento.