No se habló de Justicia sin impunidad, ni de reparación a víctimas, restitución de tierras, no repetición, esclarecimiento de la verdad, prohibición de participar en política a cabecillas de la violencia, ni demás talanqueras legales esgrimidas por opositores al acuerdo con las Farc, cuando el 24 de julio de 1956, en Benidorm y el 20 de julio de 1957, en Sitges, ambos en España, se reunieron los dirigentes Laureano Gómez, por el ala radical del conservatismo y el liberal moderado Alberto Lleras Camargo, para poner fin a la despiadada violencia que sordamente creció en el país estimulada por la “acción intrépida” para hacer inviable la ‘República liberal, promulgada por Laureano Gómez, desde que el liberalismo con Enrique Olaya Herrera recuperó la Presidencia de la República en 1930, después de 44 años de hegemonía conservadora pasando por la Guerra de los Mil Días y antes que se generalizara el genocidio, tras del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
Si de impedir que no intervinieran en política los ideólogos promotores de los grupos armados, que desencadenaron la muerte violenta de más de 200.000 colombianos se trataba, ni Laureano Gómez, ni su hijo Álvaro, ni numerosos jefes regionales del partido conservador financiadores de los ‘chulavitas’ como Efraín González y pájaros’ como el ‘Cóndor’ Lozano, habrían podido seguir en la política activa, al igual que jefes nacionales y regionales del Partido Liberal, como Carlos Lleras Restrepo, Darío Echandia, Víctor Mosquera Chaux y otros que apoyaron con dinero, armas y provisiones a las guerrillas de autodefensas liberales surgidas en los Llanos orientales, Caldas, Tolima y Cauca, entre otros departamentos del país y cuyos reductos serían matriz de las Farc, cuando en 1964 las fundó Tirofijo y viejos ‘liberales sucios’ como llamaban a los que ya habían sido influenciados por el triunfo de la revolución cubana y el marxismo y encontraban que el Frente Nacional firmado como tratado de paz, entre liberales y conservadores, para alternarse la presidencia y milimétricamente repartirse la burocracia y contratos del país, dejaba sin posibilidades de participar en política y elecciones equitativas y justas a otros grupos políticos de oposición, como el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, encabezado por Alfonso López Michelsen, el partido Comunista de Gilberto Vieira, el Frente Unido del cura Camilo Torres y la Anapo, del ex general y expresidente dictador de la República, con el beneplácito de líderes liberales y conservadores, Gustavo Rojas Pinilla, entre otros.
Si se trata de los horrores que tanto refresca el presidente Uribe cuando habla de los “bandidos, genocidas, narcoterroristas, secuestradores, reclutadores y violadores de niños, etc, etc de las Farc; no hay que olvidar que los ‘chulavitas’ paramilitares conservadores, la mayoría integrantes de la Policía de entonces, se inventaron el muy colombiano corte de franela que consistía en cortarle horizontalmente a la víctima la garganta y por la ranura sacarle la lengua, para ponérsela de ‘corbata’ y a las mujeres embarazadas les sacaban el feto para ensartarlo en bayonetas. Fue la escuela de horrores de la que después bebieron los guerrilleros y paramilitares que después continuaron la lucha, no muy humanitaria por cierto, pues tenemos frescas las historias de las masacres en donde los discípulos de Jorge 40, Macaco, Don Berna, etc, etc, llegaban a las aldeas de ‘auxiliadores dela guerrilla’, a masacrarlos, violar a sus mujeres, beber ron y a ritmo de vallenato jugar ‘picaditos’ de fútbol con las cabezas de sus víctimas. Lo peor es que muchos de esos paramilitares y parapolíticos contribuyeron en la elección y reelección presidencial del principal opositor a los acuerdos de Paz con las Farc y su hermano Santiago está sindicado de ser fundador de los ’12 apóstoles’, con numerosos crímenes en Antioquia.
Se trata de no seguir buscando excusas, legales, morales e ideológicas para perpetuar la guerra que ningún bando ha podido ganar, pero eso sí, dejando miles de víctimas, sobre todo en el campo, y explorar una salida negociada al enfrentamiento con el grupo más poderoso de las guerrillas. En más de un año de vigencia del cese al fuego primero unilateral y después bilateral, ya hemos vivido los efectos positivos, especialmente en el Cauca, donde no volvimos a despertarnos con ataques a Toribio, Corinto, Jambaló, Argelia, etc, ni retenes, bombas en puentes y alcantarillas en la Panamericana, ni emboscadas a soldados y policías, ni en la incertidumbre de quedar en medio de un combate o atentado. Son ganancias evidentes que no podemos perder por seguirle la corriente a los adalides de la guerra peleada por interpuestas personas de los sectores más humildes de las barriadas populares y del sufrido campesinado colombiano que son quienes ponen la mayoría de muertos. ¡Tras 50 años de guerra démosle oportunidad a la Paz!