Contrastes culturales y ambientales en torno al río Ranchería

Contrastes culturales y ambientales en torno al río Ranchería

El río Ranchería no solo es un recurso natural vital, sino un espejo que refleja las historias, luchas y esperanzas de los pueblos que habitan sus riberas

Por: Martín López González
septiembre 03, 2024
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Contrastes culturales y ambientales en torno al río Ranchería

El río Ranchería, que nace en la laguna Chirigüa de la Sierra Nevada de Santa Marta a 3.875 metros sobre el nivel del mar, es el eje de la vida de varias comunidades étnicas que habitan en La Guajira. Este río, que recorre 248 kilómetros hasta desembocar en el mar Caribe, es mucho más que una fuente de agua; es un símbolo de conexión con la naturaleza, espiritualidad, y supervivencia cultural para los pueblos Kogi, Wiwa, Afrodescendiente y Wayuu. Cada uno de estos pueblos tiene una relación única con el río, que refleja sus cosmovisiones, prácticas ancestrales y los desafíos modernos que enfrentan.

Los Kogi y Wiwa, que habitan en el curso alto del río Ranchería, viven en una profunda armonía con la naturaleza. Estos pueblos indígenas no solo ven el río como una fuente de agua, sino como un ser viviente con el que están espiritualmente conectados. Esta conexión se refleja en su profundo conocimiento de las aves del río y sus alrededores, a las cuales atribuyen significados simbólicos y presagios. Los cantos, nombres y comportamientos de estas aves son interpretados como señales que guían sus actividades agrícolas y otras intervenciones en el territorio.

Cada vez que los Kogi y Wiwa emprenden una actividad que impacta el territorio, como la preparación del terreno para siembras o la construcción de viviendas, el mama, líder espiritual, realiza rituales de pagamentos. Estos rituales son esenciales para pedir permiso a los seres que habitan el río y para mitigar cualquier desequilibrio que estas actividades puedan causar. A través de estos actos, los Kogi y Wiwa procuran mantener el equilibrio entre las especies animales y vegetales que comparten el río, y proteger tanto sus aguas como sus afluentes.

Los afrodescendientes, establecidos desde el Siglo XVI en el Cerrejón de los Negros, curso medio del  Ranchería, han construido una relación histórica y cultural con la naturaleza que refleja su resistencia y adaptación al entorno. Estas comunidades desarrollaron un conjunto de saberes, prácticas y valores que orientaban sus vínculos con el territorio ancestral, especialmente con el bosque seco tropical y los recursos hidrológicos de la zona. Estos saberes ancestrales ambientales se transmitieron a través de generaciones, reflejando una coexistencia armónica con el entorno natural.

Sin embargo, este tejido social y cultural fue severamente impactado por la megaminería del carbón, que transformó profundamente la relación de estas comunidades con su entorno. La llegada de la explotación minera no solo destruyó parte de su territorio ancestral, sino que también alteró la estructura social y económica de las comunidades afrodescendientes, obligándolas a adaptarse a nuevas realidades que a menudo entran en conflicto con sus prácticas tradicionales.

Hoy en día, el curso medio del río Ranchería es un recurso vital que soporta una diversidad de usos, siendo sus aguas esenciales para múltiples actividades. Sin embargo, esta zona también enfrenta una situación preocupante, caracterizada por la vulnerabilidad y los conflictos relacionados con el agua, especialmente durante los meses de estiaje. Durante estos períodos, el caudal del río se ve obligado a satisfacer las demandas de los acueductos municipales de Distracción, Fonseca y Barrancas, además de proveer agua para las operaciones del complejo carbonífero del Cerrejón, la represa El Cercado, y las intensas actividades agropecuarias a lo largo de su lecho.

En su curso bajo el Ranchería los Wayuu mantienen una relación compleja con el río, marcada por sueños recurrentes en los que las crecidas de su corriente de agua arrastran animales deformes. Estos sueños son interpretados como presagios de desgracias que alteran significativamente su entorno. Para los Wayuu, los sueños no solo son visiones del futuro, sino advertencias sobre peligros y desafíos que pueden afectar actividades vitales como la ganadería, la agricultura y los trabajos comunales.

No obstante, a diferencia de los kogi y wiwa, la relación de los Wayuu con el río también está marcada por prácticas que han generado impactos negativos en el medio ambiente. En la región de Aremasaín, la producción y comercialización de carbón vegetal se ha convertido en la principal actividad económica, una práctica que ha llevado a una severa deforestación y erosión en las riberas del río. La tala y quema de árboles para la producción de carbón, junto con la extracción ilegal de arena del río, han contribuido a la degradación del ecosistema, poniendo en riesgo la sostenibilidad del mismo.

Es en este contexto que la senadora indígena Wayuu, Marta Peralta, se destacó como la ponente de un proyecto de ley para declarar al río Ranchería, su cuenca y afluentes, como una entidad sujeto de derechos. Esta ley, ahora aprobada, busca la protección, conservación, mantenimiento y restauración del río, bajo la responsabilidad del Estado y con la participación de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas que habitan en su zona de influencia.

El contraste entre las vivencias de los pueblos kogi, wiwa, afrodescendiente y wayuu en relación con el río Ranchería refleja las diversas formas en que estas comunidades interactúan con su entorno natural. Mientras que los kogi y wiwa han mantenido una relación de equilibrio y respeto profundo por la naturaleza, los afrodescendientes y wayuu han enfrentado desafíos modernos que han transformado sus prácticas tradicionales. Estos últimos han contribuido a la degradación ambiental.

Se podría ver como una compensación el hecho que una senadora wayuu sea la promotora de una ley para la protección del río, ya que algunas de sus comunidades han sido señaladas por prácticas depredadoras. Esto pone de manifiesto las complejidades y contradicciones que enfrentan estas comunidades en su lucha por la sostenibilidad. Esta ley representa no solo un reconocimiento de la importancia del río Ranchería para la vida en La Guajira, sino también una oportunidad para reconciliar las prácticas tradicionales con los desafíos ambientales actuales.

En conclusión, el río Ranchería no solo es un recurso natural vital, sino un espejo que refleja las historias, luchas y esperanzas de los pueblos que habitan sus riberas. Su protección y restauración requieren un esfuerzo conjunto que reconozca y valore las diversas formas en que estas comunidades han interactuado con el río a lo largo del tiempo. Solo así será posible garantizar un futuro sostenible para el río y para las generaciones que dependen de él.

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