En las sociedades capitalistas, la banca tiene la función social de intermediar entre quien tiene capital y quien lo requiere. Esto permite que haya liquidez para inversión y tranquilidad para el inversor-ahorrador.
Sin embargo, cuando la banca pierde ese horizonte y se convierte en agiotista, genera riqueza para sus propietarios a costa del dinero de sus ahorradores y deudores, encareciendo y dificultando el proceso productivo del país.
En el mundo, este fenómeno viene creciendo desde que en los 90 se desregularizó la banca de inversión. Eso ha creado mayor concentración de la riqueza y ganancias por especulación financiera en mercados de valores y no por productividad en el sector real.
Colombia, obviamente, no ha sido ajena a este fenómeno, agravado por la connivencia entre políticos y banqueros. Lo anterior al punto de que hoy estos banqueros definen, soterradamente, las políticas del país, claramente para su beneficio. Además, se han apoderado de los medios de comunicación para, a través de ellos, presentar como beneficiosas tales políticas.
Por ello se requiere urgentemente que se diluya el contubernio gobierno-banqueros que está barrenando la posibilidad de consolidar una sociedad equitativa y justa.